El río más cercano está a 300 metros. Pero los salmones se cuentan por centenares en unos hangares de la ciudad noruega de Fredrikstad (sureste), una manera de acercar los criaderos al plato de los consumidores y de tornar menos contaminante una industria a menudo criticada.
La salmonicultura en Noruega migra poco a poco a tierra firme y evita así algunos problemas: se acabaron las fugas en masa, los peces infectados con parásitos, los tratamientos químicos para deshacerse de ellos o las montañas de desechos que se acumulan en el lecho marino. Además, estos criaderos también evitan las jaulas sumergidas en los fiordos noruegos que tantas críticas han merecido en este país.
“En el mar, dependemos del todopoderoso [Dios] para muchas cosas. En un criadero en tierra, nosotros somos el todopoderoso”, resume el director de Fredrikstad Seafoods, Roger Fredriksen.
“Aquí lo controlamos todo: la temperatura, el oxígeno, el pH, el CO2...”, comenta, haciendo de guía de esta primera granja de salmones de Noruega, inaugurada en el 2019.
Bombeada desde un estuario cercano, el agua salada de las instalaciones es tratada con rayos ultravioleta para eliminar virus y bacterias y después circula y es reciclada varias veces.
Bajo una luz azulada destinada a aumentar su apetito, los salmones nadan día y noche, esperando el alimento, que cae en forma de granos minúsculos desde distribuidores situados en la parte superior de los tanques.
Cuando llegan a cuatro o cinco kilos de peso, están listos para el consumo.
“La carne de ese pescado es firme, porque nada a contracorriente toda su vida, desde que llega a nuestras instalaciones”, dice la veterinaria Sandra Ledang.
En el 2050, en el planeta habrá 10,000 millones de bocas que alimentar y la producción de alimentos tendrá que repensarse y optimizarse.
Aunque el salmón, rico en proteínas, no está al alcance de todos los bolsillos, sí ha encontrado su lugar entre la clase media, sobre todo en Asia.
La Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) también ve ventajas en estos criaderos de salmón en tierra firme.
“El entorno está totalmente controlado para el bienestar de los peces, se usa poca agua, las enfermedades se reducen y hay una utilización eficaz de las tierras”, elogia Matthias Halwart, uno de los responsables del departamento de pesca de la FAO.
Estas granjas también permiten acercar el producto al consumidor, una ventaja para los alimentos frescos. Además, son respetuosas con el medioambiente ya que el transporte es menor, aunque sí se necesita una importante cantidad de energía para garantizar su funcionamiento.
En todo el mundo este tipo de proyectos se multiplican. En breve, el salmón que hoy se produce principalmente en aguas noruegas, chilenas, escocesas y canadienses se criará también en Estados Unidos, Japón o China.
Nordic Aquafarms, la empresa a la que pertenece Fredrikstad Seafoods, ya cuenta con dos granjas en Estados Unidos.
“La idea es producir localmente y no tener que transportar el salmón en avión de un continente a otro”, explica Fredriksen.
Sin embargo, los costes de producción siguen siendo elevados y la salmonicultura en tierra parece más un complemento que un sustituto a los criaderos en el mar.
La oenegé Compassion in world Farming (CIWF), que milita contra la ganadería industrial intensiva, teme que el bienestar animal se subordine a la búsqueda de beneficios y se concentren demasiados peces en poco espacio.
Pero en Fredrikstad Seafoods, este problema se zanja rápido: “Si el pez no está contento, no engorda”, asegura Roger Fredriksen.