El martes, Bolsonaro fracasó en su intento de convencer a la cámara baja del Congreso de que aprobara una enmienda constitucional que habría dado paso a la vuelta a las papeletas de votación en los comicios del próximo año para hacer frente a sus denuncias no probadas de fraude electoral. Era una de sus principales prioridades, pero se quedó corto por 79 votos. (Foto de Sergio Lima / AFP).
El martes, Bolsonaro fracasó en su intento de convencer a la cámara baja del Congreso de que aprobara una enmienda constitucional que habría dado paso a la vuelta a las papeletas de votación en los comicios del próximo año para hacer frente a sus denuncias no probadas de fraude electoral. Era una de sus principales prioridades, pero se quedó corto por 79 votos. (Foto de Sergio Lima / AFP).

Las nubes de oscuros gases de escape que salían de los tanques envejecidos y vehículos anfibios que pasaban por delante del presidente de extrema derecha el martes eran una pobre cortina de humo para un líder cuyo apoyo político está cayendo y su reelección está en problemas.

Políticos y analistas dijeron que el inusual despliegue militar de esta semana frente al palacio presidencial en Brasilia no reveló la fortaleza sino la debilidad política de un presidente que está contra las cuerdas por no haber logrado sacar a Brasil de la pandemia de coronavirus y de una crisis económica.

El senador Omar Aziz, presidente de una comisión que investiga cómo los errores del gobierno contribuyeron al segundo mayor número de muertes por del mundo, lo calificó como un intento “patético” de intimidar al Congreso.

“Bolsonaro imagina que esto es mostrar fortaleza, pero en realidad está mostrando toda la debilidad de un presidente acorralado por las investigaciones de corrupción y su incompetencia administrativa en medio de una pandemia aún fuera de control”, dijo Aziz, cuyo partido de centro derecha PSD había respaldado al presidente hasta el año pasado.

El martes, Bolsonaro fracasó en su intento de convencer a la cámara baja del Congreso de que aprobara una enmienda constitucional que habría dado paso a la vuelta a las papeletas de votación en los comicios del próximo año para hacer frente a sus denuncias no probadas de fraude electoral. Era una de sus principales prioridades, pero se quedó corto por 79 votos.

Sin embargo, la visión de un comandante en jefe haciendo alarde de sus poderes marciales el día de una votación importante, tocó una fibra sensible en un país donde una dictadura militar de dos décadas apenas terminó en 1985.

“Sea la intención de los militares o no, se trata de una terrible presión sobre el Congreso”, manifestó Carlos Melo, profesor de política en la escuela de negocios Insper de São Paulo. “Es muy malo para la democracia”.

Bolsonaro, un excapitán del Ejército, ha llenado su gobierno con personal militar, incluyendo alrededor de un tercio de su gabinete. A medida que su gobierno tuvo problemas, enemistándose con los tribunales y los legisladores, se ha apoyado cada vez más en las fuerzas armadas, entre las instituciones más respetadas de Brasil, para mostrar su apoyo.

En marzo, Bolsonaro despidió a su ministro de Defensa, que se había resistido a tal despliegue según personas familiarizadas con el asunto, y lo sustituyó por un general que había estado sirviendo como jefe de gabinete presidencial.

Los comandantes del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea de Brasil renunciaron en protesta por la interferencia del presidente. Sus sustitutos flanquearon a Bolsonaro el martes al paso de los tanques.

La Marina informó que el desfile fue planeado mucho antes de la votación en la cámara baja del Congreso y que estaba destinado a invitar al presidente a un ejercicio militar anual el domingo.

No había precedentes de una invitación tan ostentosa a ese evento anual.

La oficina de prensa de la Presidencia no respondió a las preguntas sobre la exhibición en el día de una importante derrota legislativa.

Joven democracia

Exgenerales y académicos militares insisten en que las fuerzas armadas de Brasil, humilladas por la vergüenza de dos décadas de gobierno militar represivo que siguió a un golpe de Estado en 1964, nunca romperían el equilibrio de poderes en la joven democracia brasileña.

“Las fuerzas armadas respetarán la Constitución del país”, señaló el general de caballería retirado Paulo Chagas, un antiguo aliado de Bolsonaro, en un mensaje a Reuters.

Sin embargo, el renacimiento político del expresidente izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva puede haber inquietado a los mandos militares más conservadores.

Lula mantuvo relaciones cordiales con las fuerzas armadas de Brasil como presidente del 2003 al 2010, pero su Partido de los Trabajadores se vio después envuelto en escándalos de corrupción y Lula fue condenado por soborno, lo que bloqueó su candidatura a un tercer mandato en el 2018.

Este año, el Supremo Tribunal anuló las condenas de Lula, despejando el camino para que se presente de nuevo a la presidencia. Los sondeos de opinión muestran que derrotaría a Bolsonaro si las elecciones se celebrasen hoy, aunque ninguno de los dos ha confirmado su candidatura.

A medida que los números de Bolsonaro en las encuestas han ido cayendo, se ha vuelto cada vez más crítico con el sistema de votación de Brasil, amenazando con no respetar los resultados de las elecciones a menos que los votos se emitan con papel.

Durante semanas, Bolsonaro ha arremetido contra el sistema de voto electrónico de Brasil en las redes sociales y en apariciones casi diarias en la radio. Sus críticos dicen que, siguiendo el ejemplo de su modelo político, el expresidente estadounidense Donald Trump, está sembrando dudas en caso de perder las elecciones.

Cuando el asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, visitó Brasilia la semana pasada, instó a Bolsonaro a no socavar la confianza en el proceso electoral de Brasil, según funcionarios de la Casa Blanca.

“Bolsonaro está menos preocupado por la seguridad de las urnas que por crear una narrativa consistente de fraude electoral, extendiendo la desconfianza popular en el sistema electrónico”, afirmó Guilherme Casarões, profesor de política de la Fundación Getúlio Vargas en São Paulo.

El desfile militar y las recientes marchas con miles de motocicletas con casco, dijo Casarões, muestran que Bolsonaro depende de las muestras públicas de apoyo en ausencia de resultados políticos o económicos positivos.

Bolsonaro también ha recurrido a políticas más populistas para apuntalar el apoyo, ampliando los beneficios sociales para las familias más pobres de Brasil, lo que tiene a los inversores preocupados por la carga fiscal.

“Pero la economía no está respondiendo”, indicó Melo. “Y acciones como el desfile militar de hoy no aumentarán su popularidad”.

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