Chile es el primer consumidor de ropa en América Latina y también el primer importador de la región de prendas de segunda mano desde Asia, Europa, Estados Unidos y Canadá. EcoFibra, Ecocitex y Sembra han hecho del residuo textil su materia prima.
Mientras la ONU alerta de que en el mundo “cada segundo se entierra o quema” el equivalente a un camión de basura con textiles, en Chile Franklin Zepeda, Rosario Hevia y Mónica Zarini dan nuevas vidas a esa basura.
Corre viento a favor de reciclar los residuos que genera la industria textil, que será incluida en la ley de Responsabilidad Extendida del Productor (REP), que obliga a importadoras de ropa y textiles a hacerse cargo de sus desechos.
Al calor del algodón
Zepeda trabajó casi 10 años en la zona franca de Iquique, norte del país, y empezó a asesorar a importadores de ropa usada, pero ver tal cantidad de residuos textiles le hizo dar un giro.
“Quise salirme del problema y entrar en la solución”, cuenta Zepeda, fundador de EcoFibra, startup que desde el 2018 crece con la fabricación de termopaneles para viviendas en su planta en Alto Hospicio, cerca del puerto donde llegan toneladas de ropa usada.
El aislante ecológico que han desarrollado en EcoFibra los lleva a procesar hasta 40 toneladas de ropa usada al mes en alianza con Zofri, la zona franca en Iquique, y apoyo de las autoridades ambientales de la región de Tarapacá.
Allí separan la ropa de algodón de aquellas con telas sintéticas y poliéster, para las que desarrollaron un líquido especial que les da una propiedad ignífuga.
Con los ecopaneles se hacen casas prefabricadas accesibles para viviendas sociales, reemplazando la lana de vidrio o lana mineral altamente contaminante.
Zepeda recuerda cuando veía en su moto “montañas de basura de ropa en el desierto más árido del mundo, y dije no, tengo que hacer algo”: sus paneles de aislación térmica “son los únicos en Latinoamérica certificados bajo las normas de la construcción”, dice orgulloso de elaborar “en una comuna pequeña un producto de alto impacto”.
Hilados 100% reciclados
Cansada de su trabajo en finanzas corporativas y con dos hijos pequeños, Rosario Hevia empezó con Travieso, una tienda de reutilización de ropa infantil, donde descubre el gran problema de la ropa en desuso.
Inspirada por reducir el desecho textil de Chile, funda Ecocitex en una antigua hilandería ad portas de la quiebra tras la crisis social del 2019. Entusiasmó a sus trabajadores a seguir el oficio pero para fabricar hilado hecho de ropa en mal estado y los retazos de textil.
Hoy Hevia tiene un producto 100% reciclado, sin usar agua ni tinturas en un proceso innovador con “ropa que va a terminar en vertederos”.
Con reconocimientos internacionales y expansión de clientes en Chile, sostiene que su país “vive un punto de inflexión”.
“Por muchos años se consumía y a nadie parecía importarle y se generaba cada vez más desperdicio textil y más desecho. Hoy en día las personas están empezando a cuestionarse” y les preocupa cuidar el planeta, afirma optimista.
“Llevamos puesto el problema”
Desde Sembra, un campo explorador de eco tecnologías en Nogales, centro de Chile, Mónica Zarini lleva más de 20 años promoviendo emprendimientos con impacto social y estudiando la ruta de la ropa usada para hallar soluciones de reciclaje.
A partir de la ropa usada hacen lámparas, recipientes, cuadernos, bolsas, cajas y hasta colecciones para regalos corporativos.
Este mes su proyecto “llevamos puesto el problema” se adjudicó un financiamiento de la minera Angloamerican, para promover a lo largo de Chile la fabricación de ropa con recursos naturales y educar sobre el impacto del consumo excesivo en el medio ambiente.
Las políticas comerciales en la industria del ‘fast fashion’ “han ayudado a convencernos que la ropa nos hace más lindos, que nos otorga un estilo y hasta nos cura la angustia”, dice Zarini.
“Los consumidores que conocen los daños ambientales que esta actividad provoca, atribuyen el problema a las industrias y a la falta de regulaciones”, pero “el problema lo llevamos puesto” todos, advierte.