Yaritza de Velázquez se preparaba para visitar a su hijo en Estados Unidos y vacunarse allí contra el COVID-19 ante las dificultades para hacerlo en Venezuela, pero cinco días antes de viajar cayó enferma y ahora está en una cama de terapia intensiva.
“Venía a quedarse una temporada y a vacunarse”, repite su nuera Mery, de 37 años, una y otra vez, frustrada con la situación, pero aferrada al 25% de chance de sobrevivir que los médicos le dan a Yaritza, de 71. “Toca rezar mucho”, dice.
Al igual que Yaritza muchos venezolanos buscan alternativas para vacunarse ante el lento avance de la inmunización en este país, que atraviesa una segunda ola de coronavirus que desborda hospitales.
Estados Unidos es una opción para quienes tienen recursos para viajar, pero a la mayoría no le queda otra alternativa que esperar, en medio de una dura crisis que destruyó el poder adquisitivo.
Venezuela, de 30 millones de habitantes, ha recibido 1.4 millones de dosis, según el ministro de Salud, Carlos Alvarado. Ello cubre solo 2.3% de la población.
El gobierno socialista ha vacunado a trabajadores de la salud, maestros, cuerpos de seguridad y autoridades, incluido el presidente Nicolás Maduro. Médicos y enfermeras, sin embargo, han denunciado retardos.
También comenzó a sortear vacunas entre adultos mayores afiliados al “Carnet de la Patria”, un documento de identidad creado por Maduro en el 2017 para asignar bonificaciones y subsidios que la oposición ha denunciado como un mecanismo de control social. Si bien todos los venezolanos tienen una cédula de identidad, no todos están inscritos en este mecanismo.
“No hay un plan de vacunación”, sino un sistema que ha resultado ser “totalmente ineficiente”, criticó Jaime Lorenzo, de la ONG Médicos Unidos.
“Para iniciar un plan nacional de vacunación tienes que tener seguridad de que vas a tener un suministro continuo, periódico y suficiente para cumplir el objetivo”, agregó Lorenzo.
Barajar opciones
El gobierno chavista alega que las sanciones de Estados Unidos contra Venezuela, que incluyen un embargo petrolero, impiden acceder a recursos para las vacunas requeridas.
Maduro informó en estos días que completó “con sacrificios” el pago de US$ 120 millones para dosis para unas cinco millones de personas a través del mecanismo COVAX de la Organización Mundial de la Salud (OMS), mientras que el líder opositor Juan Guaidó, a quien Washington dio control de fondos venezolanos congelados, adelantó la liberación de US$ 130 millones para vacunas.
“Todo lo que haga falta para vacunas lo vamos a poder liberar”, explicó una fuente del despacho de Guaidó, que aseguró que la Oficina de Control de Bienes Extranjeros de Estados Unidos (OFAC) inició los procedimientos para ello.
Mientras la Organización Panamericana de la Salud (OPS), oficina regional de la OMS, procesa el pago, las autoridades discuten sobre “la vacuna que estaría disponible para Venezuela” tras el veto del gobierno de Maduro a la del laboratorio anglosueco AstraZeneca, explicó Ciro Ugarte, director del Departamento de Emergencias en Salud del organismo.
Venezuela tenía reservadas hasta 2.4 millones de esas vacunas, que prohibió por posibles efectos secundarios.
“Probablemente para el mes de julio, estarían llegando nuevas vacunas” vía COVAX, dijo esta semana el ministro Alvarado.
Venezuela ha recibido hasta el momento las vacunas rusas Sputnik V y las chinas del laboratorio Sinopharm, y participa en ensayos de otra candidata de Rusia: la EpiVac Corona.
Como parte del Covax, Unicef envió este miércoles 50 de 100 congeladores para la cadena de fríos.
“Demasiado riesgo”
Con el limitado acceso a vacunas, aparecen testimonios de un mercado negro en ascenso en este país acostumbrado a lidiar así con la escasez de productos básicos.
Hay denuncias sobre hospitales públicos que aplican dosis tras sobornos de US$ 80, US$ 300 y hasta US$ 600. La AFP no pudo corroborar directamente este mercado ilegal, pero las autoridades detuvieron a cuatro personas sospechosas de vender vacunas por Facebook a mediados de abril.
Juan Arribas, un empresario de 39 años, recordó que le “ofrecieron la china”, pero no aceptó.
“Demasiado riesgo” ante la falta de garantías sanitarias y las dudas sobre la capacidad de los revendedores de mantener la cadena de frío, indicó Arribas, quien viajó a Estados Unidos para recibir la vacuna de Pfizer. “Tenía un viaje de negocios y aproveché, aunque después tomó más importancia la vacunación que el propio negocio”.
Cuando recibió la primera dosis, lloró: “Piensas en todas las personas que han muerto, conocidos, familiares... son muchos sentimientos”.