Tras celebrar la salida de las tropas estadounidenses, los talibanes comenzaron este miércoles a abordar la enorme tarea de gobernar uno de los países más pobres del mundo, que aún no sabe qué esperar de ellos.
Los talibanes esperaban que los últimos soldados extranjeros abandonaran Afganistán para anunciar la composición de su gobierno, algo que ocurrió el lunes, poco antes de la medianoche, cuando los últimos militares estadounidenses salieron del país.
Esta retirada, que el presidente estadounidense, Joe Biden, defendió firmemente el martes, puso fin a una guerra de 20 años desencadenada por la intervención de una coalición internacional liderada por Estados Unidos para expulsar a los talibanes del poder tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Los talibanes han expresado su deseo de formar un “gobierno representativo”. Para la comunidad internacional, el cumplimento o no de este compromiso será una primera señal de cuánta confianza se puede depositar en ellos.
Desde que tomaron el poder el 15 de agosto, tras una campaña militar cuya rapidez y eficacia sorprendió a Occidente, han intentado presentar una imagen de apertura y moderación.
Pero muchos afganos y líderes extranjeros no creen en sus promesas y temen que se repita el régimen fundamentalista que pusieron en práctica cuando gobernaron el país entre 1996 y 2001.
Durante esos años impusieron una versión muy rigurosa de la ley islámica. A las mujeres no se les permitía trabajar ni estudiar y los ladrones y asesinos se enfrentaban a terribles castigos.
La mayoría de los países han advertido que juzgarán a los nuevos gobernantes por sus actos. Estados Unidos está dispuesto a “trabajar” con los talibanes, pero “hay que ganarse la legitimidad y el apoyo”, advirtió el lunes el Secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken.
Desfile militar
“Queremos buenas relaciones con Estados Unidos y el mundo”, aseguró por su parte el principal portavoz de los talibanes, Zabihullah Mujahid.
Los talibanes mantuvieron entre el sábado y el lunes un consejo de sus líderes en Kandahar (sur), bastión del movimiento y segunda ciudad más grande del país, bajo la dirección de su líder supremo Hibatullah Akhundzada, nombrado en el 2016, pero que hasta ahora no ha hecho nunca una aparición pública.
Las conversaciones se centraron en la formación del gobierno, la seguridad y el restablecimiento de los servicios públicos, según un comunicado publicado el martes.
El miércoles desfilaron en Kandahar a bordo de vehículos militares, entre ellos muchos Humvees tomados a los estadounidenses, a la OTAN y al antiguo gobierno en el campo de batalla.
Muchos de los vehículos enarbolaban la bandera blanca con inscripciones negras de los talibanes, según constató un periodista de la AFP.
Los islamistas, que prometieron no vengarse de quienes trabajaron para el gobierno anterior, deben volver a poner en marcha la economía, devastada por la guerra y que depende principalmente de la ayuda internacional, gran parte de la cual ha sido congelada.
Su reto más urgente será encontrar los fondos para pagar los salarios de los funcionarios y mantener en funcionamiento las infraestructuras vitales (agua, electricidad, comunicaciones).
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, advirtió el martes de una inminente “catástrofe humanitaria” en Afganistán y de un “colapso total de los servicios básicos”, por lo que pidió fondos para el país.
Los talibanes también deben demostrar que tienen la experiencia necesaria para dirigir el país, ya que decenas de miles de afganos, a menudo entre los más calificados, han sido evacuados.
Libre circulación de afganos
El resto del mundo también está esperando sus anuncios sobre el aeropuerto de Kabul, desde donde los países occidentales evacuaron a más de 123,000 personas, afganos y extranjeros, entre el 14 y el 30 de agosto.
Este aeropuerto es de “importancia existencial” para llevar ayuda humanitaria a Afganistán, declaró el martes la canciller alemana Angela Merkel.
Los talibanes han dicho que quieren encargarse de la seguridad, pero están en conversaciones con Turquía para lo que atañe a la logística.
Catar instó este miércoles al nuevo régimen a garantizar una “vía segura” para quienes quieran partir del país.
“Hemos insistido, con los talibanes, en la cuestión de la libertad de movimiento para que haya una vía segura para la gente que quiere partir o entrar”, declaró en Doha el jefe de la diplomacia catarí, Mohammed bin Abderrahman Al Thani.
Catar desempeñó un papel de mediador en el proceso de paz entre el gobierno afgano y los talibanes, antes de que estos tomaran el poder. Doha mantiene desde entonces un vínculo privilegiado con el nuevo régimen islamista instalado en Kabul.
En un discurso pronunciado desde la Casa Blanca el martes por la noche, Biden dijo que la retirada de las tropas de Afganistán fue “la mejor decisión para Estados Unidos”.
“Esta es la decisión correcta. Una decisión sabia. Y la mejor decisión para Estados Unidos”, señaló.
Biden está siendo muy criticado en su país y muchos estadounidenses se preguntan de qué sirvieron las dos décadas de guerra en Afganistán.