La invasión rusa de Ucrania amenaza a millones de diminutos brotes primaverales que deberían emerger de los tallos de trigo de invierno latente en las próximas semanas.
Si los agricultores no consiguen nutrir pronto esos cultivos, brotarán muchos menos macollos, poniendo en peligro una producción nacional de trigo de la que dependen millones de personas en el mundo en desarrollo.
El trigo se sembró el pasado otoño boreal y, tras un breve periodo de crecimiento, quedó inactivo durante el invierno. Sin embargo, antes de que el grano vuelva a la vida, los agricultores suelen esparcir fertilizante que estimula el crecimiento de las yemas secundarias desde los tallos.
Cada tallo puede tener tres o cuatro hijuelos, lo que aumenta exponencialmente el rendimiento por tallo de trigo.
Pero los agricultores ucranianos, que el año pasado produjeron una cosecha récord de cereales, afirman que ahora carecen de fertilizantes, así como de pesticidas y herbicidas. E incluso si tuvieran los materiales, no pueden conseguir el combustible suficiente para sus equipos, añaden.
Elena Neroba, directora de Desarrollo de Negocios de la empresa de corretaje de cereales Maxigrain, que tiene su sede en Kiev, dijo que los rendimientos del trigo de invierno de Ucrania podrían caer un 15% en comparación con los últimos años si no se aplican los fertilizantes ahora. Algunos agricultores advierten que la situación podría ser mucho peor.
Agricultores ucranianos dijeron a Reuters que sus rendimientos de trigo podrían caer a la mitad, y quizás más, lo que tiene repercusiones no sólo para Ucrania. Países como Líbano, Egipto, Yemen y otros han llegado a depender del trigo ucraniano en los últimos años. La invasión rusa ya ha provocado que los precios del cereal se disparen un 50% en el último mes.
La crisis agrícola ucraniana ocurre en un momento en que el valor de los alimentos en todo el mundo ya se había disparado durante meses debido a los problemas de la cadena de suministro mundial atribuidos a la pandemia de COVID-19.
Los precios de los alimentos alcanzaron un récord en febrero y han subido más del 24% en un año, informó la semana pasada la agencia alimentaria de la ONU.
Los precios internacionales de los alimentos y los piensos podrían aumentar hasta un 20% como consecuencia del conflicto en Ucrania, lo que provocaría un aumento de la malnutrición en el mundo, dijo el viernes la agencia alimentaria de Naciones Unidas.
Ucrania y Rusia son los principales exportadores de trigo, y juntos representan alrededor de un tercio de las exportaciones mundiales, casi todas las cuales pasan por el Mar Negro.
Svein Tore Holsether, presidente de Yara International, que tiene su sede en Noruega y es el mayor fabricante mundial de fertilizantes a base de nitrógeno, dijo que le preocupa que decenas de millones de personas sufran escasez de alimentos debido a la crisis agrícola en Ucrania.
“Para mí, no se trata de si estamos entrando o no en una crisis alimentaria mundial. Es cuán grande será la crisis”, manifestó.
Los funcionarios ucranianos dicen que todavía tienen la esperanza de que el país tenga un año relativamente exitoso. Gran parte de esa esperanza recae en los agricultores del oeste del país, que, hasta ahora, han estado lejos de los disparos.
Sin embargo, las autoridades están tomando medidas para proteger los suministros internos y garantizar que la población ucraniana se alimente, lo que supone otro posible golpe a los envíos de exportación. El ministro de Agricultura, Roman Leshchenko, señaló el martes que el país estaba prohibiendo la exportación de varios productos básicos, incluido el trigo.
Leshchenko ha reconocido la amenaza que pesa sobre el suministro de alimentos de Ucrania y que el Gobierno estaba haciendo lo posible para ayudar a los agricultores.
El gobierno de Vladimir Putin afirma que está llevando a cabo una operación militar especial en Ucrania para desmilitarizar y capturar a nacionalistas peligrosos. Ha negado haber atacado deliberadamente a la población e infraestructuras civiles, a pesar de ataques documentados contra hospitales, edificios de apartamentos y ferrocarriles.
Las exportaciones de grano son una piedra angular de la economía ucraniana.
En las próximas semanas, los agricultores deberían empezar a plantar también otros cultivos, como el maíz y el girasol, pero tienen dificultades para conseguir las semillas que necesitan, dijo Dykun Andriy, presidente del Consejo Agrícola de Ucrania, que representa a unos 1,000 agricultores que cultivan cinco millones de hectáreas.
Andriy advirtió que el combustible es el problema crítico ahora. A menos que los agricultores puedan conseguir gasóleo para hacer funcionar sus equipos, el trabajo agrícola de primavera será imposible y las cosechas de este año estarán condenadas. “Hay un gran riesgo de que no tengamos suficiente alimento para nuestra gente”.
Neroba, de Maxigrain, consideró que los agricultores se enfrentan a la escasez de combustible porque las necesidades militares tienen prioridad.
El agricultor ucraniano Oleksandr Chumak dijo que se está trabajando poco en sus campos, a unos 200 kilómetros al norte del puerto de Odesa en el Mar Negro. Cultiva 3,000 hectáreas de trigo, maíz, girasoles y colza. Aunque tenía combustible para llevar su equipo a los campos, reconoció que no tenía suficiente fertilizante para todos sus cultivos ni herbicidas.
“Normalmente tenemos quizá de seis a siete toneladas (de trigo) por hectárea. Este año, creo que si conseguimos tres toneladas por hectárea, será muy bueno”, comentó Chumak. Añadió que mantiene la esperanza de que los agricultores encuentren la forma de cultivar suficientes alimentos para sus compatriotas, pero no espera que se exporte mucho.
En el norte de Ucrania, explicó que unos amigos suyos se han visto reducidos a sacar combustible de una zanja que se llenó de gasóleo después de que un ataque ruso a un tren derramó combustible de varios camiones cisterna. Otros amigos, en las zonas ocupadas cerca de Jersón, están rebuscando en el gasóleo de los convoyes de camiones cisterna rusos emboscados y abandonados, dijo Chumak.
Actualmente, dedica gran parte de su tiempo a prepararse para un asalto ruso. “Vivo en Odesa. Todos los días veo volar cohetes sobre mi casa”.
Val Sigaev, un corredor de cereales de R.J. O’Brien en Kiev, que salió de la ciudad la semana pasada, dijo que no está claro hasta qué punto será posible realizar las labores agrícolas habituales de primavera: plantar y fertilizar. Los altos precios del gas natural -un importante insumo para los fertilizantes- hicieron subir los abonos, por lo que algunos agricultores habían pospuesto las compras.
“Algunos creen que podríamos plantar hasta la mitad de la cosecha. Otros dicen que sólo se plantará en el oeste y que lo que se produzca será estrictamente para las necesidades ucranianas”, afirmó Sigaev.
La situación es especialmente grave en la ciudad portuaria meridional de Jersón, la primera que Rusia capturó tras invadir el país el 24 de febrero. El tiempo primaveral aumenta la urgencia de los agricultores: si no se ocupan ahora de sus campos, la cosecha de este año será un fracaso.
Andrii Pastushenko dirige una granja de 1,500 hectáreas al oeste de la ciudad, cerca de la desembocadura del río Dnipró. El pasado otoño sembraron unas 1,000 hectáreas de trigo, cebada y colza.
Los trabajadores de su granja necesitan ahora entrar en esos campos, pero no pueden, y han perdido el acceso al combustible. “Estamos completamente aislados del mundo civilizado y del resto de Ucrania”.
Además, muchos de los 80 trabajadores de Pastushenko no pueden venir a la granja porque viven a unos kilómetros al norte, al otro lado de la línea del frente. Los problemas se agravan porque la región es más seca que otras zonas agrícolas del país y sus campos necesitan ser regados. Y eso también requiere combustible.
A diferencia de muchos, Pastushenko tiene una reserva de 50 toneladas métricas de fertilizantes a base de nitrógeno. Sin embargo, con los combates a su alrededor, no está seguro de que eso sea algo bueno: el fertilizante es altamente explosivo. “Si algo cae desde un helicóptero, podría volar todo el lugar”, dijo.
Pastushenko teme que la cosecha sea mala. El año pasado, sus campos de trigo y cebada rindieron unas cinco toneladas métricas por hectárea. Si no rocía insecticida -que dice no poder conseguir- y esparce el fertilizante, duda que obtenga un tercio de esa cantidad.
“No tengo ni idea de si podremos cosechar algo. Algo saldrá de la tierra, pero no será suficiente para alimentar nuestro ganado y pagar a nuestro personal”, dice.
A unos 150 kilómetros al oeste de la granja de Pastushenko se encuentra el puerto de Odesa en el Mar Negro, que sigue bajo control ucraniano. En tiempos de paz, gran parte de las exportaciones agrícolas ucranianas llegan a los barcos del puerto, el más activo de Ucrania. Hoy, ninguno sale y la ciudad está sitiada por las fuerzas rusas.
Gran parte de la cosecha ucraniana debía exportarse al norte de África, Oriente Medio y el Levante. Según el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de las Naciones Unidas, Ucrania suministra a Líbano más de la mitad del trigo que importa, a Túnez el 42% y a Yemen casi una cuarta parte. Ucrania ha crecido hasta convertirse en el mayor proveedor de alimentos del PMA.
Para algunos países, el aumento de los precios podría perjudicar tanto a los gobiernos como a los consumidores, debido a las subvenciones estatales a los alimentos.
Egipto, que en la última década ha dependido cada vez más del trigo ucraniano y ruso, subvenciona en gran medida el pan para su población. A medida que el precio del trigo suba, también lo hará la presión sobre el gobierno para que aumente el precio del pan, dijo Sikandra Kurdi, investigadora del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias con sede en Dubái.
El programa de subsidios alimentarios del país cuesta unos US$ 5,500 millones anuales. Actualmente, casi dos tercios de la población puede comprar cinco barras de pan redondo al día por 50 centavos de dólar al mes.
Otros países en desarrollo con subsidios similares también lidiarán con el aumento de los precios del trigo. En el 2019, las protestas por el aumento del precio del pan en Sudán contribuyeron al derrocamiento del jefe de Estado, Omar al-Bashir.