Kazajistán, con apoyo de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), alianza militar que agrupa a seis antiguas repúblicas soviéticas, entre ellas Rusia, busca poner fin a los graves disturbios que sacudieron la nación centroasiática en las dos últimas jornadas.
Las manifestaciones comenzaron el pasado 2 de enero, inicialmente pacíficas y en protesta por el alza considerable de los precios del gas licuado, el principal combustible automotriz utilizado en el país.
Sin embargo, dos días después derivaron en una escalada de violencia que puso en tela de juicio la capacidad de la policía y el Ejército de controlar la situación.
Ante esto, el presidente kazajo, Kasim-Yomart Tokáyev, tomó las riendas del Consejo de Seguridad y solicitó ayuda a la OTSC, petición que contó con una respuesta afirmativa de la organización.
Mayores protestas desde la independencia
Y es que se trata de las mayores protestas que han sacudido la nación centroasiática desde su independencia: solo en la jornada del miércoles los manifestantes tomaron y destruyeron sedes administrativas, canales de televisión, negocios y servicios públicos, comercios.
Las autoridades reconocieron la muerte de al menos 18 agentes del orden, dos de los cuales fueron hallados decapitados, un indicio que ha llevado a varios politólogos a suponer la participación de islamistas radicales en estos disturbios.
Tokáyev ya amenazó la víspera, tras asumir el cargo de presidente del Consejo de Seguridad del país, un puesto vitalicio que ostentaba su predecesor, Nursultán Nazarbáyev, que tomaría medidas drásticas contra los que calificó de “terroristas”.
Jornada de violencia
Durante la jornada del jueves la situación en Almaty no cambió a mejor, la ciudad se convirtió en un campo de batalla entre los manifestantes y la policía, que detuvo hoy a 2,998 participantes en las protestas.
A diferencia de la víspera, cuando la policía se retiró de sedes gubernamentales claves como la alcaldía o la residencia del presidente, los agentes del orden sí usaron las armas y han informado de “decenas de terroristas aniquilados”, sin dar cifras exactas.
En particular, se observaron graves enfrentamientos en la céntrica plaza de la República, donde los uniformados abrieron fuego contra los manifestantes “que iban armados”, según informaron a la agencia rusa TASS testigos, que aseguraron ver heridos y muertos, aunque no supieron valorar la cantidad de bajas.
La administración de Almaty informó de que “un grupo de terroristas fue aniquilado junto a la sede de la dirección de la policía del distrito Almaly de Almaty” en el marco de las acciones de la policía para recuperar el control de la ciudad.
Todo ello entre cortes de internet y de telefonía móvil que obstaculizaron la cobertura informativa de los sucesos y generaron incertidumbre entre la población.
Una mala imagen
La falta de disposición al diálogo, los destrozos ocasionados tanto a sedes gubernamentales como negocios privados, el uso de armas en vez de seguir la pauta de las protestas pacíficas y la falta de una identidad política definida, han servido de argumentos a quienes restan legitimidad a las protestas y acusan de terroristas a los manifestantes.
Las autoridades kazajas informaron de que en esta ciudad y otras regiones de Kazajistán continúan operando “bandas de merodeadores que destruyen bancos, cafeterías, restaurantes, tiendas y grandes centros comerciales”.
Una situación que ya ha ocasionado daños valorados en 92 millones de dólares, según el empresariado kazajo, y podría repercutir en los precios del crudo, el uranio y las criptomonedas, ya que esta crisis afecta el minado en Kazajistán, el segundo mayor productor del mundo de estas divisas.
Un espaldarazo de la OTSC
En ese contexto, la rápida respuesta de los países miembros de la OTSC, que envió un contingente de 3,800 militares, ha sido un espaldarazo de la alianza a Nur-Sultán, aun cuando todavía no han entrado en acción.
Por lo que respecta a la Unión Europea (UE), Bruselas vigila “con cautela” la llegada de tropas extranjeras a Kazajistán”, afirmó el alto representante comunitario para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, al expresar su esperanza de que “la presencia de fuerzas internacionales no socave la independencia” de este país.
Estados Unidos pidió “calma” y “contención” a Nur-Sultán, y negó su implicación en las protestas.