Durante buena parte de la década pasada, las compañías auríferas se veían bastante plomizas. Las que listan en bolsa tienen un valor de mercado aproximado de US$ 300,000 millones, monto inferior que el de la fabricante de Nescafé Gold.
Pese a ello, cuando los mineros de todas las riquezas de la Tierra se juntaron en Ciudad del Cabo (Sudáfrica), del 3 al 6 de febrero, para su más importante jamboree de inversiones del año, quienes extraen el brillante metal lucían resplandecientes. La incertidumbre económica y las bajas tasas de interés empujaron el precio del oro 19% el año pasado, la mayor alza desde el 2010. Las acciones de las mineras auríferas también se elevaron —al doble de dicha tasa—.
La extracción del metal amarillo es un negocio ingrato. Los ejecutivos del oro tienen que reinvertir constantemente para mantener los niveles de producción —el yacimiento promedio de oro es mucho menor y se agota más rápidamente que los de muchos otros minerales—. En paralelo, tienen que generar retornos para los accionistas, pagar impuestos y regalías en los países donde operan y cerrar, de manera segura, minas que utilizaron cianuro para lixiviar el mineral.
Durante muchos años, las empresas balancearon estas exigencias con la gracia de un infante que sostiene una bandeja con copas de champán. Los inversionistas están esperando señales de mayor estabilidad para cuando revelen sus resultados anuales, las próximas semanas.
En el último periodo de mercado alcista para el oro, del 2009 al 2012, las compañías derrocharon en grandes transacciones y se llenaron de deudas. La subsecuente caída de los precios puso en evidencia su deficiente gestión, señala Josh Wolfson, director de Investigación Minera del banco de inversión RBC Capital Markets. Los últimos cinco años, las mineras tuvieron un ROE de -5%, mientras que el ROE promedio de las que componen índice S&P 500 fue 15%.
Pero ahora las auríferas se están beneficiando de una amalgama de oro más caro y petróleo —que es un insumo importante— más barato. Los mineros también han aprendido de errores pasados. Entre el 2013 y el 2017, la deuda neta agregada de las top 20, según el fondo especializado en negociación de valores en bolsa GDX, se redujo 42%. En tanto, los costos para mantener los niveles de producción cayeron alrededor de 20% en el periodo 2012-2017, según el banco Credit Suisse.
El sector se ha consolidado. El año pasado hubo más de US$ 33,000 millones en fusiones, adquisiciones y joint ventures, según la proveedora de data Refinitiv. Ese monto incluyó dos mega transacciones: la canadiense Barrick Gold pagó US$ 7,000 millones, incluida deuda neta, por la británica Randgold Resources, poseedora de minas en África; y la estadounidense Newmont Mining compró la canadiense Goldcorp por US$ 12,000 millones.
Muchas compañías, incluidas Barrick y Newmont, por fin están generando efectivo para los accionistas. Pero ahora los CEO auríferos tienen que probar que todas esas transacciones fueron sensatas. El nuevo CEO de Barrick, Mark Bristow, se ganó la confianza de los inversionistas como CEO de Randgold, pues logró capear declives pasados del precio del oro. Hubo demasiados gerentes mediocres e insuficientes activos de buena calidad disponibles, sostiene Bristow. Agrega que la escala atraerá más inversionistas no especializados en el sector.
Bristow ha sido rápido en justificar su postura a favor de la consolidación: ha reducido la sede central de Barrick y ha conciliado una larga disputa tributaria con el Gobierno de Tanzania. Cuando fracasó la oferta hostil de Barrick por Newmont, él ayudó a diseñar un joint venture entre ambas que está generando ahorros en sus vastos activos en Nevada. Dado que algunos de los yacimientos de oro más prometedores del mundo también contienen cobre, Bristow quiere extraer más del metal rojo —cuya demanda crecería ya que tiene usos prácticos—.
No obstante, el sector todavía no logra salir de su hoyo. La reciente moderación del gasto de las mineras también significó menos dinero para exploración. Desde el 2011, las reservas de las top 20 según GDX han caído 36% hasta 12,400 TM —valorizadas en US$ 624,000 millones a precios corrientes—. Los analistas estiman que la producción de oro estaría por alcanzar su nivel máximo y proyectan declives para la presente década.
Al mismo tiempo, inversionistas que están cada vez más atentos a los indicadores ambientales, sociales y de gobernanza corporativa, miran con suspicacia a las empresas que operan negocios intensivos en energía en lugares con historial de corrupción e inestabilidad —los mineros auríferos los describen como “jurisdicciones complejas”—.
A pesar de los esfuerzos de estas empresas para reducir sus emisiones de carbono y actuar más éticamente, los inversionistas todavía tienen en cuenta el riesgo reputacional, luego de restar los generosos dividendos.