En busca de pistas para saber hasta dónde llegará el presidente Xi Jinping para reactivar la economía de China, un número creciente de gestores de fondos se inspiran en un disidente que ahora vive en Canadá.
Desde un sótano en Calgary, a menudo acompañado por su gato, Lu Yuyu pasa 10 horas al día navegando por Internet recopilando estadísticas sobre inestabilidad social antes de que sean eliminadas por los censores chinos. Este exiliado de 47 años no revela detalles de su método porque podría poner en peligro el objetivo del proyecto denominado “Yesterday”, el cual documenta casos de protestas colectivas.
“Estos registros proporcionan una base importante para que la gente entienda la verdad de este periodo de la historia”, dijo Lu, quien comenzó a hacer esto en enero de 2023 pero no lo hizo público hasta que llegó a Canadá hace un año. “No quería ir a la cárcel otra vez”, explicó.
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Aunque los intereses de Lu son políticos, su base de datos gratis forma parte de un creciente número de métricas que rastrean la disidencia en China. Inversionistas estudian los datos para averiguar cuándo Xi liberará los esperados estímulos para impulsar el crecimiento. Y algunos bancos están desarrollando productos similares.
En setiembre, Morgan Stanley presentó un nuevo indicador de malestar que podría predecir medidas políticas en China. Robin Xing, economista jefe del banco para China, dijo que el indicador está cerca de los niveles mínimos alcanzados otras dos veces en la última década: en 2015, cuando Pekín tomó medidas drásticas para detener una caída del mercado bursátil de US$ 7 billones, y en 2022, cuando el Partido Comunista abandonó abruptamente sus estrictos controles de Covid ante las protestas callejeras en las principales ciudades.
Un rápido descenso del indicador de dinámica social del banco podría desencadenar un momento “cueste lo que cueste”, escribieron el mes pasado economistas de Morgan Stanley después de que Pekín anunciara una serie de medidas de apoyo. Analistas calculan que China liberará 2 billones de yuanes (US$ 281,000 millones) en ayudas fiscales este año y hasta 3 billones de yuanes más en 2025. Esta cifra es muy inferior a los 10 billones de yuanes que Morgan Stanley calcula se necesitarían en dos años para evitar la deflación. Los riesgos para el orden social dictarían el grado de relajación.
“Estamos bastante cerca de un umbral”, dijo Xing. Sin embargo, dado que las condiciones no están cerca de los niveles observados durante los cierres por pandemia o en 2015, Pekín todavía podría adoptar un enfoque gradual en sus reformas estructurales, como el apuntalamiento de la vivienda y el bienestar social.
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Crece la tensión
La opacidad del sistema político chino dificulta atribuir las medidas políticas a un único factor, pero inversionistas y analistas afirman que las autoridades son especialmente sensibles a los disturbios a la hora de desplegar estímulos. Las protestas económicas se han hecho más frecuentes en los últimos años, tras un aumento en el desempleo juvenil y la crisis inmobiliaria.
La reunión a comienzos de noviembre del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional, el poder legislativo chino, dará luces sobre los planes fiscales de China. En tanto, el mercado sigue dividido sobre las probabilidades de un mayor estímulo, y las acciones chinas han cedido parte de sus avances a la espera de detalles.
Inversionistas que hablaron con Bloomberg dejaron en claro que han estado observando mucho más de cerca las métricas sobre la presión social desde principios de este año. Siguen los resultados de grupos como el Freedom House’s China Dissent Monitor, que comenzó a incorporar los datos del investigador Lu en junio de este año.
El índice de Morgan Stanley trata de destilar patrones analizando datos del Banco Central de China, la Oficina Nacional de Estadística y el China Labor Bulletin, un grupo de defensa de derechos en Hong Kong. Crea una puntuación compuesta a partir de datos como el crecimiento salarial, la confianza en el empleo y las protestas laborales para calibrar el impacto social de los resultados económicos y establecer correlaciones con los puntos de inflexión de la política en el mundo real.
Recopilar información sobre disturbios en China es muy difícil. En el caso de Lu, quien huyó a Canadá hace un año, eso ya le ha supuesto una condena de cuatro años por “provocar peleas y problemas”.
Incluso el seguimiento de las protestas puede acarrear problemas. A principios de este año, “Teacher Li”, un destacado observador de protestas en el extranjero con más de 1.7 millones de seguidores en X, dijo que la policía se había acercado a algunos de sus seguidores para interrogarlos.
Saber lo que ocurre en terreno es un reto tanto para investigadores académicos como para analistas financieros. La censura generalizada, la fuerte vigilancia y la represión de la disidencia dificultan evaluar la profundidad del malestar económico en este país de 1,400 millones de habitantes.
Juego del gato y el ratón
En 2008, China dejó de divulgar públicamente estadísticas sobre “incidentes masivos” y desde entonces ya no existe ninguna base de datos centralizada. En los últimos años, el gobierno ha ido retirando cada vez más datos oficiales y privados del acceso público, lo cual hace más difícil obtener información fiable sobre la economía.
Las métricas de disenso forman parte de una floreciente industria de datos alternativos, cuyo objetivo es descifrar el estado de la segunda economía más grande del mundo. La pandemia impulsó la demanda cuando el mercado trató de dar sentido a lo que estaba ocurriendo utilizando desde lecturas diarias de la congestión del tráfico hasta imágenes por satélite en torno a los centros comerciales.
Kevin Slaten, un investigador en Taiwán que dirige China Dissent Monitor, afirma que recurrir a diversas fuentes es clave para captar mejor el disenso real. Su proyecto da prioridad a la documentación de protestas en persona.
Dado que las autoridades a veces borran en cuestión de minutos los vídeos críticos y las publicaciones en redes sociales, y que los temas que se considera necesario controlar cambian constantemente, la captura de estos datos se reduce a menudo a una carrera para vencer a los censores.
“La censura es el juego del gato y el ratón”, afirma Slaten.
Las fuentes de China Dissent Monitor incluyen informes de noticias, organizaciones de la sociedad civil y redes sociales en China continental, incluido un algoritmo que usa machine-learning. Sin embargo, al igual que Lu, Slaten no comparte detalles de sus métodos de investigación por temor a alertar a las autoridades.
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La inteligencia artificial ha ayudado a acelerar el proceso de documentar la disidencia antes de que se pierda, filtrando cientos de miles de mensajes a unos pocos cientos. Pero a menudo falla en el último paso.
“Los humanos somos muy buenos entendiendo insinuaciones y las connotaciones, y los algoritmos no”, afirma Slaten. Mientras que a las personas les resulta fácil identificar los rasgos visuales de proyectos de construcción inacabados o de trabajadores de la construcción a los que no se les paga, a una máquina le resultaría casi imposible.
Para los analistas e inversionistas obsesionados con saber cuándo se acabará la paciencia de Pekín, hay pruebas de que un punto de inflexión estaría cerca. El indicador de dinámica social de Morgan Stanley ha empeorado desde principios de año, y sus indicadores relacionados con el empleo han alcanzado los niveles más bajos de su historia.
Las protestas económicas, por su parte, van en aumento, según la base de datos China Dissent Monitor.
Tres cuartas partes de todas las protestas documentadas tienen que ver con reclamaciones económicas como salarios impagos, apartamentos no entregados, jubilados que exigen prestaciones y residentes rurales con tierras confiscadas.
La vida se ha vuelto más dura para muchos en los últimos años, ya que los cierres por pandemia, la crisis inmobiliaria y las tensiones comerciales han frenado el crecimiento en China.
Los ingresos siguen aumentando, pero las ganancias bajo Xi han sido las más débiles desde fines de los 80. La fe en la meritocracia del país también parece estar decayendo. Las empresas, inmersas en una feroz guerra de precios, están despidiendo a sus empleados, mientras que los egresados universitarios tienen dificultades para encontrar trabajo.
Los datos del China Dissent Monitor muestran que los casos de disidencia aumentaron un 18% en el segundo trimestre en comparación con el mismo periodo del año anterior, y que la mayoría de los sucesos estuvieron relacionados con cuestiones económicas.
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La situación empeora
“Si se observa todo lo relacionado con el bienestar social, ya sea el crecimiento salarial, la tasa de desempleo urbano, la confianza del consumidor e incluso el seguimiento de los incidentes laborales, creo que se está deteriorando”, afirmó Xing, de Morgan Stanley.
Aunque las protestas no son especialmente raras en China, suelen ser a pequeña escala, no están coordinadas con otros lugares y no critican abiertamente a Pekín. Aun así, pueden surgir críticas políticas, normalmente en las protestas rurales sobre tierras en las que los gobiernos locales son el foco del descontento, según China Dissent Monitor.
A principios de este año, en la montañosa provincia suroccidental de Yunnan, aldeanos ocuparon durante un mes unas obras de construcción para protestar contra un plan de reasentamiento. Cuando la policía acudió a dispersar a la multitud y sus barricadas, los manifestantes gritaron consignas: “El gobierno golpea a la gente” y “La banda de Xi Jinping está apaleando a la gente”.
Aunque las críticas directas al líder chino son poco frecuentes, el caso, descubierto por el proyecto “Yesterday” de Lu, subraya cómo el descontento por las confiscaciones de tierras amenaza la legitimidad del régimen. Esto podría explicar por qué más de la mitad de los casos relacionados con este tipo de disputas acaban en represión, ya que los funcionarios locales temen mayores riesgos políticos, según un reciente informe de China Dissent Monitor.
Aun así, hay pocos indicios de que los disturbios se estén aglutinando en torno a un caso concreto de injusticia o a una única cuestión. A diferencia de las protestas de la plaza de Tiananmen y los disturbios de fines de los 80, la disidencia actual no representa una amenaza existencial para el régimen. Por tanto, la respuesta más probable es una dosis de medicina económica que mantenga al mercado en vilo.
“La estabilidad social es la principal prioridad de los dirigentes”, afirma Liqian Ren, director de Modern Alpha en WisdomTree Inc, una firma de gestión de activos con sede en Nueva York.
“La creciente evidencia sugiere que cumplir el ambicioso objetivo de crecimiento del 5% de este año, a pesar de la posible manipulación de los datos, se ha convertido en un reto cada vez mayor”, dijo. “Es probable que estas presiones combinadas hayan desempeñado un papel importante a la hora de impulsar las medidas”.
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