
El funeral del papa Francisco se pretendía que fuera una ceremonia sencilla para honrar la modestia del hombre. En cambio, la asistencia del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lo ha convertido en un escenario de alto perfil para la diplomacia internacional en un momento de agitación geopolítica.
Con el mundo sumido en una guerra comercial, los mercados en plena agitación y una tregua entre Ucrania y Rusia en juego, todos, desde Volodímir Zelenski, de Ucrania, hasta Keir Starmer de Gran Bretaña y Emmanuel Macron, de Francia, están buscando una audiencia rápida con el voluble líder estadounidense en el que será su primer viaje al extranjero desde que tomó posesión.
La breve estancia, con su mezcla de ceremonia religiosa y acuerdos políticos, recuerda el escenario de la reapertura de la Catedral de Notre Dame en diciembre. La presencia de Trump en aquel acto también fue motivo para que muchos se apresuraran a viajar a París para unas negociaciones relámpago.
En Roma, Trump se unirá con 50 jefes de Estado que, además de rendir homenaje a Francisco, esperan cruzarse con el presidente en la Basílica de San Pedro o al margen.
Antes de viajar a Roma, Trump indicó que estaba dispuesto a hacerlo, aunque su estancia allí será breve, por lo que el margen para realizar cualquier negociación será estrecho.
“Me gustaría reunirme con todos”, dijo Trump el jueves. “Sería genial. Me gustaría atenderlos a todos, pero tenemos a muchos allí, y todos quieren reunirse, y quieren reunirse para hablar de comercio, y estamos logrando grandes avances y acuerdos”.
Para la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, será una oportunidad para consolidarse como uno de los conductos principales de Trump, y podría hacerlo orquestando una conversación a tres bandas sobre comercio con Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea con quien Trump aún no se ha reunido.

Meloni le visitó hace poco más de una semana en Washington, donde la colmó de elogios, y posteriormente recibió ella al vicepresidente JD Vance, también católico y recién converso, quien también vio al papa Francisco un día antes de su muerte.
No siempre está claro qué se obtiene a cambio, incluso cuando Trump te aprecia o le halagas: al final, casi nadie se libró de los aranceles. En el caso del trumpista Javier Milei, ha reportado algunos beneficios a Argentina con la aprobación de un préstamo del FMI, a pesar de las señales de alarma que se han encendido dentro de la entidad de crédito de última instancia.
Uno de los dolientes en el funeral que quizás no busque a Trump es Joe Biden, El expresidente, un católico devoto que se reunió con Francisco en numerosas ocasiones —incluso cuando Meloni hizo el gesto sin precedentes de llevar al papa al Grupo de los Siete junto al mar Adriático—, es a menudo culpado por Trump por todo, desde las guerras hasta los problemas económicos.
Con tanta gente en Roma, una ausencia notable será la del ruso Vladímir Putin, que evadió la sanciones y recibirá en Moscú a Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil, y a Xi Jinping, de China, para el desfile del Día de la Victoria el 9 de mayo. En 2019, Trump se sintió halagado de que le pidieran asistir a lo que equivale a una ostentosa celebración del poderío militar ruso en el aniversario de la derrota de la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial.
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Esta vez, las circunstancias no son las mismas. El presidente estadounidense tiene prisa por declarar una victoria diplomática al negociar el fin de la guerra en Ucrania y, en los últimos días, ha vertido críticas poco habituales hacia Rusia, cuando se acerca el hito de los 100 días de su segundo mandato.
Lula estará en Roma, evitando cuidadosamente a su archienemigo libertario Milei, como lo ha estado haciendo en varias reuniones. Es poco probable que Xi decida a última hora asistir. Los dos gigantes económicos no se ponen de acuerdo, con Trump insistiendo en que hay conversaciones en curso sobre el comercio y Pekín negándolo. La tensión ha inquietado a los inversores.
Una reunión al margen del Vaticano tendría enormes consecuencias, y también sería incómoda. La Santa Sede no tiene relaciones formales con China, aunque sí las tiene con Taiwán. Ha habido cierto acercamiento con Pekín y el presidente de Taiwán, Lai Ching-te, no asistirá, aunque el exvicepresidente Chen Chien-Jen estará allí en representación de la isla.
Una pregunta abierta es si Trump aprovechará el momento para ofrecer alguna sugerencia sobre quién debería liderar a los 1.400 millones de católicos en el mundo.
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En las próximas semanas se celebrará un cónclave, una reunión de cardenales para elegir al próximo papa, y es bien sabido que este proceso secreto es difícil de predecir.
El padre James Martin, editor general de la revista America, una publicación jesuita, dijo que es normal que en esas reuniones se tenga en cuenta la política mundial del momento a la hora de tomar una decisión.
“Es natural que el colegio cardenalicio tenga en cuenta los signos de los tiempos, es decir, lo que está sucediendo en el mundo”, afirmó. “Por lo tanto, en términos generales, tendrán en cuenta la situación geopolítica”.
La relación entre Trump y Francisco nunca fue fácil, salpicada por enfrentamientos sobre cuestiones como la inmigración y el cambio climático, que pusieron de relieve las profundas divisiones entre los católicos conservadores y liberales de EE.UU. A principios de este año, Francisco criticó las políticas migratorias de la Administración Trump, que incluyen las deportaciones forzosas.

Hasta ahora, Trump no se ha pronunciado sobre quién debería ser el próximo líder católico. Esta semana, en la Casa Blanca, dijo de Francisco: “Amaba al mundo y amaba especialmente a las personas que lo estaban pasando mal, y eso me parece bien”.
Michael Moreland, profesor de Derecho y Religión en la Universidad de Villanova, opina que cualquier intento de influir en el cónclave con “campañas o presiones desde el exterior podría ser contraproducente”.
Trump, que cortejó intensamente a la derecha religiosa, ganó la mayoría de los votos católicos en las elecciones presidenciales de 2024. Contó con el apoyo de católicos conservadores y tiene varios católicos en su administración, entre ellos Vance.
Al propio Vance se le preguntó sobre la dirección que le gustaría que tomara la Iglesia con el próximo papa, pero se negó a responder: “No voy a intentar dar orientaciones a los cardenales sobre a quién deben elegir como próximo papa. Tenemos muchos problemas en los que centrarnos en Estados Unidos”.
Queda por ver si Trump intervendrá. El propio Francisco era conocido por salirse del guion de vez en cuando, y no sin consecuencias.
Su defensa de la causa palestina, sus críticas a Israel y sus llamados diarias a la iglesia de Gaza obligaron al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, a ordenar a sus embajadores que borraran las publicaciones en las redes sociales en las que expresaban sus condolencias.
La ceremonia comenzará a las 10 de la mañana del sábado y atraerá a unas 250,000 personas. Y a pesar de todos los invitados de alto nivel y la importancia de la ocasión, Francisco expresó su firme deseo de prescindir de toda la pompa y la grandiosidad que suele acompañar al fallecimiento de un papa.
Su última voluntad, expresada en un testamento redactado en 2022, era sencilla: ser enterrado en tierra desnuda, en un ataúd de madera con una sola palabra grabada en latín: “Franciscus”.