Alimentos o medicinas. Esa es la disyuntiva a la que se enfrentan miles de adultos mayores en Venezuela, ya que la pensión que perciben, que no supera los US$ 10 mensuales, no alcanza para cubrir ambas necesidades. Esta situación ha convertido a los ancianos en foco de atención de quienes reparten ayuda humanitaria.
No son protagonistas de grandes manifestaciones, pero eso no implica que no haya quejas. Para muchos ha significado un golpe moral y económico la pérdida de poder adquisitivo, a consecuencia de la hiperinflación que llevó al país a una grave crisis. No imaginaron tener que elegir entre dos opciones esenciales.
Son personas que, antaño, hicieron especializaciones, maestrías o doctorados en universidades en el extranjero, que llevaban un nivel de vida acomodado y que esperaban tener una vejez tranquila, pero hoy deben buscar ayuda o aceptar recibirla para poder combatir sus enfermedades o alimentarse.
Según la ONG Convite, que promueve los derechos sociales, un 86.9% de las personas mayores en Venezuela viven en situación de pobreza.
Algunos manifiestan su necesidad y a otros basta solo con verlos para darse cuenta de que están en situación precaria.
Una muestra: los profesores
Un ejemplo son los profesores jubilados de la Universidad Central de Venezuela (UCV).
Ante esta institución, la Gerencia de Protección Social del Instituto de Previsión del Profesorado de la alma mater ha identificado 100 profesores en condición de vulnerabilidad, algunos sin apoyo familiar por diferentes circunstancias, entre las que destaca la crisis migratoria, pues mientras los más jóvenes se marchan, los abuelos se van quedando atrás.
Estas 100 personas fueron ubicadas gracias a una encuesta elaborada con el apoyo de nutricionistas e investigadores, y enviada a la población docente de la UCV, que es de aproximadamente 8,000 y de los cuales solo el 10% respondió.
La encuesta se realizó con una finalidad: prestar apoyo alimentario a estas personas que, según explicó el gerente de Protección Social del Instituto de Previsión del Profesorado, Manuel García, presentan condiciones de desnutrición.
En principio, se comenzó a recolectar alimentos espontáneamente, para ayudar en el 2019 a un profesor que, más tarde, falleció. García señala que sus condiciones de desnutrición aceleraron su muerte.
“No tienen ayuda de nada”
Sin embargo, al observar en los pasillos a más profesores retirados, se percataron de que algunos de ellos estaban perdiendo peso, se realizó la encuesta y la iniciativa comenzó a tomar forma hasta llegar a estos 100 beneficiarios de entre 70 y 90 años.
“Es una población totalmente vulnerable; habrá quien se pueda reinventar, habrá quien los hijos le envíen remesas, pero estos 100 que tengo, no. No tienen ayuda”, sostuvo García, que dijo que 14 de ellos están en condición más delicada porque tienen enfermedades terminales o están “postrados en cama”.
A estos 14 deben llevarles los alimentos hasta sus casas, mientras que el resto va hasta la sede de la Gerencia de Protección Social a retirar la bolsa de comida.
“Por lo general, se hacen pequeños paquetes con la asesoría del médico nutriólogo y de la nutricionista. Se colocan, dependiendo de la cantidad de donaciones, dos arroz, se colocan dos de granos, una lata de proteína, a veces nos donan salsa, chocolate, café, casabe (pan crujiente)”, explicó.
Las donaciones provienen de profesores más jóvenes, egresados y personas que han manifestado su solidaridad ante la petición de ayuda de la antropóloga Nashla Báez, miembro de la ONG Brigadas Azules, quien también ha apoyado a otro grupo de maestros con 39 tratamientos de insulina.
Asistencia médica y psicosocial
Y precisamente con tratamientos y asistencia médica ayuda la ONG Convite, pero su labor está dirigida a una población de 6,000 adultos mayores distribuidos en seis estados de Venezuela.
Son seis millares de abuelos solos o con ayuda familiar, entre los que también está incluida la población indígena.
La ONG recibe apoyo del plan de Respuesta Humanitaria de la ONU y ejecuta un proyecto en materia de salud que se extenderá hasta mayo del 2022 para prestar servicios de atención bucal, ginecológica, visual y psicosocial, porque los ancianos también están experimentado el sentimiento de soledad.
En esta última área, Convite forma a los adultos mayores para que sean ellos mismos los que puedan atender a sus pares que requieran alguna ayuda.
“Uno les habla mucho, hay que hablarles mucho porque a veces se deprimen, a veces están contentos entonces uno trata de hablarles, de apoyarles”, narra Nuvia Moreno, de 67 años, colaboradora psicosocial en Convite y al mismo tiempo beneficiaria del programa de salud.
La situación de los abuelos es solo otra muestra de cómo crece la demanda por ayuda humanitaria en Venezuela.