En base a los datos oficiales, China logró limitar los contagios a 100,000 casos en dos años, de los cuales menos de 5,000 murieron, un panorama que contrasta con las cifras en el resto del mundo. (Foto: STR / CNS / AFP).
En base a los datos oficiales, China logró limitar los contagios a 100,000 casos en dos años, de los cuales menos de 5,000 murieron, un panorama que contrasta con las cifras en el resto del mundo. (Foto: STR / CNS / AFP).

El drama de una mujer que tuvo un aborto a los ocho meses de embarazo a las puertas de un hospital y no fue atendida por tener caducada su prueba de coronavirus ha puesto en entredicho las estrictas reglas en .

En China, el país donde fue detectado por primera vez el virus a finales del 2019, mantiene una estrategia “cero COVID” que permitió sofocar rápidamente la epidemia, pero esta táctica implica un coste social y económico muy alto.

¿Cómo funciona?

A partir del momento en que se detectan casos de COVID-19, las autoridades imponen medidas estrictas de confinamiento y proceden a realizar pruebas masivas y sucesivas a la población.

Esta estrategia implica que desde hace dos semanas los 13 millones de habitantes de la metrópolis de Xian, en el norte de China, están confinados tras detectar sólo 150 casos.

Las personas tienen prohibido salir de sus hogares y si son casos contacto pueden ser trasladadas a centros de cuarentena, que en general son hoteles reconvertidos.

En todo el país, el uso de mascarilla sigue siendo la norma en los transportes y en los lugares públicos y se requiere el pase sanitario para entrar a centros comerciales y oficinas.

¿Funciona esta política?

En base a los datos oficiales, China logró limitar los contagios a 100,000 casos en dos años, de los cuales menos de 5,000 murieron, un panorama que contrasta con las cifras en el resto del mundo.

Por ejemplo, Estados Unidos superó el nivel de un millón de contagios en 24 horas a principios de semana.

En el país la vida ha vuelto a la normalidad en gran medida, pero las autoridades están vigilantes, especialmente en vísperas de los Juegos Olímpicos de Inverno de Pekín, que se celebrarán entre el 4 y el 20 de febrero.

“No podemos impedir localmente la aparición de casos individuales, pero si tenemos una total confianza en la capacidad de eliminar rápidamente los focos de contagio”, declaró en diciembre Liang Wannian, un alto funcionario de Salud.

¿Quiénes son los perdedores?

Los residentes de zonas confinadas se han quejado de la falta de alimentos y de que el acceso a los hospitales es complicado.

A una mujer embarazada de ocho meses se le denegó la entrada a un hospital de Xian ya que no contaba con una prueba antiCOVID de menos de 48 horas.

El aborto que sufrió a las puertas del establecimiento generó una gran polémica en las redes sociales, lo que llevó a las autoridades a pedir disculpas oficiales a la paciente y a sancionar a los responsables, algo inusual en China.

Con las fronteras prácticamente cerradas y con los billetes de aviones que alcanzan precios exorbitantes, muchas familias llevan más de dos años sin verse.

Si bien China fue la única de las grandes economías que tuvo un crecimiento en el 2020, algunos sectores como el transporte, el turismo o la hotelería y la restauración todavía no vuelven al nivel que tenían antes de la crisis.

En el plano local, las medidas de confinamiento generaron cierres de fábricas y perturbaron las cadenas de suministro.

¿Hasta cuándo?

“China probó que se puede mantener una estrategia ‘cero COVID’ casi indefinidamente”, constató el epidemiólogo Ben Cowling de la Universidad de Hong Kong.

En la práctica, el país cerró sus fronteras en marzo del 2020, reduciendo al mínimo el número de vuelos internacionales y de visas que se conceden a visitantes extranjeros.

Con respecto a los ciudadanos chinos, el Estado dejó de renovar pasaportes, salvo en casos de necesidad imperiosa.

Pero el fin de los viajes al extranjero sólo afecta a una minoría de la población.

Las pocas voces críticas sobre esta política del gobierno son acusadas de colusión con el extranjero.

En julio, el prestigioso virólogo Zhang Wenhong sugirió que hay que “aprender a vivir con el virus” y justo después fue objeto de una investigación de su propia universidad.

¿Qué pasaría si China dejara las restricciones?

Teniendo en cuenta su sobrepoblación y el hecho de que el país tiene un sistema hospitalario insuficiente, los investigadores de la Universidad de Pekín advirtieron que el país podría sufrir un nivel de contagios “colosal”, si se relajaran las restricciones.

Ivan Hung, epidemiólogo de la Universidad de Hong Kong, estima que una nueva generación de vacunas más eficaces contra las variantes delta y ómicron podría permitir que se evite lo peor.

Hasta ahora Pekín ha vacunado a su población con fórmulas de origen nacional.

Para el régimen comunista sería problemático convencer a su población de suavizar las medidas y dejar que aumenten los contagios, frente al caos sanitario en el resto del mundo, que los medios nacionales exponen a diario.

“La transición (a otro tipo de estrategia sanitaria) podría ser complicada ya que la sociedad tiene la costumbre de vivir con un nivel bajo de transmisión del virus”, observó el investigador Thomas Hale, de la Universidad de Oxford en el Reino Unido.