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La comisaria de Derechos Humanos del Consejo de Europa, Dunja Mijatovic, alertó de la amenaza que pueden suponer los dispositivos de inteligencia artificial para la privacidad y otros derechos fundamentales.
El análisis de megadatos utilizados por la inteligencia artificial hace "particularmente evidente" la tensión entre las ventajas y los riesgos para nuestros derechos humanos, señaló en un artículo publicado en su página web.
Las aplicaciones y redes sociales -indicó Mijatovic- guardan grandes cantidades de datos personales, "a menudo sin que lo sepamos", que sirven para "establecer nuestro perfil o predecir nuestro comportamiento".
"Ofrecemos informaciones sobre nuestra salud, opiniones políticas y nuestra vida familiar sin saber quién las va utilizar, con qué fines y de qué manera", dijo.
La comisaria de la organización paneuropea de 47 Estados miembros indicó que los sistemas de inteligencia artificial, en lugar de contribuir a que nuestras decisiones sean "más objetivas", pueden "reforzar la discriminación y el prejuicio dándoles apariencia de objetividad".
Y aseguró que cada vez más elementos muestran que las mujeres, las minorías étnicas, los discapacitados y los miembros del colectivo LGBTI "sufren particularmente discriminaciones causadas por algoritmos sesgados".
En cuanto al reconocimiento facial, que puede ayudar a las fuerzas del orden a localizar a sospechosos, Mijatovic se refirió al riesgo de que sea utilizado "para la vigilancia de masas o para identificar a manifestantes".
A ese respecto, constató que en la actualidad "es mucho más fácil para los gobiernos vigilar continuamente y restringir el derecho a la vida privada, la libertad de reunión, de circulación y de prensa".
Por ello, Mijatovic propuso mayor cooperación entre los representantes del Estado y de la sociedad civil, así como que el sector privado, del que depende la inteligencia artificial, respete los derechos humanos y ofrezca más transparencia y comprensión.
También pidió a los gobiernos que inviertan en iniciativas para sensibilizar y educar a las nuevas generaciones, con el objetivo de que "adquieran las competencias necesarias para hacer un buen uso de las tecnologías ligadas a la inteligencia artificial".
La inteligencia artificial "puede aumentar considerablemente las posibilidades de vivir la vida a la que aspiramos" pero "también destruirlas". Es decir, que se necesitan "reglas estrictas" que eviten "una versión moderna del monstruo de Frankestein".