El resultado electoral en Francia este domingo, más allá de una nueva victoria en apariencia holgada de Emmanuel Macron, pone en evidencia un país muy fracturado con una extrema derecha en niveles récord que compromete el margen de maniobra del presidente para aplicar su programa.
Con alrededor del 42% de los votos, la candidata ultraderechista Marine Le Pen se queda muy por encima de la apabullante derrota que sufrió en el 2017, cuando se tuvo que contentar con el 33.9% y Macron se alzó de forma aplastante con la victoria con el 66.1 %.
Si a eso se suma un nivel de abstención inédito en más de medio siglo (en torno al 28%, frente al 25.44% en el 2017) y sobre todo que en la primera vuelta los candidatos con propuestas radicales o populistas reunieron casi el 60% de los sufragios, el cóctel aparece potencialmente explosivo.
Consciente de esos elementos, en su primera declaración tras su victoria, Macron reconoció que “el enfado” que ha llevado a muchos franceses a votar por la extrema derecha “debe encontrar una respuesta”, como también afirmó estar comprometido con los que votaron por él para evitar el triunfo de Marine Le Pen.
El secretario de Estado de Asuntos Europeos, Clément Beaune, confesó que “la fractura” que muestran los resultados de las urnas no auguran un segundo mandato fácil para Macron ya que “no se gobierna solo con un electorado urbano y de personas mayores”.
Le Pen, ganadora entre las categorías más populares
Se refería así al último estudio de Ifop, que anticipaba que a Macron le votan muy mayoritariamente los pensionistas (un 65%, según este instituto demoscópico), las grandes ciudades y toda la región de París, así como las clases sociales de los estratos superiores.
La otra cara es que Macron queda muy por detrás de Le Pen entre los obreros (34% frente a 66%), entre los empleados (44% frente a 54%) y entre las personas con bajo nivel de estudios.
En consecuencia, también entre las dos categorías con los ingresos más bajos: tanto entre los considerados pobres, que ganan menos de 970 euros al mes (41% de votos para Macron frente a 59% para Le Pen) como entre los que reciben entre 970 y 1,450 euros (46% frente al 54%).
La lectura del campo de la candidata ultraderechista es que Marine Le Pen no solo ha triunfado entre la Francia que se siente abandonada ante los efectos de la globalización, sino que ha conseguido progresar notablemente entre categorías profesionales clave para proyectarse en el futuro, como son los activos y los empresarios.
“Hay un enfado enorme” y “todos esperamos movimientos sociales duros”, explicaba pocos días antes de la votación a Efe Agnès Verdier Molinié, directora de la Fundación para la Investigación sobre las Administraciones y las Políticas Públicas (iFRAP), un laboratorio de ideas abiertamente liberal.
Para Verdier Molinié, “los franceses saben que la situación es grave” porque a pesar de la impresión que pueden dar de bonanza relativa algunos indicadores macroeconómicos, en realidad el país lleva más de dos decenios alejándose del nivel de los más ricos de Europa, como Alemania, Dinamarca y Suiza, y acercándose a los del sur.
El primer mandato de Macron termina con una tasa de paro a finales del 2021 del 7.4%, la más baja desde el 2008, y un 73.5% de activos, el mayor porcentaje desde que empezaron los registros en 1975.
Desde el verano del 2021 el Producto Interior Bruto (PIB) se ha situado por encima del que se registraba a finales del 2019, antes de que se manifestaran los efectos de la COVID.
El modelo social francés es de los más protectores para las personas con bajos recursos, y a él se dedica el 31% del PIB, el porcentaje más elevado en la OCDE. Eso reduce radicalmente las desigualdades.
Las pensiones, de nuevo el gran reto de las reformas
Las protestas de los “chalecos amarillos” obligaron a un cierto giro más social de Macron, que además acabó renunciando a llevar adelante la que había presentado como “la madre de todas las reformas”, la de las pensiones, oficialmente por la crisis de la COVID.
Un proyecto que ahora plantea como el retraso progresivo de la edad mínima de jubilación de 62 a 65 años, lo que ha suscitado un rechazo furibundo y compartido tanto por Le Pen como por el líder de la izquierda radical, Jean-Luc Mélenchon, que no hay que olvidar que en la primera vuelta quedó en tercera posición con el 21.95 % de los votos.