Una generación afgana preparada y con estudios, que se formó durante las últimas dos décadas en un país en libertad y democracia, y bajo la presencia de la comunidad internacional, se ve obligada ahora a abandonar Afganistán por el temor a represalias tras la toma de poder de los talibanes.
Porque a pesar de la garantía de “amnistía general” que declararon los islamistas tras la conquista de Kabul, cada vez son más las voces que advierten de que los talibanes están empezando a llamar puerta por puerta en busca de funcionarios del Gobierno afgano, periodistas o trabajadores que han estado vinculados a embajadas u organismos internacionales en los últimos 20 años.
Mujeres amenazadas
“Hace unos días salí a trabajar y un combatiente talibán me detuvo por la calle y me preguntó: ¿no temes a Dios por llevar esa ropa? Me eché atrás, se acercaba, hasta que vio el tatuaje de mi mano y empezó a golpearme con un alambre de metal”, dijo Raha Sizdah, una joven activista por los derechos de las mujeres en Kabul.
“Los talibanes me amenazaron, (me dijeron que) si vuelvo a salir con ese atuendo me matarán, tuve miedo”, reconoció, y explicó que incluso le quitaron el teléfono móvil a un niño que estaba grabando la escena en la calle para evitar que no se hiciese viral.
Desde ese día, Sizdah vive escondida y los talibanes han ido hasta en dos ocasiones a registrar su casa.
“Aunque sé que nada es más hermoso que vivir en Afganistán, tengo que huir del país por mi seguridad”, lamentó la joven activista, que señaló que tras la toma de Kabul hace 11 días, la presencia de mujeres y su papel en la sociedad “disminuyó drásticamente”.
“El 90% de mis amigas, que trabajaban como periodistas o activistas, viven escondidas y no salen de sus hogares debido a las amenazas de los talibanes, y están esperando la oportunidad para abandonar el país”, explicó.
Es el caso de Soma, una periodista de 28 años que residía en el noroeste de Afganistán y que se vio obligada a buscar refugio en Kabul después de que los talibanes la “amenazaran constantemente” por su trabajo.
“Me culparon por difundir propaganda” contra los talibanes, afirmó, y precisó que le dieron a escoger entre seguir viva y dejar su puesto de trabajo, o continuar y que la acabasen matando.
El principal portavoz talibán, Zabihulla Mujahid, insistió sin embargo esta semana en que “no hay una lista para buscar (a gente) puerta por puerta”, ni hay nadie que esté siendo perseguido por sus combatientes, insistió.
La alternativa al aeropuerto: la carretera
Pero el miedo continúa, y algunos reconocen haber vivido en carne propia la persecución de los islamistas, empujando a miles de afganos a concentrarse en el aeropuerto de Kabul para tratar de abandonar Afganistán por medio de los países u organizaciones internacionales con los que han trabajado durante estas dos décadas.
Es el caso de Arian, que trabajó durante diez años en el Ministerio del Interior afgano en un proyecto tecnológico financiado por Estados Unidos, y ahora lleva una semana tratando de acceder a un vuelo de evacuación con su familia.
“Tenía grandes sueños para mí, para mi familia y mi país, pero ahora tengo que dejar mi país porque ya no (lo) veo como un buen lugar para vivir”, afirmó.
Ante la caótica situación que se está viviendo en el aeropuerto de Kabul, con continuas estampidas, caídas y disparos al aire, algunos civiles han optado por abandonar el país vía terrestre, una alternativa clave además tras el anuncio de los talibanes de que por su seguridad, ya no permiten a más afganos acceder al aeródromo.
La carretera que une Kabul con el paso fronterizo de Torkham se ha convertido en una de las rutas más frecuentes para cruzar a la vecina Pakistán, aunque el camino se encuentra repleto de puestos de control talibanes y patrullas móviles.
Omar Ansari fue uno de los afganos que decidió huir de Afganistán con su esposa y dos hijos por carretera después de haber intentado sin éxito subir a un vuelo de evacuación.
El acceso al aeropuerto de Kabul fue “terrible, por lo que me arriesgué” a huir por carretera, relató Ansari, y remarcó que cuando llegó al cruce fronterizo lo retuvieron casi ocho horas, pese a tener todos los documentos en regla, además de una orden de ingreso de la Embajada de Pakistán.
“Pero aun así es mejor que el aeropuerto de Kabul”, afirmó con una sonrisa.
Además de los jóvenes afganos con estudios, también funcionarios del Gobierno de alto nivel, miembros del Parlamento e incluso militares de alto rango, se encuentran entre la multitud en el aeropuerto que prueba suerte para huir de Afganistán, ya que en algunos casos los insurgentes los buscan en sus hogares.
Fue el caso de Sangar, un abogado militar que sirvió en la provincia oriental de Laghman, según relataron sus familiares.
“Cada vez que allanaban la casa preguntaban a su padre por Sangar, pero gracias a Dios salió de su casa el día antes de la llegada de los talibanes y ahora está oculto”, sentenció Hikmar, un familiar, que aseguró que a un compañero de Sangar ya lo han matado y el resto se han escondido para salvar sus vidas.