Los grandes bancos centrales del mundo están rechazando al unísono la idea de que se necesitarán tasas de interés más altas para combatir la ola inflacionaria y ahora vinculan sus políticas monetarias estrictamente a la expectativa de que las sobrecargadas cadenas de suministro globales están por aliviarse.
El jueves, el Banco de Inglaterra (BoE) se sumó a la Reserva Federal de Estados Unidos y al Banco Central Europeo (BCE) al dar un leve giro en las expectativas de política monetaria e indicar que prevé que los cuellos de botella que tensan la oferta se destrabarán en los próximos meses, con lo cual se reducirían las presiones de inflación.
El BoE dejó sin cambios el jueves su tasa de interés de referencia, en contra de las previsiones del mercado, que esperaban que el organismo se convirtiese en el primer banco central importante en elevar los costos de endeudamiento en vista de los persistentes aumentos en los precios.
Se espera que la inflación “se disipe con el tiempo, a medida que disminuyen las interrupciones de suministros, los reajustes de la demanda global y los precios de la energía dejen de subir”, con un nivel máximo probable en abril del próximo año, dijo el BoE en su comunicado del jueves.
La entidad dijo que se enfocaría en “las perspectivas de inflación a mediano plazo para “ignorar los factores que probablemente son transitorios”.
La referencia es muy similar a la manera en que la Fed utilizó la palabra “transitoria” para describir los picos actuales de inflación, en tanto que el BCE indicó que esperaba que las alzas de precios sean “moderadas” en el mediano plazo.
En un comunicado reciente, la presidenta del BCE, Christine Lagarde, fue explícita al decir que era poco probable que el banco europeo suba las tasas de interés en el 2022, a fin de aplacar las sostenidas apuestas por lo contrario de los mercados.
En realidad, se están reafirmando los compromisos con uno de los objetivos clave de la política monetaria desde el inicio de la pandemia: mantener bajos los costos de los préstamos por el tiempo que sea suficiente hasta que las familias y las economías vean el final de la crisis sanitaria, una meta que no se alcanza aún por los rebrotes sucesivos, los empleos perdidos y la incertidumbre sobre los cambios estructurales a escala laboral.
Pero ahora también se está creando una perspectiva conjunta, y parece haber mayor coordinación en la evaluación de los riesgos entre los bancos centrales que controlan tres de las principales monedas de reserva del mundo, pese a que muchos analistas estaban casi seguros de que habría un viraje para atacar frontalmente la inflación.
Ahora, los bancos centrales confían en la resolución de los problemas fuera de su control, desde los retrasos en los puertos hasta el progreso del virus en las grandes áreas industriales o la voluntad de los estadounidenses de salir a buscar empleo para cubrir las posiciones vacantes, que están en niveles récord.
“Nuestras herramientas no pueden aliviar las limitaciones de la oferta”, dijo Powell en una conferencia de prensa el miércoles, después de la publicación del último comunicado de política de la Fed.
Pero, en una perspectiva ahora compartida entre los principales países desarrollados, “seguimos creyendo que nuestra economía dinámica se ajustará a los desequilibrios de oferta y demanda y que, a medida que lo haga, la inflación disminuirá a niveles mucho más cercanos a nuestra meta de 2% a largo plazo”.
La pregunta radica en si las mejoras en la oferta ocurrirán lo suficientemente rápido como para que Powell y sus colegas no sientan la necesidad de intervenir frenando la demanda con tasas de interés más altas, un paso que de momento se considera prematuro, aunque esto depende de que la inflación se relaje en los próximos meses.