El presidente ruso, Vladímir Putin, ha pasado por varios ministros y generales desde que invadió Ucrania por primera vez hace una década. Solo una persona se ha mantenido y sobrevivido a la rotación en todo ese período: Elvira Nabiullina, la gobernadora del banco central.
Sus lazos con Putin, y el futuro de estos, puede llegar a definir la economía que emerja del mayor conflicto armado en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
Desde poco después de la invasión de febrero de 2022, Nabiullina dejó de usar sus coloridos broches —con los cuales telegrafiaba pistas al mercado— y adoptó en público atuendos monocromáticos. Algunos vieron en ese gesto un acto de disidencia. A esto le siguió un intento de renunciar y, posteriormente, un rompimiento sobre varias políticas clave respaldadas por Putin y su Gobierno.
Ya en su tercer mandato, Nabiullina ha logrado formar un pequeño santuario de inconformismo en medio de una clase dirigente rusa obsesionada con la lealtad por encima de todo. Y con un nuevo gabinete en el Gobierno —que incluye a algunos de sus mayores críticos—, Nabiullina sigue siendo una anomalía que Putin está deseoso de proteger.
Oleg Vyugin, un antiguo funcionario de alto rango del Banco de Rusia que conoce a Nabiullina desde hace más de 20 años, dice que Putin la ve como una persona que habla claro y no está manchada por la corrupción, con resultados que mostrar tras años de crisis.
“Elvira tiene el derecho exclusivo de decirle al presidente lo que no le gusta”, dijo Vyugin. “Ella puede hablar abiertamente de la situación y él lo acepta”.
Ahora, en su segunda década al frente de una institución que durante mucho tiempo ha estado entre las más independientes de la Rusia moderna, Nabiullina, de 60 años, está cerca de convertirse en su gobernadora más longeva y se mantiene como una de las pocas mujeres rusas en puestos de poder.
Putin valora y confía en los consejos de Nabiullina y considera que su presencia equilibra el equipo económico del presidente, según personas familiarizadas con el asunto.
Otros altos tecnócratas con voz y voto en la política económica están mucho más en sintonía con el belicismo del líder ruso. El ministro de Finanzas, Anton Siluanov, habla de moldear el presupuesto para “la tarea de asegurar la victoria”, mientras que Maxim Oreshkin —antiguo ayudante económico de Putin ascendido recientemente a jefe adjunto de gabinete del Kremlin— presenta ahora la guerra como un “conflicto global con Occidente por Ucrania”.
Un colega que es un alto funcionario del Gobierno describe a Nabiullina como una idealista de principios que sigue jugando según las reglas cuando las viejas reglas del juego ya no se aplican.
Durante meses, Nabiullina ha alertado sobre los efectos indirectos en la economía de la escasez de mano de obra causada por la guerra y un presupuesto hinchado por el enorme gasto en defensa.
El banco central también se opuso a endurecer los controles de capital que obligan a los exportadores a vender sus ingresos en moneda extranjera en el mercado nacional por rublos. Nabiullina fue la única funcionaria que no firmó un borrador de decreto para reimponer las medidas. Putin aprobó y promulgó la medida a pesar de sus objeciones a fines del año pasado, según personas familiarizadas con la situación.
Y cuando autoridades decidieron confiscar la participación de minoritarios en la planta de magnesio de Solikamsk, productora de tierras raras, el banco central presentó en mayo una apelación al fallo que aprobó la confiscación.
Al explicar su decisión de apelar, particularmente en un caso en que el banco central no es parte, Nabiullina dio un comentario que parecía ignorar la guerra en el país.
“Estamos seriamente preocupados”, dijo, “porque proteger los derechos de los inversionistas, proteger a los compradores de buena fe de acciones a través del comercio organizado es la piedra angular de la confianza en el mercado financiero, en el mercado de valores y la confianza en general.”
Tras la invasión de Ucrania en 2022, circulaba un chiste sobre las dos cosas que sorprendieron a Putin: lo inútil que era su ejército en conseguir la victoria a pesar de su larga preparación; y lo capaces que eran sus funcionarios tecnócratas en evitar un colapso de la economía a pesar de no recibir ningún aviso de lo que estaba por venir.
Las entrevistas con funcionarios y personas que conocen a Nabiullina revelan a una persona extremadamente concentrada en la economía a medida que la guerra arreciaba. Pero como explicó entre bastidores tras el inicio de los combates, evitar una implosión en casa también tenía otro propósito.
El colapso económico significaría una represión interna aún mayor y podría crear un caos político similar al de Rusia tras la desintegración de la Unión Soviética en los 90, dijo Nabiullina en aquel momento. La misión del banco central era evitar ese escenario: un Gobierno en apuros financieros no dudaría en acabar con lo que queda de libertad en Rusia, dijo a sus colegas.
Parte de ese sentimiento salió a la luz pública menos de una semana después de que comenzara la guerra. En un video filtrado al personal del banco central, Nabiullina dijo que “todos nosotros habríamos querido que esto no ocurriera”. Calificó la situación económica como “extrema”, y abogó por evitar “debates políticos” que “solo queman nuestra energía, que necesitamos para hacer nuestro trabajo”.
Lo primero que hizo el banco central fue restringir el movimiento de capitales al extranjero y renunciar a las intervenciones en defensa del rublo después de que las sanciones inmovilizaran alrededor de US$ 300,000 millones, o cerca de la mitad de sus reservas.
Una fuerte subida de las tasas de interés y las restricciones a las transacciones en divisas frenaron las salidas y sofocaron el pánico financiero. El alza en los precios de la energía ayudó a llenar las arcas del Gobierno y la producción de defensa se puso a toda marcha. Para sorpresas de muchos, en vez de un desplome de dos dígitos de la economía, la caída fue apenas superior al 1%, y a eso le siguió un rápido repunte.
“Las acciones coordinadas de emergencia del Gobierno y del banco central aliviaron las consecuencias de las sanciones occidentales”, afirmó Olga Belenkaya, economista de Finam en Moscú. Se “complementaron mutuamente y, en general, salvaron la economía”, afirmó.
Nabiullina ha estado en el radar del líder ruso desde 2006, cuando su ciudad natal de San Petersburgo acogió una cumbre de líderes del Grupo de los Ocho. Fue quizá el momento cumbre de aceptación global a Putin. Rusia perdió su puesto en el club de las grandes potencias industriales ocho años después, tras invadir y anexar Crimea de Ucrania.
Nabiullina preparó el programa del evento del G8, que se centró en temas como la independencia energética. El evento, en el que también participaron los jefes de las principales naciones emergentes como China y Brasil, fue un éxito internacional, y Putin tomó nota.
Un año después, Putin eligió a Nabiullina como ministra de Economía, y ella permaneció en el cargo después de que Dmitri Medvédev se convirtiera en presidente al año siguiente. Cuando Putin volvió a la presidencia en 2012, ella se unió a él en el Kremlin como asesora económica y un año después se convirtió en su sorpresiva elección para hacerse cargo del banco central.
Nabiullina —cuyo mandato termina en 2027— por ahora está segura en su puesto. Putin en el pasado ha evitado purgas de personal que puedan ser vistos como desestabilizadoras o hechas bajo presión, dijeron las personas, que solicitaron el anonimato para hablar de deliberaciones que no son públicas. El presidente dejó marchar a su predecesor antes de tiempo, pero esperó con la decisión casi un año después de instalar un nuevo Gobierno en 2012.
Eso no significa que las opiniones de Nabiullina vayan a imponerse, y desde luego no la ha hecho inmune a las críticas.
Oreshkin lleva tiempo enfrentándose públicamente a ella, y el primer ministro Mijaíl Mishustin se queja de ella con regularidad. Los legisladores y el mayor grupo empresarial de Rusia la culpan de políticas que consideran excesivamente restrictivas o de errar demasiado en la lucha contra la inflación.
Incluso antes de la invasión, los funcionarios rusos se mofaban de Nabiullina por un enfoque de la política monetaria centrado en la inflación por encima de todo.
Pocos han hecho más para blindar la economía rusa contra las sanciones antes y después del conflicto.
Pero no tiene problemas en seguir órdenes. Cuando la petrolera estatal Rosneft PJSC, dirigida por Igor Sechin, un estrecho aliado de Putin, necesitó US$ 7,000 millones para devolver un préstamo en 2014, Nabiullina recibió lo que se percibió como una petición de Putin para ayudar, según personas con conocimiento del asunto.
La gobernadora accedió preocupada por la posibilidad de que el incumplimiento de Rosneft pudiera provocar una pequeña crisis financiera, dijeron. El episodio manchó su reputación y se le culpa por el desplome del rublo en diciembre de ese año.
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“Ella es un miembro del equipo de Putin que claramente cumple su papel, pero tiene un mayor grado de libertad que el gobierno”, dijo Vyugin. “Ella también tiene la capacidad de ser independiente debido a su carácter. Se puede confiar en ella”.
Pase lo que pase en su carrera, la agresión de Putin a Ucrania, que comenzó con la anexión de Crimea en 2014, será visto como el momento en que más sacó a relucir sus habilidades.
Sancionada por Estados Unidos, el Reino Unido y otros países por evitar la desestabilización de la economía durante la guerra, Nabiullina ha presidido un banco central que acumuló una de las mayores reservas de divisas y oro del mundo, cerró bancos en mal estado de salud y llevó la inflación a los niveles más bajos de la historia postsoviética de Rusia.
Tras las primeras sanciones por Ucrania hace una década, Nabiullina ayudó a crear la propia alternativa rusa al servicio de mensajería financiera SWIFT y se deshizo de los bonos del Tesoro estadounidense de sus reservas.
Y al mismo tiempo, recibió elogios de los inversionistas y de sus homólogos en el extranjero. En 2018, la jefa del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, quien entonces dirigía el Fondo Monetario Internacional, comparó las cualidades de Nabiullina con las de un gran director de orquesta.
La música que produce ahora no es del agrado de todos, pero Nabiullina está tocando para un público de uno.
Pero a medida avanza el conflicto, Nabiullina puede encontrarse cada vez más al margen y desautorizada por el hombre que tiene la última palabra. Sergey Dubinin, gobernador del banco central ruso de 1995 a 1998, dijo que duda “del éxito ulterior de las políticas antiinflacionistas” tal y como se aplican ahora.
“Vemos que el gasto militar aumenta cada año, y esta situación es muy difícil de controlar para el banco central”, dijo. “Esta es una especie de nueva realidad para las próximas décadas”.
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