“Euskal Herria ez da salgai” o “El País Vasco no está en venta”: estas inscripciones florecen en las fachadas de agencias inmobiliarias y de casas en venta de la costa vasca francesa, donde los precios se disparan, impulsados por el mercado de las residencias secundarias.
Algunos de los eslóganes apuntan a los propietarios de casas secundarias, que se trasladaron a la costa durante los sucesivos confinamientos por el COVID-19.
“Parisinos, vuelvan a su casa, son el virus del País Vasco”, rezaban carteles gigantes pegados en las paredes de las casas del pueblo de Urruña en marzo.
Después de haber sido relegado durante décadas a un segundo plano, detrás de otras ciudades consideradas más glamurosas de la Costa Azul como Niza o Saint Tropez, el País Vasco francés, que cuenta con algunas de las mejores playas de Europa para practicar el surf, con los Pirineos asomando en la distancia, está viviendo su mejor momento.
“No son necesariamente ricos los que vemos llegar, no son oligarcas rusos con 14 millones de euros en una maleta”, explica David Buchoou, de la agencia inmobiliaria La Rochefoucauld, de Anglet, y describe en cambio a personas con “grandes cargos en empresas” que pasan unos días a la semana en París y el resto con sus familias en el País Vasco.
Las puertas se abrieron con la puesta en marcha de una nueva línea de tren de alta velocidad desde París hasta Burdeos en el 2017, que puso a Biarritz a solamente cuatro horas de la capital.
El cambio masivo hacia el teletrabajo desde el inicio de la pandemia de coronavirus impulsó el fenómeno e hizo que los precios de la vivienda -y los ánimos- se dispararan en la región vasca.
En Guethary, un pueblo pesquero de 1,300 habitantes en el que una de cada dos casas son residencias secundarias, varias agencias inmobiliarias y viviendas con carteles de venta han sido objeto de vandalismo.
La alcaldesa, Marie-Pierre Burre-Cassou, achaca las tensiones a la escalada de los precios inmobiliarios, que alcanzan una media de 7,400 euros (US$ 8,800) por metro cuadrado, frente a los 6,670 euros de la región parisina.
Los apartamentos de centros turísticos como Biarritz alcanzan a menudo cifras de siete dígitos, por lo que la demanda de viviendas vacacionales se traslada al interior, a los pueblos rurales y a las comunidades agrícolas.
Un activista del grupo Baiona Angelu Miarritze (ciudades de Bayona, Anglet y Biarritz, en euskera), que lucha por una vivienda asequible, advirtió de la creciente desesperación de los jóvenes que no pueden acceder a la propiedad.
“Y cuando empieza a movilizar a la gente, esa desesperación puede volverse peligrosa”, advirtió el activista, que pidió permanecer en el anonimato.
Los viejos tiempos de ETA
A mediados de mayo, en Biarritz, se produjeron actos de vandalismo contra coches matriculados fuera del departamento.
“Hemos incluso leído comentarios en las redes sociales donde algunos lamentan ‘los buenos tiempos de ETA’, la organización separatista vasca armada que multiplicó las acciones violentas a ambos lados de la frontera durante más de medio siglo antes de disolverse en el 2018.
“Hay algo muy preocupante en esto”, considera Jean-Daniel Elichiry.
Este activista asociativo, miembro activo de la plataforma Bake Bidea que milita por la resolución del conflicto vasco, está preocupado. Para él, la crisis inmobiliaria es un “síntoma” de la creciente desigualdad.
“Tenemos que dar otras respuestas y asegurarnos de no desesperar a los jóvenes”, dice.
Según la comunidad de Aglomeración del País Vasco, formada por 158 municipios, en la actualidad hay 54,000 viviendas vacías, 12,000 desocupadas y 42,000 residencias secundarias.
Entre el 2007 y 2017, se registró un aumento de más del 19% en el número de segundas residencias. Durante ese tiempo, el número de viviendas vacías casi se ha duplicado.
El resentimiento contra los recién llegados de París y otras ciudades francesas se ha unido a la frustración por la escasez de propiedades de alquiler. Se culpa a plataformas como Airbnb de reducir la oferta de alquileres a largo plazo en favor de los alquileres vacacionales.
Para llamar la atención sobre lo que él llama la naturaleza “especulativa” del mercado de alquiler, un antiguo concejal de Biarritz, Eric Bonnamy, se filmó a sí mismo utilizando una amoladora para destruir los buzones utilizados para guardar las llaves de los clientes de Airbnb en una calle de Biarritz.
El alcalde de Biarritz, Maider Arosteguy, se muestra “especialmente pesimista sobre lo que puede ocurrir”. “El riesgo es que toda una parte de la juventud del País Vasco se radicalice”, estima.