Luego de que Occidente dejara de cooperar con Rusia en el Ártico por su invasión de Ucrania, Canadá se impuso la tarea de reforzar defensas en lo que su mayor general nombró como “el frente norte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)”.
El jefe del Estado Mayor conjunto militar de Canadá, el general Wayne Eyre, advirtió que se necesita “mucho más esfuerzo” para reforzar la seguridad nacional, con un fuerte “enfoque en el norte”.
La ministra de Defensa, Anita Anand, que planea viajar próximamente al Ártico, también prometió realizar nuevas inversiones significativas que reducirán la brecha en el compromiso de Canadá con la OTAN de gastar 2% de su Producto Bruto Interno (PBI) en defensa, cuando actualmente lo hace con el 1.39%.
“Al mismo tiempo que observamos lo que ocurre en Ucrania, miramos de cerca lo que Rusia hace en el mundo, y el lejano norte es una importante área” de interés a defender, dijo Eyre en un conferencia sobre seguridad realizada en Ottawa este mes.
Anotó que Rusia “recuperó” en las últimas décadas “bases de la Guerra Fría que habían sido abandonadas” en la región. “No es inconcebible que nuestra soberanía pueda ser desafiada”, agregó.
El general y otros minimizaron la posibilidad de que Rusia invada con tropas el Ártico canadiense, citando el duro clima y los 1,600 kilómetros de mar helado que separan a los dos países. Noruega, que comparte una pequeña frontera terrestre con Rusia, debería estar más preocupada.
Ambas naciones junto con Estados Unidos y otros aliados de la OTAN desarrollaron ejercicios militares este mes en el norte, incluidas intercepciones de aviones bombarderos, el rastreo de minas en las aguas de Alaska y el aterrizaje de paracaidistas en el hielo.
Todos concuerdan en que la defensa norteamericana del Ártico, que incluye un programa de vigilancia que data de la Guerra Fría conocido como North Warning System (NWS), necesita una actualización para poder rastrear a aviones y sistemas de misiles más modernos.
Anand prometió “un robusto paquete para modernizar” el NWS y otras defensas continentales, que costarían decenas de miles de millones de dólares e incluyen rompehielos, buques de guerra y un contrato para adquirir 88 nuevos aviones caza que se definirá este año.
La ministra de Relaciones Exteriores, Melanie Joly, tras admitir en el foro de Montreal que Ottawa “debe equipar mejor a nuestros soldados”, anotó que Alemania decidió desembolsar US$ 112,000 millones para modernizar sus fuerzas armadas en respuesta a la invasión rusa de Ucrania.
‘Cabeza en la nieve’
Según el experto en asuntos del Ártico, Michael Byers, de la University of British Columbia, el gasto en defensa ha sido mucho tiempo relegado en las políticas canadienses.
Ottawa “no sintió ninguna necesidad” de hacerlo después del fin de la Guerra Fría, lo que podría haber sido justificado “si no se piensa que una potencia con armas nuclear va a invadir a una importante democracia”, explicó.
Robert Huebert, del Instituto Ártico de la Universidad de Calgary, lo definió como una “actitud de hundir la cabeza en la nieve”.
Pero la militarización rusa del Ártico y sus reclamos del año pasado sobre parte del norte rico en recursos que comparten Canadá y Dinamarca han devuelto al primer plano la soberanía del Ártico.
Byers opina que una invasión con tropas del Ártico sería “completamente irracional para Rusia”, anotando que “es realmente un entorno hostil” y un “largo camino” desde el territorio central.
La OTAN debería estar más preocupada por la presencia de la Armada rusa en el Ártico, añadió, incluidos los submarinos con misiles balísticos de propulsión nuclear estacionados en Murmansk, cerca de la frontera entre Rusia y Noruega. “La amenaza está en Europa en este momento. No está aquí”, dijo.
Huebert, sin embargo, señaló que junto con el uso de nuevos misiles hipersónicos en Ucrania, Rusia ha vuelto a un “comportamiento de Guerra Fría”, que incluye incursiones por mar y tierra en “aguas soberanas de todos los estados del norte”, incluyendo Canadá.
Este mes en Canadá, Estados Unidos, Noruega, Islandia, Suecia, Dinamarca y Finlandia anunciaron que boicotearían encuentros del Consejo del Ártico, cuya presidencia ejerce actualmente Rusia.
Los guardacostas canadienses también dejaron de cooperar con Rusia por medio del Foro Ártico de Guardacostas.
El profesor de la Universidad de Ottawa, Mathieu Landriault, sugirió que la guerra en Ucrania ha vuelto a los canadienses más afines a la idea de incrementar el gasto militar para contrarrestar “una Rusia más agresiva”.
En el futuro espera ver “dos Árticos”: uno en donde Rusia habrá de colaborar con China para explotar los recursos minerales y energéticos submarinos y buscar desarrollar la Ruta del Marítima del Norte para sus barcos, y otro en el que “los otros siete no quieran saber nada de Rusia y cooperan solo entre sí”.
Esto podría llevar a debilitar las protecciones medioambientales en el norte, dijo, y dividir a las poblaciones indígenas con lazos económicos y culturales más allá de las fronteras del Ártico, como los Saami de Escandinavia y la península rusa de Kola. “Eso les haría daño”, resaltó.