Con voz calma y un tono que parece hasta conciliador, el candidato ultraconservador chileno José Antonio Kast promete mano dura contra la delincuencia, habla de orden, reivindica la dictadura, promete crecimiento económico y un Estado eficiente. En momentos de incertidumbre, otorga certezas.
Y con esa estrategia, enarbolando la bandera de una derecha “sin complejos”, creció con fuerza en la campaña de las elecciones del domingo en Chile hasta ubicarse como líder de las preferencias superando levemente al candidato de izquierda, Gabriel Boric, con quien disputaría el balotaje.
Pero él desestima -al menos públicamente- los resultados de las encuestas, que tantas otras veces ha criticado. “Nunca nos hemos guiado por las encuestas”, “si me guiara por los expertos probablemente no estaría aquí”, ha dicho.
Uno de los ejes de su campaña es la “reconstrucción”, el crecimiento económico y la “restauración” del orden en un país golpeado por el estallido social de octubre de 2019, que dio pie a una ola de masivas protestas sociales contra la desigualdad y por la posterior pandemia de coronavirus.
“Atrevámonos a soñar. Es la hora de la esperanza, la hora de la reconstrucción. A los que sacaron sus recursos de Chile, ojalá que los vuelvan a traer”, afirmó por estos días en un encuentro de los candidatos presidenciales con empresarios.
Kast dice que es necesario fortalecer a los pequeños y medianos empresarios, asegura que defenderá el libre mercado y que combatirá la corrupción. “Aquí la derecha y la izquierda han usado al Estado como un botín”, dijo en esa misma oportunidad.
Kast arremete contra las manifestaciones que, con mucha menos fuerza, siguen ocurriendo cada semana en el centro de Santiago y que suelen terminar en hechos de violencia; cuestiona el trabajo de la convención que redacta una nueva Constitución, critica a toda la clase política y dice que el Congreso es “un circo”.
También promete mano dura para enfrentar el conflicto indígena mapuche que sacude el sur del país, asegurando que es “terrorismo”. Se opone al aborto, que en Chile sólo se permite en ciertas causales, y levantó controversia cuando propuso hace poco la construcción de una “zanja” para frenar la inmigración ilegal.
“Cada vez que se produce un hecho de violencia en Santiago o La Araucanía, Kast sube un punto”, dice el analista político Cristóbal Bellolio, que plantea que la estrategia de Kast es convertirse en un líder derechista y superar recientes resultados electorales del sector, más allá de si gana o no en esta oportunidad.
Ya en el 2017 llegó cuarto en la primera vuelta de las elecciones presidenciales.
El aspirante del pacto Frente Social Cristiano ha sido comparado con el brasileño Jair Bolsonaro y el estadounidense Donald Trump, pero él desestima esas comparaciones porque dice que la realidad de cada país es diferente.
“Nosotros queremos unir, queremos dialogar con todos, más allá del color político”, dijo ante los empresarios. “Soy una persona directa y franca, pero siempre soy respetuoso”, insistió.
Abogado de 55 años, casado, padre de nueve hijos y católico, Kast se preocupa de marcar distancia del impopular gobierno del centroderechista Sebastián Piñera, cuyo candidato Sebastián Sichel perdió fuerza viendo cómo emblemáticos miembros de su sector apoyaban al competitivo aspirante de la derecha dura.
Su hermano Michael fue ministro de Augusto Pinochet y él mismo reivindica el “legado económico” de la dictadura, a la que defiende sin ambigüedad. Antes de las elecciones del 2017 dijo que, de estar vivo, Pinochet votaría por él.
Fue militante y varias veces diputado por el partido derechista Unión Demócrata Independiente (UDI)- hoy en la coalición del gobierno de Piñera- al que renunció en el 2016 para seguir su propio camino.
En Twitter, donde interactúa constantemente con su medio millón de seguidores, despliega parte de su estrategia: “Nos dicen intolerantes y extremos, porque hablamos con la verdad y decimos las cosas de frente. A diferencia de la izquierda, jamás hemos avalado la violencia”.