En un café de Ciudad de México, Itandehui Ruiz pone los ojos en blanco. A sus chilaquiles (tortillas fritas con salsa) les falta algo: picante. “Los extranjeros no lo aguantan”, dice un mesero. Algunos lugareños culpan a los forasteros de diluir no solo los condimentos, sino también la cultura, y de hacer la vida inasequible. Ciudad de México fue la ciudad más cara de América Latina en 2022 y 2023, según Economist Intelligence Unit.
Los nómadas digitales son trabajadores remotos de países ricos que se mudan después de unos pocos meses en busca de climas tropicales, experiencias culturales y una vida más barata. Durante la pandemia, estos viajeros, que a menudo trabajan en el sector tecnológico, se desplazaron en masa al extranjero.
Los principales destinos se encuentran en Asia y Europa, pero América Latina no se queda atrás. Ciudad de México fue el séptimo lugar más popular en 2023. En 2022 había 263 nómadas por cada 100,000 habitantes en Medellín, Colombia, más que en cualquier otra ciudad hispanohablante, según el sitio web Nomad List.
Las autoridades están entusiasmadas. Queremos ser “un actor global entre las ciudades nómadas digitales”, afirma José Alejandro González, secretario de Turismo de Medellín. Más de 20 países de América ya ofrecen visados para nómadas digitales. Estos permisos de corta duración suelen exigir salario mínimo y seguro médico, y a menudo eximen al titular de pagar impuestos durante un tiempo.
Pero muchos residentes no están tan convencidos. Ven cómo los trabajadores ricos viven como reyes y hacen subir los precios. En Cuauhtémoc, una alcaldía de Ciudad de México con barrios de moda, los alquileres subieron un 35% entre junio de 2022 y 2023, frente al 14% de la ciudad como conjunto.
“Gringo, vete a tu casa” es una frase garabateada en una pared. En Medellín, el número de alquileres de corta duración en la zona de El Poblado se disparó un 46% en los dos años transcurridos hasta finales de 2023, según AirDNA, una empresa de datos. Los recién llegados añadieron presión a un mercado inmobiliario sobrecargado, dice Luis Miguel Peláez, de Acrecer, una empresa inmobiliaria.
Después siguen las quejas culturales. Los escépticos suelen equiparar a los extranjeros con las drogas y el turismo sexual. Ven cómo este clan del sector tecnológico difunde su gusto global homogéneo por las cafeterías remodeladas con madera expuesta y los espacios colaborativos. Muchos solo hablan inglés, lo que puede molestar y alienar a la población local.
Sin embargo, satanizar a los nómadas es un error. El aumento de los alquileres se debe en gran medida a otros factores. Medellín necesita cerca de 14,500 viviendas nuevas este año, pero solo está construyendo alrededor de 2,000, según Camacol Antioquia. Según Eugene Towle, de Softec, una empresa mexicana de investigación, la relación entre los alquileres a corto plazo y la distorsión del mercado de la vivienda es exagerada. Airbnb solo ocupa el 3% de las viviendas para alquilar de la capital. Los nuevos permisos de construcción en Ciudad de México cayeron dos tercios entre 2018 y 2022.
En general, al igual que otros inmigrantes, los nómadas aportan más beneficios que inconvenientes. Los teletrabajadores vuelcan sus ingresos en la economía local. En Medellín, gastan US$ 1,400 al mes en promedio, frente a los US$ 575 de un lugareño. Josh, de Escocia, dice que gasta US$ 1,500 en alquiler y otros 800 al mes en un chef, un instructor de kick-boxing y un profesor de salsa.
Las empresas también se benefician. Las ganancias han aumentado, dice Pedro Echavarría, de Pergamino, una empresa que dirige una cadena de cafeterías en Medellín. Echavarría ha adaptado los espacios para los trabajadores a distancia y organiza campañas en Instagram sobre etiqueta (los almuerzos caseros están prohibidos).
En Ciudad de México, Iván Sánchez, gerente de Taquería Orinoco, en la colonia Roma Norte, dice que nunca ha pagado servicios de mercadotecnia porque los nómadas que se forman alrededor de la manzana hacen ese trabajo. El gobierno de Ciudad de México calcula que los trabajadores a distancia aportaron 9,300 millones de pesos (US$ 532 millones) a la economía en 2021, el 15% de los ingresos turísticos de ese año.
Los inmigrantes altamente calificados, como la mayoría de los nómadas digitales, también impulsan la innovación. Las ideas de los recién llegados ayudan a desarrollar productos y a introducir sus ciudades de acogida en los mercados mundiales. En Medellín, el británico Joel Elster capacita a la población local en materia de ventas.
Afirma que uno de sus pupilos gana ahora US$ 5,000 al mes. Y es difícil achacar el declive cultural o la delincuencia a los nómadas. “No vienen a destruir la ciudad porque viven aquí”, afirma González. Tras décadas de aislamiento y guerras del narcotráfico, los trabajadores remotos están contribuyendo al auge de Antioquia, la región que rodea Medellín.
Funcionarios como González consideran que su trabajo consiste en mostrar a la población local los beneficios y gestionar los inconvenientes. En Medellín, la ciudad está vinculando las empresas con los nómadas. Las autoridades han reprimido el subarriendamiento ilegal de apartamentos. Los promotores inmobiliarios están construyendo elegantes “colivings” (bloques de departamentos con espacios de trabajo compartidos) fuera de las zonas residenciales.
Ciudad de México, que rebosaba talento global mucho antes de que llegaran esas comunidades de trabajadores que usan computadoras portátiles, está adoptando un enfoque más relajado. Los extranjeros hicieron vibrar la capital mexicana a lo largo del siglo XX. La tribu del trabajo a distancia podría hacer lo mismo por otras ciudades regionales en el siglo XXI, aunque las salsas insípidas pongan a algunos de mal humor.
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