Después de 12 años de matrimonio, fue finalmente la propaganda rusa la que acabó con la relación de Liubov Maric, ucraniana, con su esposo serbio.
La mujer admite que su matrimonio enfrentaba dificultades, pero tras la invasión de Ucrania en febrero las cosas empeoraron debido a que su esposo consume gran cantidad de propaganda rusa.
Ya no podía reconocer al hombre de quien se había enamorado, admitió y aseguró que en un momento él le prohibió a su hijo escuchar música folclórica ucraniana por considerarla “nazi”.
“Yo esperaba apoyo y comprensión, pero comenzó a culpar a todos menos a los rusos”, se quejó Maric, de 44 años. Poco después, hizo las maletas y regresó a Ucrania.
Lejos de la frontera rusa, los medios propagandísticos rusos encontraron oyentes en Serbia, donde persiste un odio a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y a Estados Unidos que llevó a muchos a tomar partido con Rusia en la guerra contra Ucrania.
Y aunque muchos países europeos buscaron eliminar la presencia de medios noticiosos rusos, estos sitios afloraron en Serbia, donde incluso los medios estatales reproducen abiertamente lo que divulga el Kremlin.
“Creo que la verdad está en algún punto intermedio, pero nadie lo está reportando. Así que sigo los medios rusos y occidentales e intento leer entre líneas y sacar mis propias conclusiones”, dijo Dario Acimovic, un diseñador gráfico de 27 años.
Los países occidentales “cerraron los medios rusos para que no se conozca la otra parte. Todo lo que acabas recibiendo es histeria”, agregó.
Culto a la personalidad
Bajo el mando del presidente Aleksandar Vucic, los medios serbios se han visto cada vez más obligados a seguir la línea gubernamental, mientas los pocos medios independientes que quedan tienen que hacer frente a presiones cada vez más importantes de las autoridades.
Antes de la guerra, el principal tabloide serbio, Informer, publicó varios artículos elogiando a Vladimir Putin, y sacó una portada dos días antes de la invasión con el título de “Ucrania ha atacado a Rusia”.
“Los medios de propaganda progubernamentales serbios crearon un culto a la personalidad de Putin que incluso supera a la que construyeron para Vucic”, dijo Dinko Gruhonjic, profesor de periodismo en la Universidad de Novi Sad.
Según la última encuesta de la organización prodemocracia Crta, dos tercios de la población se siente “más cerca” de Rusia y tres cuartos de los serbios creen que el Kremlin fue forzado a ir a la guerra por las intenciones de la OTAN de expandirse.
La misma consulta sugirió que 40% de la población apoya que Serbia desista de querer adherir a la Unión Europea (UE) y más bien se acerque a Moscú.
“Los medios progobierno tienen una postura claramente favorable hacia Rusia y negativa hacia Ucrania”, señaló Vujo Ilic, investigador y uno de los autores del sondeo.
“Rusia es la alternativa que se muestra a los votantes para demostrar que Serbia puede vivir sin la Unión Europea”, agregó.
Los vínculos culturales e históricos entre los dos países, predominantemente eslavos y cristianos ortodoxos, datan de siglos.
En la capital Belgrado, las camisetas con el rostro de Putin se venden en kioskos, y la letra Z, símbolo ruso de la invasión, aparece pintada en muros por toda la ciudad.
“No es cierto”
Las cicatrices de la campaña de bombardeo de la OTAN contra Serbia en 1999 son también un recuerdo amargo para muchos. “Yo no creo a la prensa occidental”, dijo Tihomir Vranjes, un jubilado de 73 años.
“Recuerdo lo que escribieron sobre los serbios durante las guerras. Nos describían como animales. No era cierto entonces, tampoco es ahora cierto lo que dicen de los rusos”, insistió.
El embajador ucraniano en Belgrado ha alzado la voz en señal de protesta, diciendo que “los ciudadanos de Serbia no están bien informados”.
Pero estar al día de las noticias no siempre es fácil en Serbia.
Para Liubov Maric, navegar a través de la avalancha de desinformación y propaganda que circula ha sido difícil, incluso cuando se tiene acceso a los relatos de primera mano de los familiares en Ucrania.
“La propaganda es tan eficaz que, tras cinco minutos de lectura, empiezo a cuestionarme a mí misma”, dijo.