
Al grito en latín del “extra omnes”, todos fuera, los cardenales se encerraron este miércoles en la Capilla Sixtina para elegir al sucesor del papa Francisco en un cónclave incierto y sin claros favoritos.
Los 133 cardenales que desde hoy elegirán al 267 pontífice de la Iglesia católica prestaron juramento antes de que se cierren las puertas de la Capilla Sixtina y comience el cónclave, con la primera votación para designar al sucesor de Francisco esta misma tarde.
Los “príncipes de la Iglesia” quedaron aislados del mundo, sin acceso a internet, teléfonos, televisión o la prensa, hasta que escojan un nuevo pontífice.
Una primera votación está prevista para la tarde de la que no se espera la fumata blanca que antecede el “Habemus papam”.
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La feligresía mientras tendrá la mirada fija en la pequeña chimenea que emitirá en forma de humo el resultado de los escrutinios. En la plaza San Pedro, unos pocos miles turistas y fieles ya tomaban fotografías del pequeño tubo de cobre, casi indistinguible.
“Venimos a ver la fumata”, dijo a AFP Gabriela Sanz, turista de 48 años proveniente de Mar del Plata, Argentina. “Ya tuvimos un papa argentino que fue algo único en la historia”.
“Y ahora sería una emoción ver una fumata. Da igual que no sea blanca”, añadió.
“Disposición divina”
Cuando el maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, monseñor Diego Ravelli, cerró las puertas, un aplauso se escuchó en la plaza San Pedro.
Los cardenales juraron antes guardar secreto sobre el proceso y desempeñar “fielmente” el papel de pontífice si resulta electo por “disposición divina”.
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Con el hábito coral rojo, que rinde honor a la sangre de Cristo, pronunciaron primero el juramento juntos y luego individualmente ante el altar con la mano sobre el Evangelio.
El italiano Pietro Parolin, el cardenal elector más antiguo según el orden de precedencia, lideró a los cardenales en la invocación latina del Espíritu Santo: “Veni, Creator Spiritus”.
Así fue el juramento
Los purpurados se comprometen a observar las reglas del cónclave y quien salga elegido “a cumplir la misión encomendada por Jesús al apóstol Pedro”, así como a guardar “el secreto” sobre “todo lo que ocurre en el lugar de la elección concerniente directa o indirectamente al escrutinio”, entre otras cosas.
Tras la llegada de los cardenales en procesión desde la Capilla Paulina a la Sixtina, Pietro Parolin, secretario de Estado de Francisco y uno de los máximos favoritos para ser elegido, ha sido el encargado de leer el juramento en voz alta, y a continuación cada uno de los cardenales electores, con una mano sobre los Evangelios, renuevan el juramento.
Como el cardenal más antiguo de la Orden de los Obispos, Parolin sustituye en el rito al decano del colegio cardenalicio, Giovani Battista Re, que al ser mayor de 80 años no puede entrar en la Capilla Sixtina.
Luego, cada purpurado ocupa el asiento que le corresponde: los más cercanos al altar son los cardenales del orden de los obispos, luego los del orden de los presbíteros y luego los del orden de los diáconos.
La fórmula del juramento, que se hace en latín, dice: “Todos y cada uno de nosotros Cardenales electores presentes en esta elección del Sumo Pontífice prometemos, nos obligamos y juramos observar fiel y escrupulosamente todas las prescripciones contenidas en la Constitución Apostólica del Sumo Pontífice Juan Pablo II, Universi Dominici Gregis, emanada el 22 de febrero de 1996″.
“Igualmente, prometemos, nos obligamos y juramos que quienquiera de nosotros que, por disposición divina, sea elegido Romano Pontífice, se comprometerá a desempeñar fielmente el munus petrinum de Pastor de la Iglesia universal y no dejará de afirmar y defender denodadamente los derechos espirituales y temporales, así como la libertad de la Santa Sede”, continua.
Y concluye: “Sobre todo, prometemos y juramos observar con la máxima fidelidad y con todos, tanto clérigos como laicos, el secreto sobre todo lo relacionado de algún modo con la elección del Romano Pontífice y sobre lo que ocurre en el lugar de la elección concerniente directa o indirectamente al escrutinio; no violar de ningún modo este secreto tanto durante como después de la elección del nuevo Pontífice, a menos que sea dada autorización explícita por el mismo Pontífice; no apoyar o favorecer ninguna interferencia, oposición o cualquier otra forma de intervención con la cual autoridades seculares de cualquier orden o grado, o cualquier grupo de personas o individuos quisieran inmiscuirse en la elección del Romano Pontífice”.
A continuación, los cardenales electores se ponen en fila según el orden de precedencia y se acercan a un volumen de los Evangelios apoyado sobre un atril en el centro de la Sixtina. Allí apoyarán una mano sobre el libro y prestarán juramento con la fórmula siguiente: “Y yo (nombre), Cardenal (apellido), prometo, me obligo y lo juro. Así Dios me ayude y estos Santos Evangelios que toco con mi mano”.
Tras el juramento, todos los cardenales se encierran en el cónclave y están listos para empezar a votar.
Con información de EFE y AFP