La victoria fulminante de los talibanes en Afganistán ha llevado a los críticos del presidente Joe Biden a preguntarse ¿por qué no dejó una fuerza residual de 2,500 soldados estadounidenses para sostener al gobierno local?
Esa era la cantidad de soldados estadounidenses que quedaban en Afganistán cuando Biden llegó a la Casa Blanca en enero.
Su predecesor, Donald Trump, redujo ampliamente la presencia de militares estadounidenses en el país, tras haberla llevado a 15,000 al inicio de su mandato.
Los 2,500 soldados y 16,000 auxiliares civiles del ejército estadounidense aún presentes parecían ser suficientes para mantener en el poder al gobierno afgano, tras la firma de un acuerdo el 29 de febrero del 2020 entre Estados Unidos y los talibanes que preveía un retiro antes del 1 de mayo.
Durante más de un año, los talibanes multiplicaron sus ataques contra las fuerzas afganas, pero sus victorias se limitaron a zonas rurales, no estratégicas.
Conforme a lo pactado con Washington, los ataques contra las fuerzas de la OTAN se redujeron. Ningún soldado estadounidense murió en Afganistán desde febrero del 2020.
Según los críticos de Biden, eso es la prueba de que con el apoyo de una fuerza residual el gobierno afgano habría podido resistir el avance de los talibanes.
“Sólo teníamos 2,500 hombres allá, una presencia ligera, nada de caos, ni un solo soldado muerto durante un año de combates”, recordó esta semana Mitch McConnell, jefe de la oposición republicana en el Senado.
“Encontrar un equilibrio”
Biden, que abogó largamente por salir de Afganistán, se tomó tiempo para reflexionar al inicio de su mandato, y anunció a mediados de abril que Estados Unidos se iría tres meses más tarde de lo previsto por Trump.
La alternativa, explicó esta semana, “era respetar el acuerdo o estar listos para combatir nuevamente a los talibanes”.
Sin una fecha límite de partida, finalmente fijada el 31 de agosto, los insurgentes habrían retomado sus ataques, añadió.
El impacto de la decisión es gigantesco. Los talibanes aceleraron su campaña militar, mientras los soldados afganos dejaron de luchar y las ciudades cedieron sin oponer resistencia, hasta la caída de Kabul el 15 de agosto.
En una columna publicada en el diario The Washington Post, el historiador militar Max Boot culpó a Biden de la desintegración del ejército afgano.
“Muchos dicen que 2,500 hombres no habrían hecho una diferencia”, pero “los acontecimientos de los últimos meses refutan ese argumento: la ofensiva final de los talibanes comenzó cuando el retiro de las fuerzas estadounidenses estaba prácticamente terminado”, escribió.
Ejército “dependiente”
Biden y sus detractores concuerdan en que el gobierno y el ejército afgano eran profundamente dependientes de Estados Unidos. Y cuando el respaldo técnico, militar y financiero les fue retirado, los afganos se desmoronaron.
Los críticos precisan que Estados Unidos tiene desplegados 2,500 soldados en Irak, sin contar las decenas de miles en Alemania, Corea del Sur o Japón desde la Guerra Fría.
Una presencia así habría podido impedir el acceso al poder de un régimen amigo de Al Qaeda, afirman.
Pero para Biden y sus aliados, no se justificaba el costo humano y material de respaldar a un gobierno afgano corrupto e ineficaz. El resultado habría sido el mismo en cinco años, estimó Biden.
Su consejero de seguridad nacional, Jake Sullivan, subrayó además que el ejército afgano ya perdía terreno bajo Trump.
“Lo que ocurrió en las últimas semanas demuestra sin dudas que habría sido necesaria una presencia militar importante, muy superior a la que estaba cuando asumió el presidente Biden, para frenar el avance de los talibanes”, agregó. “Y habríamos tenido muertos”.