
La caída de los bonos estadounidenses a largo plazo está empañando el regreso de una estrategia de inversión clásica.
La denominada cartera 60/40, recomendada desde hace tiempo para los inversores que desean equilibrar la exposición al riesgo con un colchón de ingresos más seguros y estables, consiste en asignar 60% de las inversiones a acciones y 40% a bonos.
Aunque ha sido la base para los ahorros de jubilación durante décadas, esta estrategia enfoque ha perdido parte de su atractivo en los últimos años, ya que su mecanismo subyacente se ha desequilibrado: las acciones y los bonos en Estados Unidos han evolucionado más en paralelo que compensándose mutuamente.
Este año, la estrategia ha vuelto a cobrar protagonismo, con un rendimiento positivo, incluso en medio de fuertes oscilaciones en ambos mercados. Según datos de Bloomberg, el índice estadounidense que mide el modelo 60/40 obtuvo una rentabilidad de 1.6% hasta mediados de mayo, superando al índice S&P 500 en el mismo período y con menor volatilidad.

Un factor clave de este resurgimiento ha sido el regreso de la tradicional relación inversa entre acciones y bonos. La correlación entre renta variable y renta fija en Estados Unidos ha alcanzado su nivel más negativo desde 2021, lo que implica que los bonos tienden a subir cuando las acciones bajan, y viceversa.
“Un enfoque equilibrado tiene sentido a largo plazo”, afirma Jeff Given, gestor senior de carteras en Manulife Investment Management.
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Sin embargo, un evento reciente amenaza ese equilibrio. Los bonos del Tesoro a 30 años han caído este mes, llevando los rendimientos por encima de 5%, su nivel más alto en casi dos décadas. Los inversores muestran cada vez más cautela hacia la deuda soberana estadounidense ante el aumento del déficit fiscal.
Las ventas se intensificaron la semana pasada, cuando legisladores republicanos discutían un nuevo proyecto de recorte fiscal del presidente Donald Trump, que sumaría billones de dólares al ya elevado déficit. Moody’s Ratings retiró este mes la calificación crediticia máxima de Estados Unidos, citando preocupaciones fiscales.

El alza de los rendimientos a largo plazo en EE. UU., junto con los de Japón y el Reino Unido, se extendió a otros mercados, donde las acciones también cayeron, al igual que el dólar.
La venta simultánea de activos estadounidenses recordó lo ocurrido en abril, cuando las agresivas políticas comerciales del “Día de la Liberación” de Trump sacudieron los mercados globales y surgieron dudas sobre el estatus de los bonos estadounidenses como refugio.
“Lo que se observa en el extremo largo de la curva global es que se comportan como activos de riesgo, no como defensivos”, dijo Greg Peters, codirector de inversiones de PGIM Fixed Income, en Bloomberg Television.

El secretario del Tesoro, Scott Bessent, dijo el viernes en el programa Wall Street Week with David Westin que no le preocupa el reciente aumento en los rendimientos a largo plazo. Aseguró que las cuentas extranjeras intensificaron sus compras en las últimas subastas de deuda del Tesoro.
A medida que crece la percepción de riesgo sobre los bonos del Tesoro a largo plazo, esto representa un desafío para la estructura 60/40. Pero, en términos generales, su lógica sigue vigente.
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Para Andrzej Skiba, director de renta fija en Estados Unidos de BlueBay (RBC Global Asset Management), el modelo puede haberse deformado, pero no está roto.
La clave, según él, es elegir los bonos adecuados a lo largo de la curva de rendimientos. Mientras los bonos a largo plazo están bajo presión, los de corto plazo se sostienen mejor. Esto se debe a que, ante una desaceleración económica, la Reserva Federal podría recortar las tasas de interés, lo que beneficiaría a los bonos más sensibles a la política monetaria y menos expuestos a riesgos fiscales.

“No perdería por completo la fe en la capacidad de los bonos del Tesoro o los activos de renta fija para proteger la rentabilidad”, señala Skiba. “Aunque las preocupaciones sobre el déficit se concentran en los vencimientos largos, creemos que el tramo corto se comportará como esperan los inversores si vuelven los temores de desaceleración”.
Los datos respaldan esta visión: los bonos a corto plazo han superado el desempeño de los de largo plazo en lo que va del año, un fenómeno conocido en Wall Street como “empinamiento de la curva”. Aunque los rendimientos a 30 años han subido cerca de un cuarto de punto porcentual, los de dos y cinco años han caído casi lo mismo, ya que los inversores prefieren la deuda de corto plazo y evitan la de largo plazo.
La denominada “estrategia de empinamiento” se ha vuelto favorita entre los inversores en bonos para capitalizar el escenario de menor crecimiento, inflación y aumento del déficit.