(Foto: Getty Images)
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Antes del estallido del conflicto, la rusa Alla Lavrova no tenía dificultad en visitar a su hermano y hermana. Podía conducir desde su casa en Rusia y en una hora estaba al otro lado de la frontera, en Ucrania.

Pero con las tensiones en alza, luego de que los gobiernos occidentales acusaron a Moscú de amasar a decenas de miles de soldados en la frontera con Ucrania, Lavrova, de 56 años, no sabe cuándo volverá a ver a sus hermanos.

“No los he visto en dos o tres años”, comentó mientras limpiaba la barra de su café en la localidad de Oktyabrski, en el suroeste ruso. “Se ha vuelto más difícil cruzar la frontera por la situación política”, comentó.

Muchos pobladores de esta pequeña localidad han tenido que adaptarse para seguir en contacto con sus seres queridos desde el 2014, cuando surgió una insurgencia separatista apoyada por Rusia en el este de Ucrania.

Cruzar la frontera para trabajar, comprar o visitar familiares era fácil, pero ahora el proceso se volvió un dolor de cabeza, con las restricciones adicionales por la pandemia del corornavirus.

La situación no da señales de cambiar, ante las advertencias de Washington de una inminente invasión rusa de Ucrania.

“Lamento que Rusia y Ucrania hayan desarrollado estas relaciones”, expresó Lavrova, mirando molesta las huellas de barro que dejaron sus clientes.

“Nosotros la gente común tenemos relaciones cálidas, humanas. Pero a nivel más alto es diferente”, agregó.

Más fácil visitar Perú

Al igual que Lavrova, muchas familias de la región tienen familias en Járkov, segunda ciudad de Ucrania, a 18 km de la frontera con Rusia.

Su hermano y hermana estudiaron y se asentaron allí durante la era soviética y adoptaron la nacionalidad ucraniana tras el colapso de la Unión Soviética, en 1991.

Hasta el 2014, los tres se encontraban con frecuencia, especialmente para la pascua, una festividad importante para los ortodoxos rusos y ucranianos. Pero ahora solo conversan por teléfono. “Ni siquiera pueden venir y orar en la tumba de nuestros padres”, lamenta Lavrova.

Cruzar la frontera aún es posible para los rusos, pero conlleva procedimientos administrativos tediosos que desaniman a muchos a intentarlo.

Sofia Vinakova, una estudiante de 22 años, dijo que se perdió el funeral de su abuela en Kiev en setiembre pasado. “Solo mi madre pudo ir”, dijo mientras sorbía su vodka con fresa.

Dmitry Popov declaró que intentó visitar a sus primos en Járkov en el 2019 pero que las autoridades ucranianas le negaron el ingreso.

Los hombres jóvenes a menudo sufren inspecciones prolongadas de las autoridades ucranianas, que temen la infiltración de soldados rusos.

“Es más fácil visitar Perú”, dijo Popov, de 22 años, quien se mantiene en contacto con sus primos por los juegos de video que juegan juntos.

Sin hablar de política

Vinakova dice que permanece en contacto con su tía en Ucrania por videollamadas, pero que no hablan del conflicto.

“En Ucrania dicen que es culpa de Rusia. Aquí es lo contrario. Llegamos a la conclusión de que hablar de ello sería inútil”, explicó Vinakova. “La política es la política, nosotros somos familia”.

La mayoría de los residentes en la zona fronteriza que hablaron con AFP dijeron no creer que vaya a haber enfrentamiento militar, algunos de ellos preocupados por sus familiares en Ucrania.

Vladimir Sidletsky, un electricista jubilado de 70 años, dice que tiene una hermana mayor en Lugansk, una de las dos regiones separatistas en el este de Ucrania bajo control rebelde.

“Estamos preocupados con ella. Le dijimos que se viniera con nosotros por la situación allá. Pero ella no quiere”, indicó Sidletsky .

“Vamos a persistir, sobrevivimos 1941. Vamos a superar esto también”, es lo que le dice su hermana.

Pese a las dificultades, Vinakova sigue positiva y confiada en que volverá a ver a su tía ucraniana. De ser necesario, “nos reuniremos en un tercer país”, aseguró.

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