(Foto: Difusión)
(Foto: Difusión)

Cuando Walter Mastroluca llegó a hace más de cuatro meses nunca imaginó que se vería repentinamente varado en un país ajeno, conocido por su costoso tren de vida y con la inseguridad de no saber cuándo podría volver a casa por la .

El italiano, de 32 años, llegó con su bicicleta a finales de enero e iba a salir del país el 18 de marzo rumbo a Corea del Sur, pero los cierres fronterizos por la propagación del , con especial virulencia en su Italia natal, y la declaración del estado de emergencia en Japón dieron al traste con cualquier plan.

"El 99% del tiempo estuve acampando", cuenta a Efe Mastroluca, que se encuentra actualmente en Tokio trabajando voluntariamente en una cafetería a cambio de alojamiento y a la espera de que salga un vuelo con destino a Italia programado para el próximo 2 de julio.

Dando tumbos por Japón

Acostumbrado a viajar con lo básico, cuando entendió que no podría salir, Mastroluca siguió pedaleando: Hiroshima, Nagoya, Toyama... Cuando se dirigía a Hokkaido (norte), uno de los mayores focos del país, le aconsejaron ir a Kanazawa, donde supo de un hotel que estaba acogiendo gratuitamente a extranjeros varados.

La iniciativa "Room4Rescue", liderada por el hotel Kaname Inn Tatemachi, contó con la colaboración de otros tres hoteles en Tokio y ha dado cobijo a más de medio centenar de personas de 17 países diferentes, incluyendo Argentina, Italia, Francia, Rusia, España, Hungría o Nueva Zelanda, explican sus responsables.

Tras una estancia de aproximadamente un mes, Mastroluca se dirigió a la capital, desde donde aguarda su salida.

"Si cancelan mi vuelo podría ser un problema, porque después del 2 de julio tengo 18 días para salir del país", dice, al explicar que cuando extendieron su visado de turista añadieron un sello de "extensión final".

Su compatriota Michael Forchini, de 28 años, tuvo más suerte. Después de casi tres meses en Japón, que pasó amparado por el proyecto hotelero de Kanazawa, llegó a su tierra natal el 3 de junio.

"Lo más duro fue ver todos mis vuelos y planes de viaje posteriores a Japón cancelados y quedar atrapado en un país tan caro con un presupuesto limitado", explica Forchini por correo.

Los cierres fronterizos llevaron a la cancelación de siete vuelos que tenía reservados, además de hoteles y reservas de otra índole, cuyos importes apenas le han sido reembolsados.

Tras semanas dejando pasar billetes de avión a unos desorbitados precios de 3,000 o 4,000 euros, logró un pase a Italia, donde espera a la normalización de la situación para embarcarse en otro viaje.

Residentes varados en el exterior

Los turistas no son los únicos que se vieron sorprendidos por el cierre de las fronteras japonesas. Bajo sus medidas de contención, Japón invalidó todos los visados expedidos antes de su entrada en vigor y ningún extranjero de los más de 110 países sobre los que pesan sus restricciones puede volver, ni siquiera sus residentes.

Es el caso del español Miguel Osorio, de 28 años. Llegó a Japón en el 2018 para estudiar el idioma y un año después consiguió que su empresa japonesa le patrocinara el permiso de trabajo.

Pero Japón modificó recientemente su política para cambiar el estatus de los beneficiarios de su visado vacacional, un trámite que hasta hace poco podía realizarse en el archipiélago y que ahora es necesario llevar a cabo en el país de origen del solicitante.

El 6 de marzo, con la propagación del coronavirus en apogeo y un billete de ida y vuelta para el 20 de marzo, Osorio tomó un avión a Madrid, donde permanece desde entonces en casa de sus padres.

"Tengo visado, tengo un piso compartido con mi pareja (japonesa) en Saitama, del cual sigo pagando alquiler; trabajo y, además, un curso pagado en la academia de japonés. La única solución que nos dan es esperar", explica telemáticamente.

Lo que parecía una situación que se prolongaría un par de meses, se ha extendido a más de tres y las expectativas son desalentadoras, sin un horizonte definido para el levantamiento del veto.

"Hay gente que está perdiendo su trabajo, e incluso su visado, por esta política demencial de inmigración. Se nos está tratando como si fuéramos turistas o gente de negocios que pasa dos días en Japón", critica.

De la misma opinión es Nacho Capdepón, de 44 años. Residente en Japón desde hace ocho y casado con una japonesa, se encontraba en España visitando a su madre por cuestiones de salud cuando el país asiático cerró sus fronteras a Europa.

A punto estuvo de quedarse en tierra en su escala en Londres. Ni el pasaporte ni la tarjeta japonesa de residencia para extranjeros recogen el estado civil, pero su costumbre de llevar encima una fotocopia del libro de familia español y el pasaporte de su esposa le sirvieron para embarcar, no sin recelos y trabas.

"Es un maltrato, ya que no se suele viajar con la declaración de impuestos ni con el Koseki (registro familiar nipón) ni con el libro de familia. Para eso se supone que está la tarjeta de residencia y el pasaporte", explica.

“Atrapados” en el territorio

Además de quienes quedaron fuera, las políticas del Gobierno nipón contra la propagación del COVID-19 han llevado a sus residentes extranjeros a quedar virtualmente atrapados en el país.

Aunque abandonar Japón no está prohibido, una vez en el exterior su regreso queda condicionado a las restricciones mencionadas. Para poder salir con la certeza de volver a entrar es necesario solicitar previamente un permiso de reentrada que en la mayoría de las ocasiones se está denegando.

La controversia, puesto que estas restricciones afectan únicamente a los residentes extranjeros, ha llegado al Parlamento, hasta donde se trasladó el caso de un residente extranjero durante más de una década al que se le negó salir temporalmente para asistir al funeral de su madre.

A raíz de las críticas, la Oficina de Inmigración nipona aclaró la semana pasada, más de cuatro meses después de la implementación de las primeras restricciones, que se tendrían en cuenta "razones humanitarias" a la hora de valorar los permisos.

El pasado viernes, más de cuatro meses después de la entrada en vigor del veto migratorio, las autoridades migratorias niponas hicieron públicos por primera vez algunos de los criterios concretos de excepción, cuya decisión final quedaba hasta entonces únicamente en manos del personal que revisa cada caso particular.

Según el documento, entre los motivos que permitirán regresar a algunos residentes extranjeros están los vinculados a la sanidad, como aquellos que partieron o necesitan volver para someterse a un tratamiento o dar a luz; para asistir al funeral o acudir al cuidado de un pariente enfermo, o por una citación judicial.