Lila, Glee y Pistache se acuestan en su establo para su siesta diaria después de haberse alimentado con maíz, hierba y cereales, y aprovechar el aire de dos ventiladores gigantes, en plena ola de calor en Francia.
A 780 metros de altitud, en Saint-Martin-en-Haut (este), la temperatura exterior es de 34° centígrados, pero los dos ventiladores, de 4,5 metros de diámetro, refrescan en algunos grados el interior del establo que alberga 35 vacas lecheras.
“Debido a la evolución del clima, los ganaderos se adaptan constantemente”, asegura Nicolas Joannon, propietario de la granja, explicando que cuando suben las temperaturas, el “estrés térmico” provoca que las vacas se alimenten menos y produzcan “un poco menos de leche”.
“Si aseguramos las buenas condiciones para superar estos episodios, inmediatamente después de la ola de calor, los animales recuperarán su nivel inicial de rendimiento y seguirán produciendo leche de calidad para los consumidores”, agrega el hombre de 34 años.
Las vacas lecheras son muy sensibles a la temperatura. A partir de 22° centígrados y un 50% de humedad, acumulan el calor en su organismo y pueden producir dos litros menos de leche de los entre 28 y 38 litros diarios por vaca.
Para evitarlo, Nicolas Joannon instaló en el 2020 dos ventiladores en el techo del establo de su vacada, una inversión de 9,000 euros (US$ 9,230).
Los dos gigantes metálicos se ponen en marcha automáticamente en función de la temperatura y, a medida que el calor sube, su velocidad aumenta hasta alcanzar el pleno rendimiento.
El ganadero, que posee 45 hectáreas, señala que “se sacrifican menos vacas desde que están los ventiladores”.
“A 22° centígrados, la vaca puede adaptarse, pero a partir de 28°-30° centígrados, sufrirá”, explica Alexandre Batia, de 44 años y experto en ventilación de la asociación local Rhône Conseil Élevage, que aconseja a los agricultores.
180 litros de agua diarios
“Cada vez hay más expedientes de ganaderos que esperan que se les acondicionen” los establos y una explotación de cada cinco ya dio el paso, asegura Batia, que acompañó a Joannon en su instalación.
Pero estos dispositivos deben “apoyar” las “buenas prácticas”. “Los ganaderos deben dar prioridad a la alimentación vespertina o agregar abrevaderos adicionales”, ya que las vacas pueden beber hasta 180 litros de agua diarios.
Bertrand Fagoo, del Instituto francés de la Ganadería (Idele), precisa que los ventiladores son un “factor secundario de mejora”, que debe instalarse después de abrir más el establo y proporcionar más sombra.
“No hay que remover el aire caliente y viciado en un recinto cerrado”, insiste el investigador de 53 años.
Pulverizar agua sobre los animales puede ser otra opción para limitar el estrés térmico, pero presenta el riesgo de un aumento de la humedad, explica Alexandre Batia.
En su opinión, los establos deben además ventilarse de forma “homogénea”, ya que “en caso contrario, las vacas van a juntarse en las zonas más favorables, bloqueando la circulación [del aire] y acumulando el calor, que no es el objetivo buscado”.