Los sopladores de vidrio de la pequeña isla de Murano, en la laguna de Venecia, son famosos desde hace mucho tiempo por los colores y la sofisticación de su arte, pero el aumento mundial del precio del gas está dificultando el mantenimiento de los hornos, lo que amenaza su supervivencia.
Desde que se inició la fabricación de vidrio en la isla a finales del siglo XIII, la industria ha sobrevivido a crisis económicas y guerras, suministrando al mundo vajillas, candelabros de techo y joyas de gran valor.
La fabricación de vidrio de Murano cuenta con unas 60 empresas que emplean a unos 1,000 trabajadores. Ya estaba luchando por recuperarse de la crisis del COVID-19 y el repentino aumento de los costos del combustible representa un nuevo reto.
Los precios del gas han subido este año en toda Europa debido a la escasa oferta, al aumento de la demanda tras la relajación de los confinamientos por el COVID-19 y a que Rusia no suministra más volúmenes de los contratados.
“A finales de septiembre pagábamos 40,000 euros (US$ 45,488) (al mes), en octubre estábamos en 170,000 euros” por la misma cantidad de gas, dijo el artesano Cristiano Ferro, que ya cerró su horno.
Roma ha reservado más de 3,000 millones de euros para suavizar el impacto de los aumentos en las facturas de energía de los minoristas, pero los artesanos de Murano dicen que esto no es suficiente.
“Aquí consumimos unos 10 millones de metros cúbicos de gas al año para nosotros; el gas es lo que es el agua para otros”, afirma Luciano Gambaro, propietario de una fábrica de vidrio.
El vidriero Giovanni Maschietto es aún más pesimista. “Creo que aquí todo va a morir”, dijo. El gobierno no parece hacer mucho para salvarnos. La gente necesita comprar pan, no vidrio, no se puede comer vidrio”.