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Las corridas de toros, como el boxeo, alguna vez les ofrecieron a los jóvenes un camino para salir de la pobreza. Por ejemplo, César Rincón, el matador campeón de Colombia. Rincón, de humildes comienzos en Bogotá, la capital, se hizo millonario gracias a su valentía y habilidad con el capote. En 1991, en la cima de su carrera, estableció un récord al salir cuatro veces a hombros (el máximo honor de un torero) de la principal plaza de toros del mundo en Madrid.
Pero en Colombia las corridas parecen tener los días contados. La mayoría de la gente es indiferente o se opone activamente a ellas. Cuando el año pasado derribaron una estatua de Rincón en la ciudad de Duitama, el matador, ahora convertido en ganadero, quedó perplejo: “El actual presidente de Colombia fue guerrillero, ¿y yo soy el asesino?”.
Ese presidente, Gustavo Petro, el primer dirigente de izquierda de Colombia, prohibió las corridas de toros en Bogotá cuando era alcalde, entre 2012 y 2015. Un abogado, Felipe Negret, consiguió que se anulara la prohibición argumentando que se trataba de una actividad cultural que correspondía a la jurisdicción nacional y no a la local. Pero, tras la victoria de Petro en las elecciones generales de 2022, el argumento de Negret se volvió en su contra: el Congreso de Colombia aprobó una prohibición general de las corridas de toros que entrará en vigor en 2027.
A excepción de Manizales, una rica ciudad provincial con fuertes lazos con España, las corridas de toros en Colombia ya no son populares. Del millón y medio de juerguistas que asistieron a la Feria de Cali en diciembre, pocos lamentan su desaparición.
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Un matador local, Luis Bolívar, utilizó sus contactos para llevar a varios toreros famosos, de los que solían atraer a las multitudes. Pero la corrida principal, que empezó con casi dos horas de retraso bajo una lluvia torrencial, fue un fracaso.
Los toros, de la ganadería de Rincón, simplemente se negaron a embestir. Algunos sectores del público corearon “Hay que matar”, mofándose de Bolívar por haber indultado a un toro dos días antes. (Este honor, tradicionalmente reservado a los toros dotados de una valentía excepcional, se ha vuelto más común en Colombia).
El ayudante de Bolívar, Ricardo Santana, un héroe local, fue aplaudido por su brillantez con el toro. Pero debido a la menor cantidad de contratos taurinos, ahora también tiene que trabajar con computadoras en Estados Unidos.
Los colombianos ricos que asisten a las corridas suelen seguir rápidamente las tendencias españolas. Julián Coy, presidente del principal grupo de defensa de los animales de Colombia, se crio viendo a Rincón por televisión. De niño, las corridas de toros le parecían una salvajada, pero empezó a protestar contra ellas solo después de ver que las campañas antitaurinas daban frutos en España; la Cataluña separatista las prohibió en 2011.
Coy afirma que los abolicionistas colombianos están en desventaja, ya que el grupo de presión taurino forma parte de la clase dominante. En 2019, el rey Felipe de España le otorgó a Negret la Real Orden de Isabel la Católica por defender las tradiciones españolas.
Poco antes de la medianoche del 9 de enero, un nervioso Negret estaba en la primera fila del ruedo en Manizales. Se persignó mientras su hijo, un abogado en formación, salía a enfrentarse a un novillo ante un público que había agotado las entradas.
El peligro nunca falta en las corridas de toros. Santana se encuentra en cuidados intensivos tras una cornada tremenda. Los jóvenes que esperan forjarse una carrera suelen correr riesgos descabellados. Las lesiones que ponen en peligro la vida se conocen como “bautismos de sangre” (Bolívar tenía 13 años cuando fue corneado por primera vez en público). Cada vez son más los ricos quienes se someten a este rito de iniciación. Debido a que las escuelas taurinas locales están cerrando, el talento proviene de familias que pueden permitirse viajar a España.
Los colombianos más pobres son más propensos a unirse a compañías itinerantes que presentan toreros con enanismo (recientemente prohibidas en España) o a convertirse en peones contratados en festivales taurinos de aficionados conocidos como corralejas, donde se anima al público a participar. YouTube está inundado de videos con gradas que se derrumban y toros que cornean a sus torturadores.
No está claro si las corralejas, donde suelen morir más personas que toros, estarán sujetas a las nuevas leyes. Sea como sea, los colombianos adinerados son reacios a asistir a esos eventos. Los aficionados a los toros aún guardan la esperanza de que se levante la prohibición si Petro pierde las elecciones del próximo año.
Pero, como a la mayoría de los colombianos ya no les interesan las corridas, la “fiesta nacional” de España podría estar simplemente en el lado equivocado de la historia.
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