En Brasil, los jueces bloquearon el acceso a X, una de las redes sociales más populares del país. En Francia, los fiscales prohibieron al director de Telegram salir del país mientras investigan la plataforma de mensajería. En el Reino Unido, los jueces están condenando a prisión a usuarios de redes sociales por mensajes publicados en internet durante los recientes disturbios.
En Estados Unidos se planea prohibir TikTok, una popular aplicación de propiedad china. Las discusiones sobre la libertad de expresión empiezan a desbordarse a medida que los gobiernos toman medidas drásticas contra la expresión en internet.
En algunos casos, la represión está justificada. El caso de Francia contra Telegram, una aplicación de origen ruso que tiene un 50% más de usuarios que X en todo el mundo, se centra en su vigilancia de los contenidos ilegales.
La aplicación, que solo cuenta con cerca de 50 empleados, se ha considerado durante mucho tiempo un lugar fácil para compartir material sobre abusos a menores, así como anunciar drogas y otros tipos de contrabando. Telegram califica de “absurdas” las acusaciones francesas y afirma que se ajusta a las normas digitales europeas. Sea cual sea la conclusión de la investigación, al menos se apunta a algo que es ilegal.
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El ataque draconiano de Estados Unidos contra TikTok también es defendible. Más de mil millones de personas en todo el mundo disfrutan de esta aplicación, que ha sacudido un mercado poco competitivo. Pero con una empresa matriz con sede en Pekín, es vulnerable a la manipulación del Partido Comunista chino, lo cual es importante, dado que muchos usuarios consideran TikTok como su fuente de noticias. Las personas tienen derecho a la libertad de expresión, pero los gobiernos extranjeros no. Prohibir TikTok es un último recurso razonable si la empresa no puede romper sus lazos con Pekín.
Sin embargo, otros casos recientes tratan de censurar y castigar expresiones que deberían estar dentro de la ley. Brasil ha prohibido X por su negativa a cumplir órdenes judiciales opacas de eliminar decenas de cuentas, incluidas las de miembros de su Congreso; los usuarios que intenten acceder a la plataforma se enfrentan a multas ruinosas. India, Emiratos Árabes Unidos y otros países pretenden debilitar la encriptación; Malasia ha declarado que las publicaciones sobre religión deben ser autorizadas por el Departamento de Desarrollo Islámico.
Las democracias ricas también recurren con más frecuencia a las tijeras del censor. La Unión Europea está investigando a X por fomentar la desinformación y el racismo; ambos son malos, pero no son objetivos apropiados para la ley.
El Reino Unido hace bien en encarcelar a quienes incitan claramente a la violencia y en esperar que las plataformas respeten la ley, pero cuando condenó a un hombre por publicar un tuit considerado simplemente “gravemente ofensivo”, se desvió hacia la censura injustificada. Incluso en Estados Unidos, que tiene la tradición de libertad de expresión más sólida del mundo, Facebook ha acusado a la Casa Blanca de presionarla para eliminar contenidos de sátira sobre la COVID-19.
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Las discusiones sobre la libertad de expresión y la ley se han desatado desde que se inventó el libro, ya ni hablar de las redes sociales. Nuestra postura siempre es clara: solo con la libertad de equivocarse pueden las sociedades avanzar lentamente hacia lo que es correcto.
Lo que ha cambiado es que hoy las objeciones más ruidosas a la represión de la libertad de expresión proceden de derechistas como Elon Musk, dirigente de X, mientras que muchos autodenominados liberales aplauden lo que consideran un golpe contra los multimillonarios que apoyan a Trump. A medida que la libertad de expresión se convierte en un campo de batalla de la guerra cultural, aquellos que no están de acuerdo con la política de Elon Musk y sus aliados se han relajado ante la embestida.
Deberían despertar. El endurecimiento de las restricciones sobre lo que se dice afecta a todos los que utilizan plataformas en línea, no solo a los multimillonarios que las poseen.
Es más, la libertad de expresión no está a salvo en manos de libertarios como Musk, que demanda a aquellos con los que no está de acuerdo, prohíbe palabras que no le gustan en su plataforma y es cordial con Vladimir Putin, cuya herramienta favorita de moderación de contenidos es la Novichok. La capacidad de hablar libremente es quizás el valor liberal esencial. Ya es hora de que los verdaderos liberales hablen y la defiendan.
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