Sorprende que la Cancillería haya hecho caso omiso de la declaratoria de Evo Morales como persona non grata realizada por la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso.  (Foto: Andina)
Sorprende que la Cancillería haya hecho caso omiso de la declaratoria de Evo Morales como persona non grata realizada por la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso. (Foto: Andina)

Con rapidez extraordinaria la organización altiplánica que aboga por la creación de una “América plurinacional” se prepara para convertir al Cusco en un centro emblemático y geopolítico de esa peligrosa ambición.

En efecto, con el expreso silencio de la Cancillería, ese acto “antimperialista, anticapitalista y anticolonial” a realizarse justo antes de Navidad (20 y 21 de diciembre) a iniciativa de Evo Morales y con el apoyo de los gobiernos de Bolivia y Argentina, pretende ser la sede que consolide al “Runasur” durante su segunda conferencia.

Esta entidad “de los pueblos para los pueblos” pretende convocar a los movimientos “indígenas, afrodescendientes y organizaciones políticas, sociales y sindicales populares” del área para lograr la “reconstitución (americana) de nuestros ancestros”.

Si su vocación es nativista y retrógrada (en el sentido castellano que supone invocar instituciones de tiempos pasados), se asienta en la recusación de la historia (como en el caso del Preámbulo de la Constitución boliviana), en la confrontación con Estados Unidos y sus políticas (desde la superada Doctrina Monroe hasta las actividades extractivas) y propone la coordinación de estrategias regionales como “respuesta generacional” a una “crisis de vida”.

Si bien es cierto que esta plataforma belicosa, marxistoide y existencial corresponde a la “ideología” y experiencia del MAS que hoy gobierna Bolivia, su configuración se logró raudamente durante el exilio de Morales en Argentina. En efecto, bajo la protección del presidente Fernández (y luego de un tránsito por México), Morales buscó una estrategia de retorno y la encontró en una idea: la “América plurinacional”.

Su propósito instrumental, antes que filosófico, consiste en lograr un gran espacio de influencia cuyo centro sea Cochabamba (la sede cocalera del MAS) que no respete fronteras y facilite contactos indigenistas y sus “formas de expresión” (como la defensa de la coca de la que el narcotráfico es su actividad más estridente).

Dadas las conocidas características folclóricas y ambiciones reales del MAS, la propuesta no sorprende del todo. Lo novedoso es su oportunismo (el retorno del autoexilio en menos de un año) y su propósito geopolítico: más allá de la construcción de un base externa de apoyo personal para “el Evo”, al MAS le interesa hacerse, de manera instantánea, con el sur del Perú y el norte de Chile y de Argentina a manera de “núcleo de cohesión” boliviano.

Al respecto, llama la atención que el peronista Fernández, perteneciendo a una tradición política hiperestatista, haya encontrado valor en esta idea trasnacional que lo llevará a colisionar con sus vecinos.

Pero es aún más sorprendente que Torre Tagle no se haya pronunciado sobre la conveniencia de la próxima reunión cusqueña que traerá al Perú políticos, instrumentos y un programa de actividades que vulneran nuestra política exterior (en el sentido interestatal) y nuestras relaciones exteriores (que se ocupa de los intereses externos de la sociedad que preocupen o afecten al Estado).

Y también sorprende que la Cancillería haya hecho caso omiso de la declaratoria de Evo Morales como persona non grata realizada por la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso. Si bien esa fue una decisión que tiene los límites jurisdiccionales de esa Comisión, su dimensión política debió ser considerada por Torre Tagle. Y no lo ha sido.

En momentos en que en el Congreso se discute la vacancia del presidente Castillo ese pronunciamiento merecía aún más consideración.

Al no hacerlo, parece que Cancillería responde más a los deseos del partido (o partidos) de gobierno, a los compromisos personales de los señores Castillo y Cerrón, a la influencia de una cúpula “plurinacionalista” en Torre Tagle (la que tiene el gran mérito de desconocer la composición esencialmente mestiza del Perú) y a la insistencia en las malas iniciativas (como la celebración de una reunión bilateral de presidentes y de gabinetes con Bolivia cuando el gabinete peruano no había aún merecido la confianza del Congreso y su desarticulación progresiva es intolerable noticia cotidiana).

Los efectos que se puedan derivar de tal falta de reacción no son marginales y, por tanto, las responsabilidades del caso deberán asumirse.

Especialmente si el Runasur se pretende gestora de la “revitalización” del UNASUR (del que el Perú se retiró junto con varios países del área) y pretende formar la tercera pata del amorfo y populista socialismo regional. Esa “pata” sería el ingrediente social que le falta al Grupo de Puebla (integrado por políticos latinoamericanos y españoles vinculados a la tradición chavista) y al Foro de Sao Paulo (constituido esencialmente por partidos de similar ideología).

Las consecuencias de una configuración regional de este tipo tendrán un altísimo costo estratégico para el Perú y Suramérica. De él serán responsables un presidente también ignorante en estas materias y el grupo de diplomáticos que lo acompaña o, con su silencio, lo avala.