Hacia el desenlace de “Aún estoy aquí”, una película brasileña ambientada durante la dictadura militar del país, un fotógrafo les pide a quienes retrata —una mujer y sus cinco hijos— que no sonrían. El padre de la familia, Rubens Paiva, fue “desaparecido” por la dictadura, y el editor para el que trabaja el fotógrafo quiere una imagen triste que corresponda a la situación. La familia desobedece al editor y sonríe de oreja a oreja.
La escena captura la actitud de Brasil ante el legado de su dictadura, que rigió la nación de 1964 a 1985. A diferencia de Argentina, Chile y Uruguay, nadie ha sido encarcelado por los crímenes cometidos por el régimen. Hasta el momento, Brasil se ha contentado con seguir adelante en nombre de la estabilidad y la democracia.
”Aún estoy aquí” se estrenó en noviembre y ya es de las películas más vistas en la historia de Brasil. También es el primer largometraje sudamericano en ser nominado a mejor película en los Premios Oscar. Fernanda Torres, que interpreta el estoico personaje principal, está nominada a mejor actriz.
Walter Salles, el director, comentó que quería “contar una historia que se sintiera esencial” en una época de retroceso democrático, para sacar a Brasil de su “amnesia”. Al parecer, está funcionando; la cinta dio pie a un nuevo ajuste de cuentas con el pasado violento de Brasil.
La película sigue a la familia Paiva mientras lidia con la desaparición del padre. En 1964, el congresista de izquierda fue destituido tras el golpe de Estado de ese año. En 1971, los matones del régimen lo sacaron de su casa en Río de Janeiro para interrogarlo. Jamás regresó. Durante décadas, el Ejército difundió una historia que afirmaba que Paiva había escapado y se había unido a un grupo guerrillero.
En 2014, la Comisión Nacional de la Verdad publicó pruebas de que había sido torturado hasta la muerte durante su interrogatorio. Cinco oficiales retirados fueron acusados de asesinarlo y ocultar su cuerpo. Ninguno de los oficiales ha sido sometido a juicio. Tres de ellos ya murieron de vejez.
En toda América del Sur, ningún líder militar aceptó la transición a la democracia sino hasta que se le garantizó la amnistía, la cual también protegía a sus adversarios, a menudo violentos. A fin de cuentas, los indultos para las dictaduras de Argentina, Chile y Uruguay fueron anulados, o se hicieron excepciones para enjuiciar a los peores agresores. En 2010, el Supremo Tribunal Federal de Brasil mantuvo su ley de amnistía.
Según Marina Franco de la Universidad Nacional de San Martín en Buenos Aires, las diferencias radican en la brutalidad relativa de los regímenes y cuánto poder tenían en el momento de la transición a la democracia. La dictadura argentina fue particularmente violenta y desordenada; a lo largo de siete años, la junta “desapareció” hasta 30,000 personas, supervisó un caos económico y perdió la guerra de las Malvinas. Esto dio inicio al movimiento por los derechos humanos en Argentina, el más fuerte de la región. Más de 1,000 personas han sido sentenciadas por los crímenes que cometió la junta militar.
El régimen de Chile también fue sanguinario, pero el éxito de las reformas económicas de Augusto Pinochet le ayudó a mantenerse en el poder durante 17 años y a moldear la Constitución. La justicia en ese país ha tardado más en llegar. Los uruguayos han rechazado referendos para anular su amnistía, pero los tribunales sí han enviado a prisión a quienes participaron en los peores crímenes.
El régimen de Brasil fue el menos salvaje, aunque al menos 434 personas fueron asesinadas y miles fueron torturadas. El Ejército permitió que prosperara un movimiento incipiente de izquierda. La victoria en la Copa Mundial de Fútbol de 1970 levantó los ánimos del país en general, al igual que el auge económico de esa década. Durante años, después de 1985, Brasil mantuvo su acuerdo de amnistía.
JUSTICIA REEXAMINADA
El éxito de “Aún estoy aquí” está haciendo que los brasileños reconsideren su clemencia. Los registros civiles ya empezaron a actualizar las actas de defunción de quienes desaparecieron a manos del Estado para que reflejen las causas reales de su muerte.
El 14 de febrero, la comisión oficial encargada de investigar las desapariciones y los asesinatos políticos declaró que es posible que reabra la investigación de la muerte de Juscelino Kubitschek, un expresidente que falleció en circunstancias sospechosas en 1976. Ese mismo día, el Supremo Tribunal Federal de Brasil empezó a deliberar si la amnistía debe aplicarse al caso de Paiva y el de otros dos disidentes desaparecidos, o si esto va en contra de los tratados de derechos humanos que firmó Brasil.
La actitud de Brasil ante la dictadura vuelve a ser relevante. El 8 de enero de 2023, los partidarios de Jair Bolsonaro, el entonces presidente saliente de Brasil, atacaron edificios de gobierno en un intento de mantenerlo en el poder luego de que perdió unas elecciones que, según denunció falsamente, estuvieron amañadas en su contra.
Ahora, los aliados de Bolsonaro en el Congreso intentan aprobar una amnistía para todos los que participaron en ese asalto. Informes policiales publicados en noviembre describen presuntos planes de los confidentes de Bolsonaro para asesinar al presidente y vicepresidente actuales antes de que entren en funciones, así como a un juez del Supremo Tribunal Federal.
Estos informes revelan que Bolsonaro, admirador declarado de la dictadura, editó un proyecto de decreto que declaraba un estado de emergencia y anulaba las elecciones. Este plan fracasó luego de que dos de los tres comandantes de las Fuerzas Armadas lo rechazaron. El 18 de febrero, el procurador general de Brasil acusó formalmente a Bolsonaro de tramar un golpe de Estado para aferrarse al poder. Bolsonaro niega cualquier acto indebido y afirma ser víctima de persecución política.
Bolsonaro también tiene una disputa personal con la familia Paiva (fotografiada). Creció en el mismo pueblo que Paiva, cuyo padre era un terrateniente acaudalado. En 2014, cuando se instaló un busto de Paiva en el Congreso, Bolsonaro, que entonces era diputado, le escupió frente a la familia.
Marcelo Rubens Paiva, el hijo de Paiva, sostiene que ese resentimiento proviene de un “odio de clases”. En una biografía de Bolsonaro, escrita por uno de sus hijos, hay una lista de rencores contra la familia, como que nunca lo invitaron a nadar en su piscina y que los niños comían paletas de hielo muy caras. “Aún estoy aquí” es un reproche no solo contra el pasado de Brasil, sino también contra el principal demagogo de su presente.
Comienza a destacar en el mundo empresarial recibiendo las noticias más exclusivas del día en tu bandeja Aquí. Si aún no tienes una cuenta, Regístrate gratis y sé parte de nuestra comunidad.