Mohamed Kullab, con sus pequeños puños cerrados y ojos oscuros, nació hace pocos días, semanas después del comienzo de la guerra entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza.
“Uno no debería nacer en estas circunstancias”, dice a su madre, Fadwa Kullab, que dejó su casa en Rafah para instalarse con su familia en una escuela de la ONU en esta ciudad del sur del territorio palestino.
Buscan escapar de los ataques del ejército israelí que bombardea el territorio palestino desde que el movimiento islamista Hamas atacó Israel el 7 de octubre, matando a más de 1,200 personas, en su gran mayoría civiles, según las autoridades.
“Su nacimiento fue la experiencia más difícil de mi vida”, detalla la madre, que se declara indefensa e incapaz de proteger a sus hijos.
Más de 11,200 personas, en su mayoría civiles, incluidos más de 4,500 niños, murieron en los ataques israelíes en la Franja de Gaza desde el inicio de la guerra, según el gobierno de Hamás, en el poder en Gaza.
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Varios bebés prematuros murieron en los últimos días por falta de electricidad en los hospitales del norte del territorio, la parte más afectada por los combates.
Al igual que varias madres de recién nacidos entrevistadas en Gaza, la mamá de Mohamed afirma que él se niega a ser amamantado. “No come bien”, admite, a pesar que ella dio el pecho “a todos sus hijos”.
Las mujeres que amamantan a sus hijos deben beber aproximadamente tres litros de agua al día y aumentar sus raciones de alimentos para producir leche materna, pero el acceso al agua potable y los alimentos es cada vez más difícil en Gaza.
Kullab subraya que también le resulta difícil encontrar leche maternizada y pañales.
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Falta de material para partos y recién nacido
Najwa Salem, de 37 años, sostiene a su segundo hijo envuelto en varias mantas gruesas. El lactante tiene ictericia, pero en Gaza más de la mitad de los hospitales están fuera de servicio y los demás no tienen suficiente combustible para realizar las sesiones de fototerapia.
Para minimizar el riesgo de daño neurológico, debe ser expuesto a la luz del día, pero su madre vacila a causa de las “basuras que se amontonan y de los bombardeos”.
En el aula de una escuela de Rafah, donde ahora vive junto a otras 70 personas, le preocupa que la cicatriz de su cesárea se infecte.
El hospital donde dio a luz la obligó a partir después de una noche “porque tenían demasiados heridos que curar”, indica.
El polvo, omnipresente después de los bombardeos, es otra amenaza, especialmente para los niños prematuros que sufren dificultades respiratorias.
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Um Ibrahim Alayan, embarazada de ocho meses, tose, como el resto de su familia, desde que huyó de su barrio bajo los ataques aéreos.
Sus ataques de tos podrían haber provocado las contracciones prematuras que sufre desde hace unos días.
Sus manos pasan de su vientre a su rostro agotado y termina sollozando. “Estoy aterrorizada. Solo quiero abrazar a mi bebé. Siento que podría perderlo en cualquier momento”, afirma.
En la franja costera, 50,000 mujeres están embarazadas y más de 180 dan a luz todos los días sin tener “a dónde ir”, afirma Dominic Allen, representante del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) en los territorios palestinos.
“Estimamos que al menos 15% de los nacimientos implicarán complicaciones que requerirán atención obstétrica”, no disponibles en Gaza en guerra, señala.
El UNFPA logró introducir 8,000 “kits de higiene para el parto” que contienen un elemento para cortar el cordón umbilical, una manta para calentar al recié nacido y sábanas desechables.
Una gota de agua en el océano de las necesidades de los 2.4 millones de habitantes de Gaza y sobre todo de las mujeres embarazadas a veces obligadas a dar a luz en campamentos improvisados o en la carretera.
Fuente: AFP
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