Conforme han descendido las tasas de natalidad, muchos políticos han querido invertir dinero en políticas que hagan que las mujeres tengan más hijos. Donald Trump ha prometido repartir bonificaciones si regresa a la Casa Blanca. En Francia, donde el Estado ya gasta del 3.5% al 4% de su PBI en políticas relativas a la familia cada año, Emmanuel Macron quiere “reconstituir demográficamente” su país. Corea del Sur está pensando en unas asombrosas subvenciones de US$ 70,000 por cada bebé. Pero es probable que ninguno de estos intentos tenga éxito debido a que están basados en una interpretación equivocada.
Entendemos las inquietudes de los gobiernos. Las tasas de fertilidad están disminuyendo casi en todas partes y el mundo desarrollado enfrenta una tremenda disminución de bebés. Con las tasas de natalidad existentes, hoy en día, la mujer promedio en un país de altos ingresos solo tendrá 1.6 hijos en toda su vida. Todos los países ricos, excepto Israel, tienen una tasa de fertilidad por debajo del nivel de remplazo de 2.1, en el cual una población es estable sin contar con inmigración. La disminución durante la última década ha sido más rápida de lo que los demógrafos esperaban.
Los catastrofistas como Elon Musk advierten que estos cambios están amenazando a la civilización misma. Eso es ridículo, pero traerán cambios sociales y económicos muy profundos. Una tasa de fertilidad de 1.6 significa que, sin inmigración, cada generación será una cuarta parte menor que la anterior. En el año 2000, los países ricos tenían 26 personas mayores de 65 años por cada 100 habitantes de entre 25 y 64 años. Es probable que, para 2050, esa cifra se haya duplicado. Los lugares más afectados verán cambios todavía más drásticos. En Corea del Sur, donde la tasa de fertilidad es de 0.7, se prevé que la población disminuya un 60% para fines de este siglo.
LEA TAMBIÉN: Uno de cada cinco hogares japoneses estará formado por ancianos solos en 2050
La decisión de tener hijos o no es personal y debe seguir siendo así, pero los gobiernos tienen que atender estos cambios demográficos tan veloces. Tal vez las sociedades que envejecen y se reducen pierdan dinamismo y poder militar. Es seguro que se enfrenten a una pesadilla presupuestal a medida que los contribuyentes batallen para financiar las pensiones y la atención médica de legiones de ancianos.
Muchas políticas pronatalistas incluyen algunos efectos que son valiosos en sí mismos. Por ejemplo, las subvenciones para los padres que son pobres disminuyen la pobreza infantil y las madres que pueden llevar a sus hijos a guarderías tienen mayores probabilidades de trabajar. No obstante, los gobiernos se equivocan al pensar que impulsar las tasas de fertilidad está dentro de sus facultades. Por una parte, esas políticas se basan en un diagnóstico equivocado de lo que hasta ahora ha ocasionado la disminución de la población. Por la otra, estas podrían provocar más problemas de los que buscan resolver.
Una hipótesis común es que la disminución de las tasas de fertilidad se debe a que las mujeres profesionistas postergan la maternidad. La idea de que se les acaba el tiempo para tener todos los hijos que quieren antes de que su edad reproductiva llegue a su fin explica por qué las políticas tienden a enfocarse en ofrecer exenciones fiscales y guarderías subsidiadas. Se argumenta que, de esa manera, las mujeres no tienen que elegir entre su familia y su profesión.
Esa no es la cuestión principal. Es un hecho que las mujeres con educación universitaria están teniendo hijos en etapas posteriores de su vida, pero no tanto. En Estados Unidos, su edad promedio cuando nace su primer hijo ha aumentado de 28 en el año 2000 a 30 en la actualidad. Estas mujeres están teniendo más o menos la misma cantidad de hijos que las mujeres de la generación anterior; sí informan que el tamaño de su familia es un poco menor al que considerarían ideal, pero la brecha no es diferente de lo que solía ser.
LEA TAMBIÉN: “Es preciso que las mujeres no tengan que elegir entre su vida personal y la profesional”
Más bien, la mayor parte de la disminución de la tasa de fertilidad en los países ricos se encuentra entre las mujeres más jóvenes y pobres que están postergando el momento de empezar a tener hijos, y que, por lo tanto, tienen menos hijos en general. Más de la mitad de la disminución en la tasa de fertilidad total en Estados Unidos desde 1990 se debe a un desplome de los alumbramientos entre mujeres menores de 19 años. Eso se debe, en parte, a que más mujeres de este grupo etario están yendo a la universidad.
Pero incluso las que abandonan sus estudios después del bachillerato están teniendo hijos después. En 1994, la edad promedio en que una mujer sin un título universitario tenía a su primer hijo era de 20 años. En la actualidad, más o menos dos terceras partes de las mujeres que no tienen licenciatura a los veintitantos años todavía no han tenido a su primer hijo.
Tal vez algunos políticos se aprovechen de esto para dirigir sus políticas pronatalistas a mujeres muy jóvenes. También podrían sentirse tentados por la evidencia de que las mujeres más pobres responden más a los incentivos económicos. Pero enfocarse en mujeres jóvenes y pobres como grupo sería malo para ellas y para la sociedad.
Los embarazos en la adolescencia están asociados con la pobreza y la mala salud tanto para la madre como para el niño. Los incentivos selectivos harían retroceder los esfuerzos de varias décadas para detener los embarazos no deseados en adolescentes y para alentar a las mujeres a estudiar y trabajar. Esas iniciativas, junto con los programas para reforzar la igualdad de género, figuran entre los mayores logros en políticas públicas de la era posterior a la guerra.
LEA TAMBIÉN: Gigante japonés de los pañales cambia su producción de bebés a adultos
Quizás algunos gobiernos no liberales, como los de Hungría y Rusia, decidan pasar por alto este avance, pero se enfrentan a un problema práctico, ya que los incentivos gubernamentales al parecer no se traducen en muchos más bebés, ni siquiera cuando aumenta el gasto. Suecia ofrece un programa de guarderías extraordinariamente generoso, pero su tasa de fertilidad total sigue siendo de 1.7.
Se necesitan enormes cantidades de dinero para incentivar el nacimiento de cada bebé extra. Y las subvenciones casi siempre son para todos los bebés, incluso para los que habrían nacido de todas maneras. Como resultado, los esquemas de Polonia y Francia cuestan de 1 a 2 millones de dólares por cada nacimiento extra. Solo una pequeña cantidad de ciudadanos son lo suficientemente productivos como para generar los beneficios tributarios necesarios para compensar ese dinero. Debido a la baja movilidad social, solo el 8% de los niños estadounidenses cuyos padres no tienen licenciatura terminan obteniendo ese título.
Más viejo, pero más sabio
Entonces, ¿qué pueden hacer los gobiernos? La inmigración de trabajadores altamente calificados puede llenar los vacíos presupuestarios, pero no de manera indefinida porque la fertilidad está disminuyendo a nivel global. Por lo tanto, la mayor parte de las economías tendrán que adaptarse a ese cambio social y a los gobiernos les corresponderá allanar el camino.
Los Estados benefactores tendrán que hacer algunos replanteamientos: por ejemplo, las personas mayores tendrán que trabajar hasta edades más avanzadas para reducir la carga al erario público. Se tendrán que fomentar la invención y adopción de nuevas tecnologías, lo cual podría facilitar la transición demográfica desencadenando el crecimiento de la productividad en toda la economía o ayudando al cuidado de los ancianos. Tal vez las nuevas tecnologías domésticas ayuden a los padres, así como lo hicieron las lavavajillas y las lavadoras a mediados del siglo XX. En cambio, las políticas pronatalistas son un error costoso y de retroceso a nivel social.
LEA TAMBIÉN: El rango de edad ‘menos ideal’ para congelar óvulos: la inversión requerida
Comienza a destacar en el mundo empresarial recibiendo las noticias más exclusivas del día en tu bandeja Aquí. Si aún no tienes una cuenta, Regístrate gratis y sé parte de nuestra comunidad.