
El Gobierno japonés actualizó, por primera vez en ocho meses, su evaluación general de la economía del país, incorporando una referencia a la “incertidumbre” provocada por la política arancelaria de Estados Unidos.
En su informe económico mensual correspondiente a abril, la Oficina del Gabinete mantuvo su evaluación de que la economía japonesa atraviesa una etapa de recuperación moderada.
No obstante, el reporte incorporó una nueva advertencia sobre los riesgos derivados del entorno externo, en particular por la política comercial de Estados Unidos, indicando que “hay incertidumbre asociada a las políticas comerciales de EE.UU. y otros factores”.
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El documento también expresa inquietud respecto al desempeño del consumo privado, uno de los motores clave de la cuarta economía del mundo, que se ha visto afectado por el alza sostenida de los precios.
“El impacto de la inflación prolongada en el consumo, al debilitar la confianza del consumidor, representa un factor de riesgo bajista para la economía japonesa”, señala el informe, al tiempo que resalta la urgencia de aplicar políticas que fomenten un aumento sostenido de los salarios.
A pesar de que muchas empresas en Japón han implementado incrementos salariales sin precedentes en los últimos años, estos ajustes no han tenido un efecto significativo en el poder adquisitivo de los trabajadores, limitando así su capacidad de gasto en un contexto de inflación persistente.
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Según datos del Gobierno publicados este viernes, el índice de precios al consumo (IPC) en Japón subió un 3.2% en marzo frente al mismo mes del año anterior, y un 0.2% respecto a febrero. El aumento se debió principalmente al encarecimiento de la energía y los alimentos.
En particular, los precios del arroz registraron en marzo un alza interanual del 92.1%, la más alta desde que existen registros comparables en 1971. Esta fuerte subida ha llevado a muchos hogares a reducir su consumo, lo que impacta en la demanda interna.
Por otra parte, la percepción sobre el entorno empresarial también mostró señales de desaceleración. Las compañías pasaron de describir sus condiciones operativas como “en mejoría” a calificarlas como “casi estables”, marcando el primer ajuste a la baja desde marzo de 2022.
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Este cambio refleja una creciente preocupación por las posibles repercusiones negativas de los aranceles estadounidenses sobre el comercio global, en especial sobre Japón, cuya economía depende en gran medida de las exportaciones.
Asimismo, la Oficina del Gabinete revisó su evaluación de la economía mundial por primera vez en nueve meses, lo que constituye otra señal del deterioro del contexto económico general.