
En la Argentina de Javier Milei, cocinar en casa nunca tuvo más sentido. La llamada “terapia de shock” del presidente en materia de políticas económicas hizo que la moneda del país se encareciera y duplicara la cuenta de las cenas en restaurantes que hasta hace mucho estaban en auge. Los tiempos de largas filas de personas en restaurantes, impulsados por políticas insostenibles que llevaron a Argentina al borde de una crisis, desaparecieron desde que Milei asumió el cargo hace más de un año.
Es uno de los cambios más tangibles en la vida de Argentina, un país famoso por sus asadores abarrotados durante el día, sus animados bistrós por la noche y sus discotecas que no abren hasta las 2 de la madrugada. Tanto los locales como los extranjeros están reduciendo sus salidas, ya que las políticas de Milei han allanado el camino para que la Big Mac (US$ 7) sea la segunda más cara del mundo y la taza de café (US$ 3.50) la más cara de América Latina.
“Ahora soy mucho más austera a la hora de salir a comer afuera, porque hoy en día es fácil gastarse US$ 50 en una milanesa con rúcula, cuando el año pasado esa misma cantidad cubría la comida para mi marido, nuestros tres hijos y yo”, dice Belén Triemstra, de 43 años, profesora de historia en un instituto de Buenos Aires. “En 2023, solíamos salir a comer una o dos veces por semana. Ahora, prefiero pedir comida a domicilio”.
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Triemstra está viviendo la nueva realidad de Argentina bajo el gobierno de Javier Milei. La diferencia entre la inflación de los restaurantes y el alza de precios de los alimentos nunca ha sido mayor.
Años de alta inflación y controles de divisas dieron a los argentinos la sensación de que gastar pesos rápidamente era más racional que ahorrar. Pero en 2024, el peso argentino fue una de las cinco monedas que más se fortaleció en el mundo considerando la inflación, y ganó más del 40% frente al dólar estadounidense, según datos recopilados por Bloomberg.
Milei eliminó los controles de precios que mantenían los alimentos artificialmente baratos, pero ha endurecido los controles de divisas que fijan el tipo de cambio del país, y hoy la inflación aún avanza más rápido que lo que cae el peso. El resultado es un país que se está encareciendo en términos de dólares.
“Somos caros en dólares. Somos el doble de caros en comparación con el año pasado”, dice Gastón Riveira, propietario de la parrilla La Cabrera en Buenos Aires. “El turismo extranjero, que representa la mayoría de nuestra clientela, ha caído un 20% en comparación con 2023″.

Mientras que los precios de los restaurantes han subido 100% con respecto al año pasado, los tickets de supermercado solo han subido un 65%, por debajo de la inflación general. Considerado mensualmente, el costo de salir a comer fuera se ha triplicado en comparación con los de supermercado y verdulerías en enero. Aunque los argentinos conocen muy bien la inflación, el gran cambio esta vez está en que los precios siguen subiendo mientras que el tipo de cambio se mantiene casi plano.
Gonzalo de la Vega, propietario de la cervecería artesanal Club Bonpland en el acomodado barrio de Palermo Hollywood de Buenos Aires, ha llegado a un punto de ruptura. Los costos de los servicios públicos de la cervecería se han triplicado, como resultado de la decisión de Milei de recortar los subsidios que mantenían bajas las facturas mensuales.
El empresario gastronómico, de 39 años, intentó evitar trasladar por completo el alza de costos a su menú y sufrió en 2024 una caída del 25% en sus ganancias. Pero el mes pasado, el propietario del lugar le informó que su alquiler se duplicaría con creces.

De la Vega ahora planea cerrar la cervecería. “Los clientes solían venir a comer. Todos pedían platos y bebidas y luego salían a bailar”, dice. “Hoy en día solo salen a tomar algo. El gasto de los consumidores se ha recortado”.
Hace un año, la alta inflación hizo que los pesos perdieran valor rápidamente, lo que alimentó una cultura de gasto rápido y una feroz competencia por las reservas. Los restaurantes, bares y centros comerciales estaban llenos de clientes que buscaban deshacerse de su dinero en efectivo antes de que se depreciara en sus manos o en el banco. Hoy en día, esa dinámica se ha revertido.
Como el peso ya no está en caída libre, los hogares están recortando el gasto superfluo y los propietarios de restaurantes están sintiendo el impacto. Argentina ha perdido más de 10,000 empleos en restaurantes y hoteles, o el 2% del total de la industria turística desde que Milei asumió el cargo, según datos del gobierno.
“Enero fue un mes muy malo. Este mes vendimos un 30% menos que el año pasado”, afirma Víctor Blanco, socio de la cadena de restaurantes Buenos Aires Grill y Puente en los barrios más acomodados de Buenos Aires. “Nadie se quedó en Buenos Aires porque muchos se fueron de vacaciones al extranjero. En otros años, eso no sucedía”.
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