Cuando huyó de su ciudad natal, Odesa, la maquilladora ucraniana Aliona Antonova poco se imaginaba que acabaría trabajando entre estrellas de cine en el 75º Festival de Cannes.
La odisea de Antonova arrancó precisamente en la madrugada del 24 de febrero, cuando empezaban a caer las primeras bombas en Odesa, no muy lejos de su salón de belleza y escuela de maquillaje.
Sin embargo, esta madre soltera de 31 años se encontró trabajando para invitados a la alfombra roja del certamen que se realizó del 17 al 28 de mayo. “Creo en mi destino. Cuando decidí venir aquí no sabía si tendría clientes o estudiantes. pero sabía que tenía que venir”, explicó.
Volver a empezar
“Un día antes de que estallara la guerra discutí con mi tío, porque él me dijo que la guerra estaba a punto de empezar. No le creí, pero me fui a dormir y sentí algo inusual: era miedo”, recuerda Antonova.
Su hermano la despertó a las 6 de la mañana y le dijo que se preparara para abandonar el país. “Pedí un taxi para ir a ver mi salón y escuché el estallido de una bomba. Me quedé conmocionada”, recuerda.
Antonova asegura que no quería abandonar su hogar, ni sus empleados, pero ahora ve su huida a Moldavia como una decisión acertada, ya que la frontera pronto quedó saturada.
Afortunadamente, su hijo Misha, de cuatro años, ya se hallaba en la capital moldava, en casa de sus padres, para una fiesta familiar.
Gracias a la red de contactos de sus 72,000 seguidores en Instagram, Antonova consiguió trabajo en varios países de Europa occidental que habían abierto sus fronteras a los refugiados ucranianos. Trabajó como maquilladora en ciudades como Bruselas o Berlín.
Cannes era para ella simplemente “el lugar más cercano con estrellas” de la industria del entretenimiento, durante un corto espacio de tiempo, para poder ganarse la vida, explicó.
Entabló contacto con salones de belleza de la ciudad balneario francesa, y el primero de todos le propuso que viniera para ser empleada como freelance durante el festival. “Me quedé anonadada porque fue muy fácil. Tan fácil que cuando llegó la fecha de viajar aún no me lo creía”, recuerda.
Desde su llegada a la ciudad costera del sureste de Francia, trabajó entre otros con el equipo del documental emitido en Netflix “The Tinder Swindler”, sus clientes favoritos. “¡Fueron encantadores!”.
Antonova asegura que prefiere ocultar su nacionalidad ucraniana porque no quiere que la gente se apiade de ella. Solo lo menciona cuando se lo preguntan.
“Toda la gente que sabe que soy de Ucrania me apoya. Siempre me preguntan: ¿cómo estás? ¿cómo está tu familia? Son muy amables”, reconoce.
Antonova llegó a ganar 300 euros (unos US$ 320) por persona para una sesión de maquillaje completa para una gala, y ahora busca inversores para lanzar su propia línea de cosméticos.
Su deseo más ardiente es que su hijo Misha y su madre puedan reunirse con ella en Cannes.
Cuando se le pregunta sobre el futuro retiene las lágrimas, y confiesa que a veces le puede la ansiedad. “Creo que el mundo está sorprendido ante el valor de nuestro pueblo”, asegura.
“Ojalá todo esto se acabe pronto. Sé que cuando termine la guerra, será muy difícil reconstruirlo todo. Intento ser optimista”, añade.