Sentado junto a unos amigos, Jalal Mirahmadi, de unos 60 años, mira con melancolía el Zayandeh-roud, el río emblemático que cruza Isfahán en Irán y que lleva años agonizando, afectado por la sequía y el desvío de su cauce.
“Cuando era niño, el agua corría bajo los arcos del puente y a veces se desbordaba y llegaba a las calles aledañas”, comenta entre suspiros.
El Zayandeh-roud (“río fértil”, en persa) es el río más largo del centro del país. Recorre unos 400 km desde las montañas de Zagros, al oeste y luego serpentea bajo varios puentes históricos de la ciudad hasta llegar al lago Gavkhouni, en el este.
Pero, salvo excepciones, el río está seco desde el año 2000, cuando los responsables desviaron su cauce para abastecer a la provincia vecina de Yazd.
Los jóvenes están acostumbrados a ver su lecho seco. Como Ammir, un estudiante de liceo de 18 años, que cada vez pasa menos veces junto al río porque “ya no es agradable, sin agua”.
“La mayoría de mis recuerdos y los de mi generación están asociados a la sequía del río”, lamenta.
De vez en cuando, las autoridades abren provisionalmente las válvulas de la represa para regar los campos de trigo del este de Isfahán, tercera ciudad del país, con dos millones de habitantes.
Suelen hacerlo durante algunos días a mediados de mayo, y los lugareños y los turistas aprovechan para hacer fotos de ese paisaje ya efímero.
“¿Ven la muchedumbre de hoy? En unos días, ya no habrá nadie en el río, ya no verán más que a vejestorios como nosotros. Y vendremos únicamente para recordar”, dice Mirahmadi.
Selfis con el río
“Estos puentes históricos no tienen ningún sentido sin agua. Cuando corre el agua del Zayandeh-roud, los puentes tienen un aspecto y una belleza especiales”, apunta Ali-Mohammad Fassihi, a quien el Ministerio de Patrimonio y Turismo ha encargado que los supervise.
A la sombra de los árboles, a orillas del río, las familias descansan tomando té o fumando en pipas. También los hay que pasean o que navegan por el río en hidropedales.
Muchos se hacen selfis y fotos, sobre todo cerca de los puentes históricos de Khajou y de Si-o-Se Pol, construidos en el siglo XVII durante la edad de oro de Isfahán, que era la capital de Persia por aquel entonces.
“No tenía buenas fotos del reflejo del puente en el río, porque lleva seco desde que aprendí a hacer fotos”, comenta Mahnaz, un estudiante de arte de 27 años, cámara en mano.
Bajo los arcos del puente Khajou resuena la voz de un hombre que entona una canción melancólica sobre un amor perdido.
Bajo el majestuoso puente Si-o-Se Pol, Mohammad-Reza Abdollahi, un pintor de retratos, espera la llegada de clientes. Entretanto, dibuja el puente, bebiendo té.
“No había venido a Isfahán desde hacía diez años, porque había pocos turistas por culpa de la sequía del Zayandeh-roud. Solo quería quedarme una o dos semanas, pero alargué mi estancia” después de que abrieran las represas, dice.
“Perder a una madre”
Pero, a mitad de semana, las autoridades volvieron a cerrar las compuertas.
Al día siguiente, el agua solo discurría bajo dos arcos del puente Khajou, conocido por su ornamentación y sus escalones, que bajan hasta la corriente.
“Zayandeh-roud es el lugar de encuentro de todos los habitantes de Isfahán. Cuando están contentos, vienen a este rio y a sus puentes para festejar. Y cuando están tristes, vienen aquí para tranquilizarse”, cuenta Borna Moussavi, que milita por la protección del río y del patrimonio de la ciudad.
Para él, la desaparición del río “sería algo así como la desaparición de un miembro de la familia o de una madre para los habitantes de Isfahán. Zayandeh-roud es como una madre para nosotros”.