Nada detenía a Michel Platini con el balón en los pies, una fuerza de voluntad que este futbolista excepcional supo trasladar a los banquillos, a los puestos de influencia del fútbol francés y a las más altas cotas del europeo, pero que chocó contra un animal de los despachos, Sepp Blatter.
Suspendido por la FIFA, investigado por la justicia, Platini se encuentra detenido por presuntas irregularidades en la atribución en el 2010 del Mundial del 2022 a Catar, el punto culminante de la rivalidad que mantenía con Blatter.
Su trayectoria ascendente, que le había situado a las puertas de la presidencia de la FIFA en el 2015, se tornó en una caída en desgracia de la que por ahora no se atisba el final.
Platini siempre se sobrepuso a todo. A su origen inmigrante, su ligero sobrepeso que limitaba sus condiciones futbolísticas, su carácter altivo y altanero. De todo ello supo sacar partido para convertirse en un mito en Francia, en Italia y en el mundo, el primer futbolista en ganar tres Balones de Oro.
Nació el 21 de junio de 1955 en Jouef, el noreste de Francia, nieto de un albañil italiano instalado en la Lorena francesa tras la Primera Guerra Mundial, criado en una familia humilde, Platini siempre vio en el fútbol su camino hacia el éxito.
Formado en el Nancy, el modesto equipo de su región, en 1976 dio el salto al Saint-Etienne, entonces uno de los más potentes clubes del país.
En seis años se convirtió en un jugador de talla que llamó la atención del Juventus de Turín, uno de los grandes del continente. Con la "Vecchia Signora" se forjó su leyenda, que tuvo su punto culminante en 1985, cuando ganó la Copa de Europa con él como máximo goleador.
En paralelo, considerado uno de los mejores futbolistas de su tiempo, Platini se convirtió también en el líder de la selección francesa, artífice de la Eurocopa que ganó en su propio país en 1984, en la que también fue el máximo anotador.
Nada más colgar las botas, con 32 años, se hizo cargo, de forma natural, de la selección francesa, convencido de que nada se le podía resistir. No fue una experiencia exitosa que, posteriormente, reconoció que había aceptado demasiado pronto, sin la suficiente experiencia.
Sin embargo, aquel traspié no dejó secuelas en su reputación, que siempre fue muy alta. Cuando Francia fue elegida sede del Mundial de 1998, el presidente, François Mitterrand, impuso su nombre como copresidente del Comité Organizador, una experiencia que le permitió codearse con las altas instancias del fútbol.
Un nuevo camino en el que proseguir su vida en el fútbol y su condición de líder. En 1997 se planteó presentarse a la presidencia de la FIFA en sustitución del longevo brasileño Joao Havelange, pero prefirió asociarse con el que era su mano derecha, Blatter.
Juntos conquistaron el puesto y, durante años, dirigieron la organización. En el 2007, el suizo le lanzó a la conquista de la UEFA, en contra de su histórico enemigo, el sueco Lennard Johansson. Platini le batió por cuatro votos y se colocó al frente de la más poderosa asociación del fútbol.
Poco a poco, salió el líder que lleva dentro y los encontronazos con Blatter fueron cada vez más sonoros. El presidente de la FIFA se apoyaba en las pequeñas federaciones y el responsable de la UEFA, en las más ricas.
La distancia fue cada vez mayor, hasta que en el 2010 ya no había disimulos. En el 2014 Platini apoyó a Ali bin Al-Hussein contra Blatter y, tras la caída del jordano, acusado de corrupción, se colocó en la línea de salida para sustituirle.
Pero comenzaron a surgir informaciones sobre su pasado, secretos hasta entonces bien guardados que, para muchos, solo Blatter podía conocer.
Uno de ellos, el pago de 1.8 millones de euros por la FIFA en el 2011 por labores de asesoramiento que databan de más de diez años antes, acabaron por costarle en el 2015 una inhabilitación de cuatro años que terminaron con su aventura para presidir la organización.
Desde entonces, no han parado de surgir nuevas informaciones, como si su choque con Blatter hubiera abierto una vía de agua que impide su salida a flote.