El Papa Francisco falleció a los 88 años en su residencia del Vaticano. Foto: AFP.
El Papa Francisco falleció a los 88 años en su residencia del Vaticano. Foto: AFP.
Agencia AP

El comprendía el poder de un simple gesto: acariciar la cabeza deformada de un hombre en la Plaza de San Pedro, lavar los pies de un prisionero musulmán, arrodillarse para implorar a los líderes rivales de Sudán del Sur que hicieran la paz.

El papa Francisco encantó al mundo con esos conmovedores actos de amor, humildad e informalidad, comenzando con su primera aparición como pontífice en la logia de la Basílica de San Pedro con un notablemente normal “Buonasera” (“Buenas noches”) a su multitud de seguidores.

Francisco, el primer papa latinoamericano, murió el lunes a los 88 años. Apenas un día después de la Pascua, cuando impartió lo que se convertiría en su última bendición pública desde esa misma logia. “¡Hermanos y hermanas, Feliz Pascua!” exclamó, antes de embarcarse en lo que se convertiría en una despedida final ante los feligreses con un paseo en su papamóvil por la Plaza de San Pedro .

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El informó que Francisco sufrió un derrame cerebral el cual le provocó un coma y a una falla cardíaca, mientras se recuperaba después de haber estado hospitalizado durante cinco semanas debido a una neumonía doble. Se tiene previsto que su funeral y sepulcro en la basílica de Santa María la Mayor se realicen durante el fin de semana .

Después de esa primera noche lluviosa en que fue elegido el 13 de marzo de 2013, Francisco hizo gestos aún mayores, como traer de regreso a casa con él a una docena de refugiados sirios de un campamento en Grecia. Tales acciones le ganaron una gran popularidad entre los progresistas y fueron indicio de las nuevas prioridades para el Vaticano después de un papado por momentos conflictivo de Benedicto XVI.

Pero Francisco no tardó en tener sus propios problemas y los conservadores se molestaron con su postura sobre los pobres y el medio ambiente, y su acercamiento a los católicos LGBTQ+, a expensas de predicar la doctrina católica. Algunos lo acusaron de herejía.

Su mayor prueba llegó cuando manejó mal un notorio caso de abuso sexual clerical en Chile en 2018. De repente, el escándalo que se había fermentado bajo sus predecesores estalló de nuevo, y sus críticos aprovecharon la oportunidad.

Y luego, el papa amante de las multitudes y viajero del mundo de las periferias tuvo que navegar una realidad sin precedentes de tomar las riendas de una religión universal a través de la pandemia de coronavirus desde una Ciudad del Vaticano cerrada.

Imploró al mundo que usara al como una oportunidad para replantear el marco económico y político que, según él, había enfrentado a ricos contra pobres y convertido a la Tierra en un “inmenso montón de basura”.

“Nos hemos dado cuenta de que estamos en el mismo barco, todos nosotros frágiles y desorientados... todos llamados a remar juntos, cada uno de nosotros necesitando consolar al otro”, declaró Francisco ante una Plaza de San Pedro completamente vacía durante el pico de la pandemia en marzo de 2020.

Sacudiendo la iglesia sin cambiar doctrinas fundamentales

Después de la sorpresiva renuncia y retiro de Benedicto, Francisco fue elegido con el mandato de reformar la desactualizada burocracia vaticana y sus finanzas, pero fue mucho más allá al sacudir a la Iglesia misma sin cambiar nunca su doctrina fundamental.

Cuando se le preguntó sobre un sacerdote supuestamente gay, respondió: “¿Quién soy yo para juzgar?”.

El comentario envió un mensaje de bienvenida a la comunidad LGBTQ+ y a aquellos que se sentían rechazados por una Iglesia que había dado prioridad a las condiciones, reglas y propiedad sexual sobre el amor incondicional.

“Ser homosexual no es un delito”, dijo a The Associated Press en 2023, pidiendo el fin de las leyes civiles que lo criminalizan. Un año después, aprobó bendiciones para parejas del mismo sexo.

En una línea similar y misericordiosa, Francisco cambió la posición de la Iglesia respecto a la pena de muerte, declarándola inadmisible bajo cualquier circunstancia. Además, modificó su postura al decir que el simple hecho de tener armas nucleares, y no sólo su uso, era “inmoral”.

En otros hitos, aprobó un acuerdo con China sobre las nominaciones de obispos que había desconcertado al Vaticano durante medio siglo, se reunió con un patriarca ruso y trazó nuevas relaciones con el mundo musulmán al visitar la península Arábiga e Irak.

El presidente de Sudán del Sur, Salva Kiir Mayardit, dijo el lunes que Francisco sería recordado “como un faro de esperanza, compasión y unidad”, particularmente por su notable gesto en 2019, cuando en una reunión en el Vaticano le besó los pies de Kiir y a su rival, implorándoles que hicieran la paz.

Reafirmó el sacerdocio masculino y célibe y defendió firmemente la oposición de la Iglesia al aborto, comparándolo con “contratar a un sicario para resolver un problema”.

Pero agregó a mujeres a roles importantes de toma de decisiones en el Vaticano y les permitió formalmente servir como lectoras y acólitas en las parroquias. Permitió que las mujeres votaran junto a los obispos en reuniones periódicas del Vaticano, después de años de quejas de que las mujeres hacen la mayor parte del trabajo de la Iglesia pero están excluidas de su cúpula.

La hermana Nathalie Becquart, quien fue nombrada por Francisco para un alto cargo en el Vaticano, indicó que su legado era una Iglesia donde hombres y mujeres existen en una relación de reciprocidad y respeto.

“Se trataba de cambiar un patrón de dominio —del ser humano a la creación, de los hombres a las mujeres— a un patrón de cooperación”, señaló Becquart, la primera mujer en ocupar un puesto de votación en un sínodo del Vaticano.

Un refugio para ‘todos’

Aunque Francisco no llegó a permitir que las mujeres fueran ordenadas, la reforma del voto fue parte de un cambio revolucionario en su énfasis sobre lo que la debería ser: un refugio para todos —“todos, todos, todos”— no solo para unos pocos privilegiados. Compartió mesa con muchos más migrantes, pobres, prisioneros y marginados que con presidentes o directores ejecutivos.

“Para el papa Francisco, siempre se trató de extender los brazos de la Iglesia para abrazar a todas las personas, no excluir a nadie”, sostuvo el cardenal Kevin Farrell, a quien Francisco nombró camarlengo, el funcionario que toma el mando tras la muerte de un pontífice.

Francisco exigió a los obispos aplicar misericordia y caridad a sus rebaños, presionó a gobernantes para proteger la creación de Dios del desastre climático y desafió a los países a acoger a aquellos que huyen de la guerra, la pobreza y la opresión.

Después de visitar México en 2016, Francisco dijo del entonces candidato estadounidense Donald Trump, que cualquiera que construya un muro para mantener fuera a los migrantes “no es cristiano”.

Mientras que los progresistas estaban encantados con el enfoque de Francisco en el núcleo del mensaje de Jesús de misericordia y bienvenida para las almas marginadas, preocupó a los conservadores que temían que diluyera la enseñanza católica y amenazara la identidad cristiana de Europa y Estados Unidos. Algunos cardenales lo desafiaron abiertamente.

Francisco generalmente respondía al conflicto con su respuesta habitual: el silencio.

Facilitó a los católicos obtener una anulación matrimonial y permitió a los sacerdotes absolver a mujeres que habían abortado. Dividió a la Iglesia al abrir el debate sobre temas como la homosexualidad y el divorcio, dando a los pastores margen de maniobra para discernir cómo acompañar a sus rebaños en lugar de imponerles reglas estrictas.

“Veo claramente que lo que más necesita la Iglesia hoy en día es la capacidad de sanar heridas y calentar los corazones de los fieles”, dijo a una revista jesuita en 2013. “Veo a la Iglesia como un hospital de campaña después de la batalla”.

Un guiño a San Francisco de Asís

Francisco vivía en el hotel del Vaticano en lugar del Palacio Apostólico, usaba sus viejos zapatos ortopédicos y no los mocasines rojos del papado, y puso el ejemplo a las clases clericales usando autos compactos. No era un truco.

Si su elección como el primer papa latinoamericano y primer jesuita no fue suficiente, Francisco también fue el primero en nombrarse a sí mismo en honor a San Francisco de Asís, el fraile del siglo XIII conocido por su simplicidad personal, un mensaje de paz y el cuidado a los marginados de la sociedad y la naturaleza.

Francisco buscó a aquellos que sufren: los desempleados y los enfermos, los discapacitados y los indigentes, los ancianos y los encarcelados. Esos encuentros proporcionaron imágenes conmovedoras de su papado, como en 2013 cuando abrazó a un hombre con neurofibromatosis, la condición asociada con el “Hombre Elefante”, Joseph Carey Merrick.

“Siempre hemos sido marginados, pero el papa Francisco siempre nos ayudó”, manifestó Coqui Vargas, una mujer transgénero cuya comunidad romana forjó una relación única con Francisco durante la pandemia.

Y él mismo sufrió: Le retiraron parte del colon en 2021 y necesitó de cirugía adicional en 2023 para reparar una hernia y eliminar tejido cicatricial intestinal. Para 2022, usaba regularmente una silla de ruedas y un bastón debido a problemas con sus rodillas y episodios de bronquitis.

Sus prioridades también formaron sus viajes: Su primer viaje fuera de Roma como papa fue a la isla italiana de Lampedusa, entonces el epicentro de la crisis migratoria de Europa. Consistentemente visitó países pobres donde los cristianos eran a menudo minorías perseguidas, en lugar de centros del catolicismo global.

El obispo Marcelo Sánchez Sorondo, amigo y compatriota de Francisco, indicó que la preocupación por los pobres y los desfavorecidos formó el núcleo de su pontificado, basado en las Bienaventuranzas —las bendiciones bíblicas que Jesús pronunció en el Sermón del Monte para los mansos, los misericordiosos, los pobres de espíritu y otros.

“¿Por qué son las Bienaventuranzas el programa de este pontificado? Porque fueron la base del propio programa de Jesucristo”, expresó Sánchez.

Errores en materia de abuso sexual clerical

Pero pasó más de un año antes de que Francisco se reuniera con algunas de las almas más heridas de la Iglesia —supervivientes de abuso sexual clerical— y los grupos de víctimas cuestionaron si comprendía el alcance del problema.

Francisco creó una comisión para asesorar a la Iglesia en el tema del abuso sexual, pero la comisión luego perdió su influencia y su recomendación de un tribunal para juzgar a los obispos que encubrieron a sacerdotes depredadores no llegó a nada.

Lo compensó con nuevas disposiciones legales para responsabilizar a la jerarquía después de que hizo frente a la mayor crisis de su papado en 2018, cuando desacreditó a las víctimas chilenas de abuso y apoyó a un controvertido obispo vinculado a su abusador, el pedófilo más notorio de Chile. Después de que Francisco se dio cuenta de su error, invitó a las víctimas al Vaticano para un mea culpa personal y hizo que la cúpula de la iglesia chilena renunciara en masa.

Otra crisis estalló en torno al excardenal Theodore McCarrick, el arzobispo retirado de Washington y consejero de tres papas.

Francisco en realidad había apartado a McCarrick después de que la Iglesia recibió una acusación de que había abusado de un monaguillo adolescente en la década de 1970. Pero Francisco, sin embargo, fue acusado por el exembajador del Vaticano en Estados Unidos de haber rehabilitado a McCarrick al principio de su papado.

Francisco finalmente despojó a McCarrick de su condición clerical después de que el Vaticano determinó que abusó sexualmente de adultos y menores.

Los dos papas

La elección de Francisco en 2013 fue facilitada por la decisión de Benedicto XVI de renunciar y retirarse —la primera vez que sucedía algo así en 600 años. Creó la realidad sin precedentes de dos papas viviendo en el Vaticano hasta la muerte de Benedicto el 31 de diciembre de 2022.

Francisco no le rehuyó a una situación potencialmente incómoda, sino que abrazó a Benedicto como un estadista mayor y asesor a quien persuadió para salir de su retiro claustral y participar en la vida pública de la Iglesia.

“Es como tener a tu abuelo en casa, un abuelo sabio”, sostuvo Francisco.

Francisco elogió la decisión de Benedicto de retirarse, diciendo que “abrió la puerta” para otros. Eso alimentó la especulación de que él también podría retirarse, pero después de la muerte de Benedicto, dejó claro que el papado es generalmente un trabajo de por vida.

El estilo litúrgico más suelto de Francisco y sus prioridades pastorales dejaron claro que él y el teólogo alemán provenían de tradiciones religiosas muy diferentes, y Francisco revirtió varias de las decisiones de Benedicto.

Se aseguró de que el arzobispo salvadoreño Óscar Romero, un héroe del movimiento de teología de la liberación latinoamericana, fuera canonizado después de que su caso languideció durante el papado de Benedicto por preocupaciones sobre la inclinación marxista del credo.

En un movimiento controvertido, Francisco reimpuso restricciones a la celebración de la Misa en latín que Benedicto había relajado, argumentando que la propagación del Rito Tridentino era divisiva. Eso enfureció a los críticos tradicionalistas y dio inicio a lo que se convirtió en un conflicto sostenido entre los católicos de derecha, particularmente en Estados Unidos, y el papa argentino.

“No nos gusta este papa”

Para entonces, los conservadores se habían alejado de Francisco después de que abrió la puerta al debate sobre permitir que los católicos que se casaron nuevamente recibieran los sacramentos si no obtenían una anulación —un fallo de la Iglesia de que su primer matrimonio era inválido.

“No nos gusta este papa”, tituló el diario conservador italiano Il Foglio unos meses después del inicio de su papado, reflejando la inquietud del pequeño pero vocal movimiento tradicionalista que se vio mimado con Benedicto.

Esos mismos críticos amplificaron sus quejas después de que Francisco aprobó bendiciones para parejas del mismo sexo y un acuerdo con China sobre la nominación de obispos. Los detalles nunca se revelaron, pero los críticos conservadores lo criticaron como demasiado entreguista a la China comunista, mientras que el Vaticano lo defendió como el mejor acuerdo que pudo obtener.

El cardenal estadounidense Raymond Burke, una figura destacada en la oposición a Francisco, denunció que la Iglesia se había convertido en “un barco sin timón”.

Burke libró su campaña durante años, comenzando cuando Francisco lo despidió como juez supremo del Vaticano y culminando con su oposición al sínodo de 2023 de Francisco sobre el futuro de la Iglesia.

Se unió dos veces a cardenales conservadores para pedir a Francisco que se explicara sobre cuestiones doctrinales donde el papa había mostrado una inclinación más progresista, incluyendo las bendiciones a parejas del mismo sexo y su acercamiento a los católicos divorciados y que se casaron nuevamente por el civil.

Francisco finalmente sancionó a Burke financieramente, acusándolo de sembrar “desunión”. Fue uno de varios movimientos para desviar el poder de líderes doctrinarios a más pastorales.

Reprendiendo a burócratas con ‘Alzheimer espiritual’

Francisco insistió en que sus obispos y cardenales se impregnaran del “olor de su rebaño” y ministraran a los fieles. Cuando no lo hicieron, expresó su desagrado.

Su discurso de Navidad de 2014 a la Curia del Vaticano fue una de las mayores reprimendas públicas a los burócratas: De pie en la Sala Clementina de mármol del Palacio Apostólico, Francisco enumeró 15 dolencias que, según él, pueden afectar a sus colaboradores más cercanos, incluyendo “Alzheimer espiritual”, lujuria por el poder y el “terrorismo del chisme”.

Francisco supervisó reformas de un banco del Vaticano plagado de escándalos y tomó medidas audaces para alinear financieramente a los burócratas, limitando su compensación y capacidad para recibir regalos o adjudicar contratos públicos.

Infografía con los momentos clave del papado de Francisco. Fuente: AFP
Infografía con los momentos clave del papado de Francisco. Fuente: AFP

Autorizó a la policía del Vaticano a allanar su propia Secretaría de Estado y la agencia de vigilancia financiera del Vaticano después de que surgieron sospechas sobre la inversión de 350 millones de euros de la secretaría en un proyecto inmobiliario en Londres. Después de un juicio de dos años y medio, el tribunal condenó al cardenal Angelo Becciu por malversación y emitió veredictos mixtos a otros nueve, absolviendo a uno.

El juicio, sin embargo, se convirtió en un boomerang reputacional, mostrando deficiencias en el sistema legal del Vaticano, batallas territoriales entre monseñores y las formas en que el papa había intervenido en el caso.

Si bien recibió elogios por intentar cambiar las finanzas del Vaticano, Francisco enfureció a los conservadores estadounidenses por su crítica a los mercados globales que favorecen a los ricos sobre los pobres.

La justicia económica fue un tema importante para Francisco, diciendo en su primera reunión con periodistas que quería una “Iglesia pobre que sea para los pobres”.

Su primer documento de enseñanza importante, “La alegría del Evangelio”, calificó a la economía de goteo como ingenua, basada en una mentalidad “donde los poderosos se alimentan de los impotentes” sin consideración por la ética, el medio ambiente o incluso Dios.

“¡El dinero debe servir, no gobernar!”, dijo.

Se extendió sobre ese tema en su importante encíclica ecológica “Laudato Si’”, denunciando a un sistema económico global “estructuralmente perverso” que, según él, explotaba a los pobres y arriesgaba en convertir a la Tierra en “un inmenso montón de basura”.

Una infancia de oración, fútbol y ópera

Jorge Mario Bergoglio nació el 17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires, el mayor de cinco hijos de inmigrantes italianos.

Atribuyó a su abuela Rosa el haberle enseñado a orar. Incluso como papa, llevaba en su libro de oraciones desgastado un credo católico que ella compuso. Los fines de semana en la casa de los Bergoglio se pasaban escuchando ópera en la radio, asistiendo a misa y asistiendo a los partidos del club de fútbol San Lorenzo.

Su amor por el fútbol continuó en la adultez, y acumuló una gran colección de camisetas, incluso como papa.

Dijo que recibió su llamado religioso a los 17 años mientras se confesaba en su iglesia parroquial, San José de Flores. “Algo extraño me sucedió en esa confesión”, relató en una biografía autorizada de 2010. “No sé qué fue, pero cambió mi vida... Me di cuenta de que me estaban esperando”.

Ingresó al seminario diocesano y en 1958 se cambió a la orden jesuita, atraído por su tradición misionera y militancia, estando en “las líneas del frente de la Iglesia, fundamentado en la obediencia y la disciplina”.

Por esta época, sufrió una neumonía severa y le fue removida la parte superior de su pulmón derecho. Su frágil salud le impidió convertirse en misionero como había esperado, y su capacidad pulmonar menos que robusta fue quizás responsable de su voz susurrante y su renuencia a cantar en misa.

El 13 de diciembre de 1969, fue ordenado sacerdote y comenzó a enseñar. En 1973, se convirtió en jefe de los jesuitas en Argentina, un nombramiento que luego reconoció fue “una locura” a los 36 años. “Mi manera autoritaria y rápida de tomar decisiones me llevó a tener serios problemas y a ser acusado de ser ultraconservador”, relató.

Un clérigo en medio de la dictadura

Su mandato de seis años como provincial coincidió con el inicio de la dictadura argentina de 1976-83, cuando el Ejército lanzó una brutal campaña contra guerrilleros de izquierda y otros opositores al régimen.

Como muchos, Bergoglio no confrontó abiertamente a la junta, y fue acusado de permitir efectivamente que dos sacerdotes de barrios marginales fueran secuestrados y torturados al no respaldar públicamente su trabajo. Bergoglio se negó a contrarrestar esa versión durante décadas.

Sólo en una biografía autorizada de 2010 finalmente relató su extraordinario esfuerzo detrás de escena para salvarlos, persuadiendo al sacerdote de la familia del temido dictador Jorge Videla para que se reportara enfermo para que él pudiera oficiar misa en su lugar. Una vez dentro de la casa de Videla, Bergoglio pidió misericordia. Ambos sacerdotes fueron finalmente liberados, dos de los pocos sobrevivientes.

En 1986, Bergoglio fue a Alemania para investigar una tesis que nunca terminó. Al regresar a Argentina, esencialmente entró en un exilio interno dentro de los jesuitas, estacionado en Córdoba durante un período que llamó un tiempo de “gran crisis interior”.

Fuera de favor con el liderazgo más progresista de los jesuitas de Argentina, Bergoglio fue finalmente rescatado del anonimato por San Juan Pablo II, quien en 1992 lo nombró obispo auxiliar de Buenos Aires. Seis años después, se convirtió en arzobispo, y luego cardenal en 2001.

Un hombre humilde que rechazó los lujos que disfrutaban los arzobispos anteriores, Bergoglio viajaba en autobús, cocinaba sus propias comidas y visitaba regularmente los barrios marginales.

Estuvo cerca de convertirse en papa en 2005 cuando Benedicto fue elegido, obteniendo la segunda mayor cantidad de votos en varias rondas de votación antes de retirarse.

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Después de convertirse en papa, comenzaron a surgir relatos más amplios de los muchos sacerdotes, seminaristas y disidentes que salvó bajo la dictadura argentina, permitiéndoles permanecer de incógnito en el seminario o ayudándolos a escapar del país.

“Me hizo preguntarme si realmente entendía en qué problemas se estaba metiendo. Si nos atrapaban juntos, nos habrían llevado a ambos”, dijo el ex radical Gonzalo Mosca a la AP en 2014, recordando cómo Bergoglio le permitió quedarse en el seminario y compró su boleto de avión a Brasil. Fue un gesto típico del papa.

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