La altura y el clima templado de la sabana colombiana convierten a la región en uno de los mejores lugares del mundo para cultivar flores. Allí, a una hora al norte de Bogotá, un grupo de mujeres miden, cortan y desprenden las espinas de casi 18,000 rosas al día que llegarán justo a tiempo para el día de San Valentín en Estados Unidos.
Bajo el cobijo de un toldo blanco, frotan los tallos con guantes de malla metálica para eliminar las espinas y dejarlas listas para el transporte. Luego, empaquetan con cuidado las variedades de tono rojo valentín, rosa algodón de azúcar y amarillo limón en celofán con corazones.
En dos semanas las flores estarán en Miami, desde donde se envían a tiendas Walmart Inc., supermercados Publix, farmacias Walgreens y gasolineras en todo Estados Unidos, dijo Carmen Bravo, propietaria de la granja Belén de los Tejares en Chía. El ritual se repite una y otra vez, año tras año, y ha hecho que Colombia represente casi el 40% del valor de las flores y del material de vivero en Estados Unidos.
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Súbitamente, el fin de semana pasado surgió un grave riesgo para la que suele ser la temporada más rentable para los floricultores como Bravo. En una breve disputa comercial, Donald Trump y Gustavo Petro hicieron amenazas cruzadas de imponer aranceles del 25% sobre sus importaciones.
“Las tarifas marcan el precio”, dijo Bravo, de 56 años, quien dijo que se sintió “aliviada” al leer la noticia de que el “impasse” entre Estados Unidos y Colombia se había solucionado el lunes.
Los efectos podrían haber sido devastadores: casi el 80% de todas las exportaciones de flores colombianas van a Estados Unidos, y representan US$ 1,700 millones de los US$ 45,000 millones de exportaciones del país el año pasado, por detrás del petróleo, el oro y el café.
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“Es una temporada para la cual los floricultores han venido trabajando desde el año pasado, invirtiendo, pagando nóminas, proveedores, coordinando los vuelos”, dijo Augusto Solano, presidente de la Asociación Colombiana de Exportadores de Flores, o Asocolflores. “Un arancel del 25 o 50% habría tenido consecuencia catastróficas”.
En Colombia, el segundo mayor exportador de flores del mundo, los floricultores comienzan a prepararse para San Valentín en octubre, cuando negocian precios, cantidades y variedades con las empresas comercializadoras.
Unas 10,500 hectáreas en el país se destinan para el cultivo de flores. Aunque la temporada de San Valentín representa el 18% de las ventas de los floricultores colombianos, puede representar hasta la mitad de los ingresos anuales en operaciones más pequeñas como la de Bravo.
Bravo dice sentirse responsable por sus 18 empleados. La mayoría son madres y las únicas sostenedoras de sus familias. Mientras que un ramo de rosas se vende a unos US$ 12 en un supermercado de Estados Unidos, Bravo dice que a ellas les pagan unos US$ 6, y la empresa comercializadora se queda con una “gran parte” de la diferencia.
“Es un trabajo duro, pero les permite inscribir a sus niños en el colegio y darles un techo”, afirma Bravo. “Estamos en una cuerda floja, a un paso en falso de consecuencias catastróficas”.
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