
Una serie de derrotas políticas, errores no forzados y reveses financieros han puesto al presidente de Argentina en el momento más delicado de sus 16 meses en el poder. Un criticado discurso en Davos en enero y un escándalo de criptomonedas en febrero fueron seguidos por una vergonzosa derrota en el Congreso la semana pasada, cuando la oposición rechazó sus dos nominaciones para jueces de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
La votación ocurrió cuando el líder libertario visitaba EE.UU., donde buscaba reunirse con el presidente Donald Trump durante un evento en Mar-a-Lago, y justo cuando los mercados globales se derretían. Pero el encuentro nunca se produjo y Milei regresó a Buenos Aires sin la codiciada foto, pero con nuevas preguntas sobre sus largas excursiones internacionales. ¡Qué bochorno!
Más importante aún, la guerra comercial entre EE.UU. y China ha dificultado aún más la frágil economía argentina. Si hay un país que históricamente sufre las consecuencias de la volatilidad financiera internacional en América Latina, ese es Argentina (acompañado esta vez por Bolivia y probablemente Ecuador).
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Milei se ha anotado innegables aciertos en su primer año de gobierno, como la significativa desaceleración de la inflación y el ajuste fiscal, el crecimiento más rápido de lo esperado y un notable descenso en los índices de pobreza, todo lo cual ha puesto a la economía en una mejor posición relativa. Pero aún así, los indicadores de riesgo de Argentina han aumentado en las últimas semanas, en momentos que las reservas internacionales y los bonos soberanos se desploman. La incertidumbre que rodea al cepo cambiario ha sido la principal vulnerabilidad del plan de Milei, ya que los inversores apuestan cada vez más por una depreciación del peso.
El anuncio del martes de un acuerdo de US$ 20,000 millones con el personal del Fondo Monetario Internacional para un programa de 48 meses —si el consejo, como se espera, lo ratifica esta semana— es, por lo tanto, un paso crucial para apoyar a la segunda economía más grande de Sudamérica. Milei debería utilizar este salvavidas para reconstruir las reservas del banco central y liberar algunas de las restricciones impuestas a los mercados de divisas, y también para recuperar la iniciativa, perdida en medio de las deficiencias de gestión de su gobierno.
De hecho, su aplanadora política, que en su día parecía imparable, ahora se ve errática y confusa, una percepción reforzada por sus constantes cambios de personal. En cierto modo, esto era previsible: Milei sigue al mando de un gobierno minoritario e inexperto. Con las elecciones de mitad de mandato a la vuelta de la esquina, la oposición busca socavar su competitividad, y ha abandonado su postura más paciente y dispuesta a negociar de 2024. El fracaso en formar una alianza con el partido de centro-derecha del expresidente Mauricio Macri significa que el voto “promercado” estará dividido en la votación legislativa de mayo en la Ciudad de Buenos Aires, la primera gran prueba en el ciclo electoral de este año.
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Las encuestas señalan un ligero descenso en la popularidad de Milei, que sigue siendo una figura polarizadora: en una reciente encuesta de AtlasIntel, casi el 47% aprobaba al presidente, frente al 49% que lo desaprobaba. Pero, lo que es más importante, el presidente sigue teniendo la mejor tasa neta de todos los principales líderes políticos de Argentina (-3 puntos porcentuales, en comparación con -13 puntos para la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, -26 puntos para el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, y -41 puntos para Macri).
Con sus tres rivales en campaña, el presidente podrá presentarse de nuevo como el disruptor que lucha contra la vieja y desacreditada élite política. Ese mensaje puede resonar mientras siga mostrando resultados económicos. Al mantener los pilares clave de su plan económico —austeridad fiscal y restricción monetaria junto con celo desregulador— todavía tiene posibilidades de éxito incluso en medio de mercados internacionales volátiles y un clima electoral desafiante.
Pero Milei se engaña si cree que ya ha ganado la batalla. Varios líderes argentinos han logrado domar temporalmente la economía de Argentina. Pero ninguno ha alcanzado el Santo Grial: una estabilidad macroeconómica sostenida que conduzca a una prosperidad duradera.
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“Las cosas se complicaron con los aranceles de Trump”, me dijo el economista Marcos Buscaglia, cofundador de la consultora Alberdi Partners, con sede en Buenos Aires. “Ahora hay que hacer lo que hay que hacer, incluso tener una tasa de cambio más débil, y eso afectará a la actividad”.
Por eso, Milei debería dedicar menos tiempo a inflar su ego o a perseguir quimeras —como un acuerdo de libre comercio con EE.UU.— y más tiempo a centrarse en lo básico: rescatar la economía y ganar una dura prueba electoral. Buenos Aires, no Mar-a-Lago, es donde se decidirá el destino de su gobierno.
JP Spinetto es columnista de opinión de Bloomberg y cubre temas de negocios, economía y política de América Latina. Anteriormente fue editor jefe de economía y gobierno de la región para Bloomberg News.