Por primera vez en la historia de la democracia chilena, ninguno de los favoritos en las elecciones presidenciales del próximo domingo forma parte de las dos coaliciones tradicionales de centro-izquierda y centro-derecha que durante más de 30 años se repartieron el poder.
Pese a que hay desconfianza hacia las encuestas por sus desaciertos en las últimas votaciones, casi todas coinciden en que el sustituto de Sebastián Piñera será de un partido con menos de 5 años de recorrido: Gabriel Boric, del izquierdista Frente Amplio, o José Antonio Kast, del ultraderechista Partido Republicano.
Es menos improbable que pasen a segunda vuelta Yasna Provoste, del bloque Nuevo Pacto Social, o Sebastián Sichel, de Chile Podemos Más, las cartas de las dos grandes coaliciones que se repartieron el poder tras la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) y conocidos en los albores de la transición como Concertación y Alianza.
Para Claudia Heiss, jefa de la carrera de Ciencia Política de la Universidad de Chile, se trata del “ocaso” de estas dos grandes formaciones tradicionales que ya llevaban años agonizando.
“Su declive es la crónica de una muerte anunciada”, afirmó a Efe.
“Remezón político”
El auge de Boric y Kast en estas elecciones, las más cruciales e inciertas de las últimas décadas, es una señal del “colapso de la política tradicional”, explicó Kenneth Bunker, director de la encuestadora Tresquintos.
“No estar vinculados a partidos tradicionales ha dado alas a estos candidatos”, expresó.
Para el experto, este “remezón político” comenzó con el nuevo sistema electoral, que debutó en las elecciones del 2017 y cambió la lógica de binominal a proporcional.
Esto propició la irrupción en el Parlamento de nuevas formaciones: el Frente Amplio conquistó 15 asientos en el Parlamento y su carta presidencial, Beatriz Sánchez, se alzó como la tercera favorita, con un 20% de apoyo.
En esos mismos comicios, el actual candidato Kast, a menudo comparado con el brasileño Jair Bolsonaro, quedó en cuarto lugar compitiendo como independiente, con casi un 8% de apoyo.
El efecto de la crisis social
El declive de los partidos tradicionales “terminó de consolidarse con el denominado estallido social del 2019″, un movimiento por la igualdad que se extendió durante más de un año con masivas marchas, puntualizó Javier Sajuria, de la Queen Mary University of London.
“Ahí se terminó de caer cualquier resabio de legitimidad que tenían los partidos y muchos votantes se quedaron huérfanos”, detalló.
En las elecciones constituyentes del pasado mayo, la principal votación posterior a las marchas, se evidenció esta tendencia: los independientes desbancaron a pesos pesados de la política y fueron la fuerza más votada con 48 de los 155 asientos para redactar la nueva Constitución.
“Hacia un modelo más europeo”
Para María Cristina Escudero, de la Universidad de Chile, es “improbable que se trate del derrumbe de los partidos tradicionales”, sino más bien de una reconfiguración del mapa político “hacia un modelo más europeo donde convivan formaciones antiguas y nuevas”.
Una de ellas sería el Partido Republicano, de Kast, fundado en el 2019 como una escisión radical del partido más derechista del oficialismo, Unión Demócrata Independiente (UDI), y cuyo éxito ahora se achaca a la creciente crisis migratoria y la violencia en el sur del país.
Por otro lado, está el Frente Amplio, una formación que emergió en el 2017 de forma similar a Podemos en España y que gobernaría en coalición con el Partido Comunista y otros grupos progresistas.
El jefe de la Escuela de Gobierno de la Universidad de San Sebastián, Jaime Abedrapo, señaló que todavía no hay nada en claro porque estas son “las elecciones más inciertas de la democracia”.
Los sondeos apuntan a que hay un gran grupo de indecisos pese a la relevancia de los comicios, en los que se elegirá a un presidente que deberá implementar las normas de la nueva Constitución y liderar un país inmerso en una fuerte crisis social y una acuciante inflación tras la pandemia.
Ninguno candidato lograría imponerse en primera vuelta y tendrían que medirse en el balotaje del 19 de diciembre, según la mayoría de los sondeos.
“Lo que sí es evidente -concluyó Abedrapo- es que los partidos están en una encrucijada: o se renuevan cambiando su fachada, sus sensibilidades y su agenda, o van a seguir siendo el gran lastre para la gobernabilidad del país”.