Para reducir el impacto ambiental de la industria textil, una de las más contaminantes del mundo, una empresa colombiana se dedica a recolectar residuos textiles para transformarlos en fibras recuperadas en un ejercicio de economía circular que estimula la gestión responsable de estos excedentes.
Fibretex procesa al año más 2,000 toneladas de tejidos sobrantes que recolecta en empresas o talleres de confección para someterlos a un proceso de deshilachado en su planta de producción, ubicada en La Estrella, municipio vecino de Medellín, ciudad reconocida por su desarrollo textil, innovación y ferias de moda.
Diana Echeverri, quien fundó la compañía junto a sus hermanos Andrés y Elizabeth en el 2014, señaló que la moda rápida o pronta (fast fashion) tiene un impacto ambiental alto y “si no hacemos algo, la contaminación va a ser mayor” con una industria que ve como “basura” a esos pequeños cortes de tela que quedan tras la fabricación de una prenda.
“Lo que pretendemos es ser una solución ambiental para las empresas del sector textil”, detalló la también directora administrativa.
El precursor y el gran salto
La idea original fue de Orlando Echeverri, padre de los tres hermanos, quien después de trabajar por años con una reconocida marca de jeans, de una manera “muy innovadora”, vio una oportunidad en el aprovechamiento de los excedentes textiles, “de esos retazos que quedan del corte”.
“Eso sale de forma constante y en gran volumen”, evocó Andrés, cofundador de Fibretex y su gerente.
En 1976, su padre construyó una máquina con un tambor rotativo lleno de clavos, que se encargaba de abrir esas telas picadas para sacar las fibras de algodón. Ahí surgió un nuevo insumo para el relleno de colchones: un material más suave, de mayor volumen y menor peso.
Una situación de salud forzó el relevo generacional. Los hijos buscaron llevar a la compañía a “otro nivel” con la importación de maquinaria para producir también fibras, para fabricar hilos gruesos y telas no tejidas, además de pabilos para traperos y rellenos para colchonetas.
“El mismo mercado ya lo estaba pidiendo”, advirtió Andrés sobre el cambio.
Con el apoyo de la Corporación Interactuar, a través de créditos y la participación en el programa Método Base de Aceleración (MBA), dieron el gran salto en su labor ambiental y en el crecimiento de la compañía. Invirtieron en la repotenciación de la maquinaria para aumentar la capacidad y hoy cuentan con 23 empleados.
En esa transición, que marcó el nacimiento de Fibretex, involucraron en el proceso a “retaleros”, quienes se encargan de recolectar los retazos y los seleccionan por colores para obtener fibras recuperadas en tonos más específicos.
“A medida que se seleccione mejor el excedente textil, va a tener mayor posibilidad de ser reutilizado. Con este tipo de proceso hacemos posible que estas fibras sean reintegradas a la cadena”, precisó Diana, quien proyecta empezar a ofrecer asesorías a las empresas textiles en el país sobre la disposición de sus excedentes para que tengan “un uso final adecuado y hacerlos recuperables”.
Microempresas, con buenas prácticas ambientales
La directora de transformación empresarial de Interactuar, Andrea Zuluaga, señaló que la corporación, “sin importar el tamaño o la actividad” de la empresa, acompaña a los emprendedores en el desarrollo de una “cultura de impacto ambiental” a través de herramientas que los encaminan hacia la sostenibilidad.
En esa dirección, Zuluaga destacó que el 89% de los empresarios que hacen parte del MBA agro muestren mayor interés en procesos de producción limpia, y que el 57% de participantes del MBA urbano implemente buenas prácticas ambientales referidas a la gestión de residuos y a la reducción de la huella de carbono.
Además, en el Semillero Agroambiental, un programa para acompañar el desarrollo ambiental, el 81% de sus integrantes busca mitigar los efectos del cambio climático con disminución del uso de agroquímicos y la reducción de la huella hídrica.