Los mercados financieros, que este año han tratado de descifrar las señales sobre el futuro de la política monetaria enviadas por los bancos centrales, enfrentan a su mayor reto hasta la fecha en diciembre, cuando en el espacio de 24 horas la Reserva Federal (Fed), el Banco Central Europeo (BCE) y el Banco de Inglaterra (BoE) celebran reuniones cruciales.
Llegan al final de un año en el que los bancos centrales han agitado los mercados en varias ocasiones, con los ejemplos más recientes en la sorprendente decisión de “no cambiar” del BoE el 5 de noviembre, el alejamiento en las perspectivas de tasas del BCE en octubre y el fracaso del Banco de la Reserva de Australia a la hora de defender su objetivo de rentabilidad de los bonos.
No es de extrañar por tanto que, una semana antes de la última serie de reuniones del 2021, los índices de volatilidad de los precios de diversos activos se disparen, con los índices de volatilidad de las divisas y los de los bonos alcanzando máximos de varios meses.
El 15 de diciembre, el comunicado de la Fed podría anunciar una aceleración de la reducción de sus compras de activos, además de revelar su posición sobre futuras alzas de tasas.
Al día siguiente se reúne el BoE, que en noviembre contrarió las apuestas del mercado al mantener sus tipos de interés intactos.
Menos de una hora más tarde, el BCE podría anunciar sus planes para dos programas clave de compra de bonos. Las implicaciones podrían ser importantes para Estados altamente endeudados como Italia.
Los mensajes sobre política monetaria, por su propia naturaleza, son un asunto incierto. Pero una inflación inesperadamente persistente, las amenazas de la cadena de suministro para la recuperación económica y la constante amenaza de fondo de la pandemia de COVID-19 hacen que las decisiones sean especialmente difíciles de anticipar.
“Tanto si se trata de (la presidenta del BCE) Christine Lagarde como de Andrew Bailey (gobernador del BoE) o Jerome Powell (presidente de la Fed), las circunstancias actuales están creando casi una tormenta perfecta de desafíos para la comunicación de los bancos centrales”, dijo Carl Tannenbaum, economista jefe de Northern Trust.
El valor de la renta variable mundial se aproxima a los US$ 100 billones, casi el doble de los niveles anteriores a la pandemia. El aumento del gasto público ha impulsado los mercados de bonos. Al operar en grandes valoraciones, el potencial de retroceso es enorme.
Y el impacto de las perspectivas de futuro resuena mucho más allá de los mercados: los bancos británicos tenían tanta confianza en una subida de tipos en noviembre, que habían aumentado los costes de los préstamos hipotecarios antes de la reunión del BoE.
Lo que los bancos centrales deben transmitir es sencillo: que proporcionarán el apoyo necesario a corto plazo y la estabilidad de precios a largo plazo. Pero en unos mercados inflados, en los que el sentimiento cambia en un instante, es más difícil de lo que parece.
Esto puede hacer que se replanteen las estrategias de comunicación: Bailey, por ejemplo, sugirió volver a una postura en la que no se faciliten perspectivas de futuro.
Richard Barwell, antiguo economista del BoE que encargado de análisis macroeconómicos en BNP Paribas Asset Management, afirma que los bancos centrales querrían conservar la opción de endurecimiento de sus políticas monetarias, pero sin comprometerse a ello.
“El reto es hacer el cambio necesario -y crear esa opción- sin desestabilizar los mercados convenciéndolos de que la opción se va a ejercer con seguridad”, dijo.
Parejas poco fiables
Barwell dijo que cualquier banco que proceda con un endurecimiento de su política monetaria en diciembre tendrá que explicar su decisión a la luz de la variante ómicron del coronavirus. Pero entonces el riesgo es que los mercados descarten futuras subidas de tipos.
Eso es especialmente un problema para el gobernador del BoE, Bailey, quien, según Barwell, tiene un gran problema.
“Puede que haya un límite en el número de veces que los responsables de política monetaria pueden llevar al mercado a la cima de la colina del alza de tasas para luego volver a bajarla”, añadió.
Los medios de comunicación británicos no tardaron en apodar a Bailey “pareja poco fiable número 2″, actualizando un apodo aplicado a su predecesor Mark Carney, cuyas señales sobre política monetaria a veces no se traducían en acciones.
La jefa del BCE, Christine Lagarde, también fue criticada después de que su tibio rechazo a las subidas de tipos previstas para el 2022 a finales de octubre impulsara el euro y perjudicara a los bonos. Pero los movimientos se revirtieron a la semana siguiente, cuando la funcionaria rebatió enérgicamente las alzas de tasas.
Powell parece haber cosechado las mejores notas, sobre todo por su disposición a admitir que no tiene todas las respuestas.
Pero incluso su calma flaqueó recientemente, días después de decir a los legisladores estadounidenses que la variante ómicron podría poner en peligro la recuperación económica, sugiriendo que podría ser el momento de dejar de ver la inflación como algo transitorio.
El dólar, que se había debilitado, volvió a dispararse tras sus declaraciones.
Pero Timothy Graf, jefe de estrategia macro de State Street para Europa, Oriente Próximo y África, elogió a Powell por su “honestidad”, estableciendo paralelismos con la franqueza del expresidente del BCE, Mario Draghi, al que se le atribuye haber sacado a la zona euro de su crisis del 2011-2012.
“La Fed está corrigiendo el rumbo de lo que se percibía a principios de año, con razón o sin ella, como un enfoque algo relajado de la cuestión de la inflación”, manifestó Graf.