Javier Milei fue elegido presidente de Argentina sobre la base de una radical promesa: reemplazar el inflacionario peso argentino por la estabilidad del dólar estadounidense.
Sin embargo, los informes más recientes sugieren que dicha dolarización es ahora un objetivo a “mediano plazo”, más que una prioridad inmediata, y la dolarización no está en la agenda oficial de las reuniones de Milei con el Fondo Monetario Internacional y miembros de la Administración de Joe Biden de esta semana.
Los dólares estadounidenses ya están por todos lados en Argentina, cualquier visitante puede dar fe de ello. Entonces, ¿por qué debería ser tan difícil la dolarización? Porque —como tenemos que admitir incluso aquellos de nosotros que estamos a favor de esta política— no importa cómo suceda, si ocurre, será complicado.
La forma más sencilla para que Argentina se dolarice sería inflar aún más el peso. Para argumentar, imaginemos una tasa de inflación del peso de mil millones por ciento al año. Los pesos no tendrían valor y las transacciones se realizarían en dólares estadounidenses (o en algunos casos en criptomonedas, que también son populares en Argentina).
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El problema es que los actuales tenedores de pesos se quedarían sin nada, lo que sería injusto y también podría destruir el apoyo a otros sectores de la agenda de Milei.
Para decirlo en términos más generales: la cuestión no es cómo adoptar una nueva moneda, sino cómo adoptar una nueva moneda y conservar un valor razonable para la antigua. Argentina, según algunas estimaciones, necesitaría unos US$ 30,000 millones para respaldar los pesos retirados.
Entonces, ¿podría el Gobierno dolarizar la economía apoderándose de las tenencias de dólares de los argentinos ricos y utilizar esos activos para respaldar los pesos? Los tenedores de pesos se convertirían a la moneda estadounidense, consagrando el dólar y deponiendo el peso.
Pero, una vez más, la política sería difícil. Además, muchos de esos dólares están en Estados Unidos, bajo colchones o en lugares de difícil acceso. El plan también parece injusto y pondría a las élites en contra de Milei.
Un plan más práctico, entonces, sería pedir prestado mucho dinero, estabilizar la posición fiscal de Argentina mediante una combinación de alzas de impuestos y recortes de gastos, y prometer una conversión de pesos en dólares a una tasa fija. Básicamente, así es como Ecuador dolarizó su economía en 2000, y así se ha mantenido.
Ahora sí estamos llegando a alguna parte. Sin embargo, quedan por delante algunos problemas importantes. El primero es que el FMI, en general, no favorece la dolarización y es poco probable que preste dinero a Argentina con ese fin. (Ecuador, si se lo pregunta, no consultó con las autoridades y anunció su plan de dolarización como una sorpresa, después de consumar algunos préstamos del FMI).
Otro asunto es cómo elegir una tasa de conversión de pesos a dólares. El Gobierno podría considerar las tasas actuales del mercado negro como una referencia aproximada, pero la tasa adecuada, después del cambio de política, no sería la misma que la tasa del mercado en este momento.
Si el Gobierno fijara el peso demasiado alto, en el corto plazo los precios en Argentina tendrían que ajustarse a la baja, aunque sólo fuera porque la demanda de pesos estaría aumentando (supongamos generosamente que la paridad es creíble). Eso conduciría a presiones deflacionarias, que probablemente dañarían la economía.
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Por otra parte, si el Gobierno fijara el peso demasiado bajo frente al dólar, habría aún más inflación en el corto plazo, ya que la gente se inclinaría todavía más por deshacerse de sus pesos.
Es más probable que el Gobierno se exceda, fijando el peso demasiado bajo para evitar una recesión deflacionaria y porque necesitaría recaudar menos dólares. En este caso, el peso perdería aún más valor en este momento y la tasa de inflación se aceleraría. De hecho, este es el escenario más probable para los primeros meses de la Administración Milei.
Sería una versión del primer plan mencionado anteriormente, es decir, una dolarización mediante la destrucción total del peso, ya sea de forma intencional o no. El valor del peso colapsaría, o bien, la mayor tasa de inflación induciría a Milei a avanzar en una dolarización lo más rápido posible, incluso si se hace a tasas bastante injustas.
En cualquier caso, una lección es que la dolarización tiende a ser más fluida si la gente no sabe que va a ocurrir. Esa no es una opción fácil para la Administración entrante de Milei. Hay caminos alternativos, pero no son necesariamente los que los argentinos desearían. Así que otra lección es esperar sorpresas desagradables, sin importar lo que se diga en el corto plazo.
Por Tyler Cowen