De repente, un día se encontraron frente a un desconocido. Un padre, una madre, un amigo que pasó a formar parte de un mundo paralelo de conjeturas y teorías de conspiración que rompe parejas, familias y amistades.
Algunos lo llaman “el mal del siglo”. Para otros es el “espejo” de una sociedad en crisis y en busca de relatos. La conspiración vive y prolifera en el mundo digital de internet y de las redes sociales, pero afecta a vidas reales y sus repercusiones son muy concretas.
QAnon Casualties (“las víctimas de QAnon”) es un foro en la plataforma social estadounidense Reddit. Fue creada en julio del 2019 y cuenta con más de 150,000 miembros, todos ellos personas anónimas desesperadas porque sus familiares se pasaron a QAnon, el movimiento de extremistas pro-Trump convencidos de que luchan contra las élites pederastas y satánicas, convertido en un verdadero fenómeno social en Estados Unidos. Entre la muchedumbre que atacó al Capitolio el 6 de enero había muchos QAnon.
Los testimonios, a menudo desgarradores, se suceden y se parecen. “Esta noche perdí a mi madre”, “QAnon y los antivacunas me robaron a mi hija”, “¿QAnon es más fuerte que el amor?”. Cuentan que cayeron atrapados en el delirio conspirativo, se radicalizaron, estaban irreconocibles.
“Mi madre está destruyendo a nuestra familia con sus creencias alocadas, cada día empeora todo, especialmente con el confinamiento y el hecho de que cada vez pasa más tiempo en Twitter. Tengo miedo de perderla”, escribe una internauta británica.
“Tengo la impresión de ahogarme”, cuenta otra, cuya madre prefirió abandonar el hogar antes que ponerse la mascarilla.
“No presté atención cuando empezó a hablar de todo eso, no me interesaba. Ahora me rompe el corazón pensar que si hubiera sabido más entonces, tal vez podría haber hecho algo”, dice otro.
‘En todos los ámbitos’
Pocas personas aceptan hablar abiertamente de lo muy doloroso, incomprensible y hasta vergonzoso que les resulta. ¿Cómo reconocer que tu tío es un “tierraplanista” (los que piensan que la tierra es plana) o que tu marido ordena a sus hijos que se quiten las mascarillas porque si no renegará de ellos?
¿Cómo entender, como Yves, un profesor jubilado, que un viejo amigo publica en el grupo de WhatsApp que “la pandemia es mentira”? “Lo conozco desde hace 50 años, solemos tener debates acalorados, pero nunca, nunca, nunca, tuvimos una visión de la realidad tan opuesta”, declaró.
La conspiración está en todas partes y afecta a todo el mundo. “Están los radicales, y los más blandos, tú, yo, todos aquellos que en un momento piensan: ‘nos mienten’”, afirma Marie Peltier, autora de varios libros sobre el tema.
“El clima de desconfianza hacia las instituciones y los medios de comunicación se ha difundido a todos los ámbitos, universitarios, políticos, a las asociaciones”, subraya.
Cita tres grandes hitos en la historia de la conspiración del siglo XXI: los atentados del 11 de setiembre del 2001 -un gigantesco trauma colectivo, y “gran hecho estructurador para la conspiración contemporánea”-, el desarrollo de las redes sociales y “actualmente el COVID-19, que actúa como un inmenso revelador”.
“El conspiracionismo proporciona un software explicativo, designa a los héroes, a los culpables, es buena parte de su éxito”, subraya.
Deriva sectaria
“Mi madre ha ido cayendo durante años y años. Hoy se ha vuelto completamente inaccesible. Ha pasado completamente al otro lado del espejo”, cuenta Paul (el nombre se ha cambiado).
Este librero de 48 años narra la historia “tóxica” de una madre que, a finales del verano del 2020, aterrorizada ante la perspectiva de un segundo confinamiento, lo dejó todo para unirse a uno de estos gurús “conspiradores” que proliferan en las redes sociales, un hombre que compró un pueblo entero en Bulgaria para una comunidad de franceses en desacuerdo con las normas.
Paul ya había cortado los lazos con su madre, “una mujer profundamente infeliz y angustiada, indignada, en un contexto de amargura y decepción”. Pero la seguía de lejos.
“Vivía recluida, pasaba una cantidad de tiempo increíble en internet, buscando respuestas a su rabia contra la injusticia del mundo. Consumía las 24 horas del día en Youtube, los canales de conspiración eran su única ventana hacia el mundo”, resume. “El confinamiento fue la guinda del pastel y el COVID-19, la confirmación de todas sus teorías sobre el fin del mundo”. Eso fue lo que motivó su partida.
“Cuando pienso en ella, veo la fusión del núcleo de un reactor nuclear”. Paul acudió a Unadfi, la Unión Nacional de Asociaciones para la Defensa de Familias e Individuos Víctimas de Sectas.
Unadfi estudia las derivas sectarias desde principios de la década de 1980 y según su portavoz Pascale Duval el proceso de adhesión a las teorías de la conspiración no ha cambiado: radicalización, sumisión a una comunidad y quedar bajo la influencia de ella.
El proceso “lleva a una triple ruptura”, explica. “La persona cambia completamente sus valores, su identidad, para marcar su adhesión a la comunidad. Corta con su entorno de origen, ya no hay diálogo posible. Por último rompe con la sociedad”.
‘Factor político’
Tanto los radicales antimascarillas como los antivacunas, los “tierraplanistas” o los QAnon se oponen a replantearse sus ideas. Los QAnon se caracterizan por “la forma extremadamente agresiva de mostrar sus creencias, y su desconexión con quienes no quieren seguirlos hasta su madriguera”, según Mike Rothschild, un especialista estadounidense en este movimiento.
El aspecto político es esencial, estima Marie Peltier. “Al principio se ha considerado el conspiracionismo como algo descabellado o chistoso. Pero estas son personas que se adhieren a una visión del mundo, a una narrativa”, con frecuencia se hacen eco de las cantinelas antisemitas y de extrema derecha, o se adhieren a “teorías profundamente reaccionarias, con la idea implícita de que el progreso nos destruirá”, explica.
Para Duval, de Unadfi, “detrás de cada movimiento sectario hay un proyecto político o al menos social”. Cita como ejemplo el movimiento New Age, con sus adeptos del desarrollo personal, practicantes de yoga, veganos ... que constituye una puerta común de entrada a la conspiración.
Paul recuerda que la ideología llevaba a su madre, que fue de extrema izquierda en los años 70, a “justificar los atentados de las Brigadas Rojas”, y hoy es más bien de extrema derecha, “con Putin como fondo de pantalla de su ordenador” y miembro de una comunidad cuyo líder denuncia “complots sionistas”.
Los adeptos del conspiracionismo pueden pasar de la “militancia del teclado”, en palabras del investigador Tristan Mendes France, a la acción. “Hay diferentes grados de pasar al acto. No vacunar a tus hijos cuando es obligatorio es uno, invadir el Capitolio es otro”, recalca Duval.
Y si algunos conspiradores rompen con su comunidad y “regresan”, es un “proceso largo y doloroso” y “por el momento raro”, según el estadounidense Mike Rothshild.