Las turbinas eólicas se alzan hasta donde alcanza la vista sobre las colinas que rodean el pueblo costero de Agii Apostoli, en la isla griega de Eubea, una verdadera “tortura” para los ojos y oídos de los habitantes, indignados por el daño que causa a esta región.
“‘Porqué haber dejado cometer este crimen’, nos preguntan los turistas que vienen aquí desde hace años”, explica Stamatoula Karava, responsable de una asociación cultural local.
Desde su casa, donde le gusta contemplar las montañas en el horizonte, esta vecina de Agii Apostoli se indigna de que la vista esté “completamente arruinada” por los aerogeneradores “gigantes”, cuyas pequeñas luces rojas parpadean toda la noche.
A unos 80 km al noreste de Atenas, la isla de Eubea figura entre las primeras regiones de Grecia en acoger un parque eólico hace veinte años, pero la multiplicación de las inmensas estructuras en los últimos años saturó el sur de la isla, poco poblado.
El municipio de Karystos, con una superficie de 672 km2, cuenta con más de 400 turbinas eólicas, algunas de las cuales han sido instaladas incluso a lo largo de la carretera principal.
Las más antiguas están abandonadas, con las hélices rotas, en una colina, “sin ningún programa de reciclaje. Un verdadero escándalo”, denuncia Chryssoula Bereti, presidenta del Frente antieólico de Karystos.
Azotada por los fuertes vientos del mar Egeo, “Eubea es una isla de gran capacidad eólica, donde se otorgaron numerosas licencias, alcanzando casi un nivel máximo”, explica Athanasios Dagoumas, presidente de la Autoridad griega de la Regulación de la Energía (RAE).
Retroceso del lignito en Grecia
La potencia máxima de la energía eólica en el país, actualmente de 8,205 MW, se multiplicó por más de seis en dos años, según la RAE.
Para cumplir con sus compromisos europeos sobre el cambio climático, Grecia tuvo que realizar un gran esfuerzo para hacer más verde su energía.
El principal recurso del país, el lignito (carbón mineral), está perdiendo velocidad, con el cierre de algunas fábricas o su transformación en unidades de gas natural.
Grecia depende ahora sólo en un 10% del lignito y recurre más al gas natural (40%) y a las energías renovables (30%), de las cuales 18% son eólicas.
Pero con su relieve montañoso y su rica biodiversidad, “no se pueden tolerar tantos parques eólicos en Grecia”, estima Dimitris Soufleris, responsable de la sociedad de protección del medio ambiente de Kymi, en el centro de Eubea.
Bajo el liderazgo del movimiento “Montañas libres sin turbinas eólicas”, las protestas se multiplicaron el año pasado en las regiones montañosas, sobre todo en el norte del país, en el macizo de Pindos, así como en las islas cicládicas de Tinos, Andros y Skyros.
Según Dagoumas, el gobierno griego se vio obligado a prohibir las turbinas eólicas en seis zonas montañosas en las que “se revocaron las licencias”. En el norte de Eubea, donde los espesos bosques fueron devastados el verano pasado por grandes incendios, la construcción prevista de aerogeneradores fue suspendida “por el momento”.
En los dos últimos años, los paneles fotovoltaicos superaron a los aerogeneradores, que son “más exigentes” y más caros en promedio, subraya Athanasios Dagoumas.
No obstante, Soufleris afirma que próximamente habrá 18 nuevas turbinas eólicas cerca de Agii Apostoli.
Nikos Balaskas, cuya casa está situada a 340 metros de las turbinas, llevó el tema ante la justicia: “Como ingeniero, no estoy en contra de la energía verde, pero se tienen que respetar las normas” ya que, a este nivel de molestias, “es una tortura, un calvario, no podemos dormir por culpa del ruido”.