El presidente de Panamá, José Raúl Mulino, ya había hecho mucho para apaciguar a Donald Trump. Había tomado medidas drásticas contra las rutas migratorias y declarado a su país la nueva frontera sur de Estados Unidos.
Pero eso fue antes de que Trump exigiera lo único que el líder del pequeño país centroamericano no puede ceder: el control del Canal de Panamá. En cuestión de semanas, el exdiplomático de 65 años tuvo que pensar sobre la marcha en cómo apaciguar a Estados Unidos para proteger el activo más preciado de la nación.
Las concesiones hasta ahora han sido varias: renunció a un acuerdo de financiamiento con China y permitirá que los buques de la Armada de Estados Unidos tengan paso libre a través de la vía fluvial. El siguiente paso sería cancelar los contratos con Hutchison Ports PPC, la empresa con sede en Hong Kong que opera dos áreas de carga cerca del canal.
Eso aliviaría simultáneamente las preocupaciones de Trump sobre la influencia china en el canal y demostraría a los panameños que no está dispuesto a ceder una importante fuente de orgullo nacional, incluso frente a amenazas militares. También es un ejemplo de la capacidad de improvisación que los líderes mundiales deberán mostrar si quieren anticiparse a la próxima inesperada decisión de Trump.
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“Es una abierta declaración de que no cederá la soberanía sobre el canal, pero debe recurrir a abiertos despliegues de diplomacia, incluso tomando algunas decisiones difíciles, si quiere lograrlo”, dijo John Feeley, un diplomático que renunció como embajador de Estados Unidos en Panamá durante el primer mandato de Trump por diferencias con el presidente. “Mulino es inteligente y sabe que no le conviene aparentar que cree que Trump está ‘blufeando’, así que lo que tiene que hacer es sortearlo”.
Inesperadamente, Mulino se ha convertido en personaje central en las primeras etapas de la presidencia de Trump. Los líderes de México, China y Canadá sabían desde el principio que serían blanco de amenazas arancelarias, pero la amenaza de Trump de retomar el canal fue mucho más repentina.
Esto tiene a Mulino, un líder que lleva menos de un año en la presidencia, en la mira. Incluso que esté al centro de la disputa era hasta hace poco algo improbable: tiene amplia experiencia en la política panameña, pero solo surgió como candidato en las elecciones de mayo pasado cuando el expresidente Ricardo Martinelli fue condenado por corrupción y excluido de la carrera.
![Un barco de pasajeros y el buque petrolero Stolt Lotus navegan por las esclusas de Miraflores del Canal de Panamá cerca de la Ciudad de Panamá, Panamá, el domingo 22 de diciembre de 2024.](https://gestion.pe/resizer/v2/E7YDCNGFDBCF3BQT3CX33UWPSY.jpg?auth=157be87287c42c074f18bf8de310628ffa57ab608269b1de0cab93ab647293a2&width=620&quality=75&smart=true)
Mulino es un conservador con algunas ideas “trumpianas” propias, y todo indicaba que tendría buenas relaciones con el nuevo presidente de Estados Unidos. El año pasado, arremetió contra los Panama Papers y las investigaciones sobre el blanqueo de dinero, calificándolas de “engaño internacional” para desacreditar a su nación. Y aunque asumió el cargo en medio de problemas fiscales, un sistema de seguridad social en dificultades y sequías que afectaron al canal, también avanzó en aquellos temas que preocupan a Trump.
Durante su campaña, prometió medidas enérgicas en la frontera y un “ataque frontal” contra el tráfico de drogas. En su primer día en el cargo, firmó un acuerdo con la administración Biden para facilitar la expulsión de algunos migrantes desde Panamá. En diciembre, con Trump a punto de regresar, los cruces a través del Tapón del Darién, la selvática región que conecta a Panamá con Colombia y por donde se aventuran miles de personas en su camino desde Sudamérica a Estados Unidos, habían caído a su nivel más bajo en casi tres años.
Sin embargo, en lugar de dar la bienvenida a Mulino, Trump dijo que quería el canal.
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Estados Unidos acordó construir la via marítima en 1903, cuando firmó un tratado que garantizaba la independencia de Panamá de Colombia a cambio de derechos permanentes para operar la vía fluvial. A mediados de siglo, el control de Estados Unidos se había convertido en una fuente de tensión regional, lo que llevó al presidente Jimmy Carter a acordar en 1977 devolverlo a Panamá en 1999.
Ese acuerdo ha contribuido al desarrollo de Panamá y la ha ayudado a convertirse en un estable oasis financiero en una región turbulenta. El canal aportó casi US$ 5,000 millones en el año fiscal 2024, o alrededor del 4% del producto interno bruto del país.
Pero Trump siempre ha considerado que la decisión de Carter fue un error. En una ocasión se refirió a ella como el “peor acuerdo de la historia de Estados Unidos”, según Feeley. En concreto, Trump quiere que Panamá reduzca drásticamente los costos de paso de los barcos estadounidenses. Sin embargo, su mayor preocupación es la influencia china sobre el canal, que, según él, podría poner en peligro la ruta por la que alrededor del 75% de la carga va o viene de Estados Unidos.
Cuerda floja
Esto ha complicado las cosas para Mulino, quien se había comprometido a mantener estrechos lazos con Washington y Pekín, una postura común en la región que se vuelve cada vez más insostenible con Trump en el poder. La negativa de éste de descartar el uso de fuerza militar también podría inspirar el patriotismo en un país en que Estados Unidos tiene un historial de intervención: apoyó a su régimen militar durante la Guerra Fría antes de llevar a cabo una invasión en 1989 que derrocó al general Manuel Noriega.
“Das demasiado a Estados Unidos y arriesgas protestas nacionalistas”, dijo Orlando Pérez, profesor de ciencias políticas en la Universidad del Norte de Texas en Dallas, quien ha estudiado Panamá durante tres décadas. “Si incitas la ira de Estados Unidos, arriesgas al aliado más importante del país. Es una cuerda floja”.
Mulino, sin embargo, ha comenzado a encontrar el equilibrio, incluso con la creciente presión de Trump. Cuando el secretario de Estado, Marco Rubio, visitó Panamá la semana pasada, Mulino hizo concesiones al tiempo que reiteraba que el canal permanecería en manos panameñas. También anunció que la nación abandonaría la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China, un programa de infraestructura destinado principalmente a países en desarrollo.
Ha adoptado la misma estrategia de la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum: su gobierno sabía que debía darle a Trump una victoria en política exterior, según una persona familiarizada con el pensamiento del gobierno que habló bajo condición de anonimato.
Pero también trató de lograr esa victoria sin un costo demasiado elevado. La administración Trump calificó la salida de la iniciativa de la Franja y la Ruta como un “paso en la dirección correcta”, pero expertos en Pekín lo vieron como un gesto principalmente simbólico.
Panamá seguirá teniendo acceso a financiamiento de China, dijo Oliver Stuenkel, profesor de relaciones internacionales de la Fundación Getulio Vargas de São Paulo. Señaló como ejemplo a Brasil, el cual se ha negado a unirse al programa chino, pero que en 2023 recibió más de US$ 1,700 millones en inversiones de la nación asiática.
Aún no está claro si Panamá cancelará los contratos con Hutchison, o si eso sería suficiente para satisfacer a Trump. Pero “lo que hemos visto con muchos de estos temas es que se dejan para más adelante”, dijo Pérez.
Para Mulino, quien tiene una larga lista de problemas que resolver en casa, eso sería más que suficiente.
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